El Departamento de la Verdad

Antes de seguir leyendo, escriba tres palabras en el Google: ‘aeropuerto Denver misterio’. Es posible que, si lo ha hecho, haya tardado en volver a estas líneas. Mola, ¿eh? Mola todo… si a usted le gustan las teorías de la conspiración, aunque sea un poco. Solo un poco. 

Yo tampoco sabía nada sobre el aeropuerto de Denver hasta ayer, como el que dice. Lo descubrí gracias a ‘El Departamento de la Verdad’, el cómic más loco y zumbado que he leído en mucho tiempo. Y que me tiene enganchado. Droga dura. Dura de verdad. Vuelvo a él para celebrar que su guionista, James Tynion IV, también se encuentra en la nómina de ganadores de los prestigiosos premios Eisner que, fallados el pasado fin de semana en San Diego, han reconocido nuevamente a ‘nuestro’ Blacksad, como les contamos en IDEAL. (Leer AQUÍ).

En la editorial Norma que publica en España ‘El Departamento de la Verdad’ estaban bastante seguros de que iba a llevarse el premio. No es para menos. Como les decía antes, es complicado encontrar una historia mejor trenzada sobre las grandes teorías de la conspiración que nos rodean y nos acosan. ¿Conocen ustedes lo del Pizzagate? ¿Han oído hablar de QAnon? Pues ahora mismo hay una película que está arrasando en taquilla en Estados Unidos y que no hace más que sustentarla. Se titula ‘Sound of Freedom’ y dará que hablar. Ya lo está haciendo, de hecho. La protagoniza el ultraderechista convencido Jim Caviezel y ya se la han presentado a Donald Trump.

El protagonista de ‘El Departamento de la Verdad’ es un joven investigador cuyos profesores, cuando era niño, fueron acusados de satanistas. A él le tomaron declaración y, por lo exacto de sus descripciones y los dibujos que hizo, vieron que apuntaba maneras. ¿Quiénes? Los responsables del departamento, claro, capitaneados nada más y nada menos que por Lee Harvey Oswald. ¿Cómo se quedan?

La madre de todas las conspiraciones fue el asesinato de Kennedy. Desde entonces, todo lo que pasa tiene una explicación lógica y periodística, desde las guerras en Oriente Medio y las Torres Gemelas a la presidencia de Obama y la toma del Congreso de los Estados Unidos del día de Reyes. Y luego está la otra explicación. La absurda. La conspiranoica. La que espolea nuestros más bajos instintos. La que defiende que el sionismo atacó el World Trade Center y que Obama nació en Kenia. 

El trabajo del Departamento de la Verdad es que esas teorías de la conspiración no se salgan de madre. Que no tengan demasiado éxito. Que se queden en los márgenes de los zumbados que visten sombrero de papel de aluminio y los foros de la Deep Web.

Porque una cosa sí está comprobada: cuando mucha gente empieza a creer en algo, ese algo cobra vida. Busquen el concepto de budista de ‘tulpa’. Lo dice Oswald al comienzo del cómic, que arranca en una reunión de terraplanistas: “Cuanta más gente cree en una cosa, más verdad se vuelve, más se inclina la realidad a favor de esa creencia”. ¿Las encuestas electorales, por ejemplo?

Me dejo para el final la cuestión del arte. Porque el dibujo de Martin Simmonds es pura insania y demencia. Trazos brutales que sugieren más que muestran y que nos sumergen en el perturbado estado mental necesario para disfrutar de la locura que cuenta ‘El departamento de la verdad’. 

Les dejo. He recibido un guasap: el cuarto número de la serie me espera en Picasso Cómics. Por cierto, hablando de conspiraciones: si comparan ustedes lo del Pizzagate con el llamado ‘Caso Bar España’ encontrarán unas nada casuales relaciones causales. Y casuales. ¡Tremendo! 

Jesús Lens

Una de Q-onspiraciones

Llevo varios días dudando si escribir o no escribir esta columna, absurda y conspiranoica, porque servirá para darle algo más de visibilidad a uno de los grandes disparates del momento que, sin embargo, puede tener incidencia en las elecciones norteamericanas.

Que dirán ustedes que, con la que tenemos encima, aquí y ahora, a quién le importa Trump y sus cosillas. Y no les faltará razón. Pero es sintomático sobre el peligro de las redes que avientan incendios y propagan información tóxica sin ton ni son.

La teoría conspiranoica del momento en Estados Unidos se llama QAnon y ya tiene su propia entrada en la Wikipedia, faltaría más. En breve: los sectores liberales de los Estados Unidos, entre ellos ciertas luminarias de Hollywood, George Soros, Obama y Hillary Clinton; formarían parte de una red internacional de tráfico sexual de niños para la realización de actos pedófilos.

¿Cómo se quedan? Ni que decir tiene, Trump sería el adalid de la lucha contra esos monstruos, que forman parte del llamado Deep State, el Estado Profundo que lucha para sacar a los republicanos de la Casa Blanca. Es lo que tienen los pozos sin fondo de la red oscura y paralela a la realidad.

Lo sé, lo sé. Es demencial. Y paradójico: cada vez que escribimos ‘QAnon’ le damos alas a sus oligofrénicas teorías. La cuestión no es baladí, sin embargo, dado que una candidata al senado por Oregón es fiel seguidora y adalid de la Q-onspiración y podría acabar llegando al Capitolio.

Vivimos tiempos extraños y confusos. Esto se parece cada vez más al tétrico universo retratado en ‘El nombre de la rosa’, con el la imagen de un supuesto Maligno presente en todas las conversaciones. Y mientras, el presidente estadounidense que llegó al cargo con el lema ‘Make America great again’, solo pagó 750 dólares de impuestos en los ejercicios fiscales 2016 y 2017, según The New York Times. Poco se puede empujar con esa contribución a las arcas del estado…

Dirán ustedes que, amparándome en la Q, estoy soslayando la cuestión de la S de Salvador, Luis Salvador. Y no es así. Son muy graves las acusaciones que se están haciendo sobre su forma de gestionar su positivo y el de su colaborador más cercano. De confirmarse que, a pesar de tener síntomas apreciables de Covid, siguieron con su agenda, no va a hacer falta apelar al 2+2 para que se abra una grave crisis en el gobierno municipal.

Jesús Lens