Gente realmente importante

La vida es un proceso de continua transformación y hoy, último día del año, nos sirve para reflexionar sobre quiénes éramos el pasado 1 de enero y quiénes somos 365 días después. Cómo hemos cambiado. Qué hemos incorporado a nuestra vida y qué hemos dejado dejado atrás. Y los porqués.

Esta especie de mirada al espejo interior, si somos honestos con nosotros mismos, debería ser muy reveladora. Lo mismo nos vemos iguales, pero ¿eso sería bueno, malo o regular?  

También aprovechamos para trazarnos objetivos, los famosos propósitos de Año nuevo. ¿En qué hemos flaqueado? ¿Qué echamos en falta en nuestra vida? ¿Y de más? ¿Cómo nos gustaría vernos el 31/12/2024?

Y la gran pregunta, por supuesto: ¿qué estamos dispuestos a hacer para conseguirlo? Porque de magníficas intenciones está empedrado el camino del purgatorio donde vegetan los propósitos de años anteriores. Un purgatorio que es como el altillo de un armario donde conviven, en abigarrado revoltijo, phrasal verbs y verbos irregulares, kilos de más y kilómetros de menos, páginas sin pasar y revistas aún ensobradas, horas de sueño perdidas y desperdiciadas haciendo scroll. Películas postergadas, discos sin desprecintar, libros por abrir, senderos por recorrer, ciudades por visitar, bares a los que ir, platos por probar y, sobre todo, gente por ver.

Por eso hago listas. Me sirven para ver cómo voy con los propósitos. No se trata de cumplir objetivos por cumplirlos, como si fuera la cuenta de resultados de una empresa, el debe y el haber. Son para caer en la cuenta de que no leo a suficientes autoras, me faltan ensayos y divulgación, no voy a los conciertos que me gustaría y piso el cine mucho menos de lo deseable.

Para 2024, quizá haga una lista con los cafés, vinos y cañas pendientes y la gente con la que me apetece compartirlos. Esa gente importante en tu vida a la que nunca ves porque siempre hay algo más urgente; un compromiso ineludible, una obligación. Esa gente con la que te gustaría brindar por un gran 2024. ¡Salud!

Jesús Lens

Un viaje por el interior

El final del primer trimestre nos ha sorprendido en plena Semana Santa. Leo balances de estos meses y el veredicto es unánime: la UE ha fracasado estrepitosamente en su política de vacunación. Más allá de las simpatías y/o antipatías por Sánchez y Juanma Moreno, la Unión suma un nuevo fiasco en un tema de importancia trascendental. Como con las mascarillas o los hidrogeles, el año pasado por estas fechas.

Tiempo habrá para hablar de ello, que es Viernes Santo y tampoco es cuestión de deprimirnos o irritarnos. ¿Qué tal su trimestre, de acuerdo a los propósitos de Año Nuevo? Yo estoy contento. Como fui poco ambicioso, voy cumpliendo. Todos los días camino 10 kilómetros y veo una película. Entre libros y tebeos llevo 50 lecturas y, lo más importante, viajo por el interior de Granada todo lo que puedo. Antes de ayer, por ejemplo, visité el convento de Santa Clara de Loja y aluciné con una exquisita muestra del Barroco tardío que me dejó turulato. ¿Lo conocen? ¿Han estado? Pues no deben perdérselo.

Dejemos de quejarnos por el cierre perimetral y de despotricar de los turistas franceses. Olvidemos el cansinismo madrileño–catalán y aprovechemos para disfrutar de los mil y un tesoros que alberga nuestra provincia. Una ocasión perfecta para reivindicar que como Graná, ná.

El otro viaje al que invita una nueva Semana Santa tan atípica como esta es al interior… de nosotros mismos. ¿En qué punto estamos? ¿Cómo andamos de desafíos vitales, personales e intelectuales? ¿Qué objetivos nos hemos marcado a corto, medio y largo plazo? Comienzo el segundo trimestre del año leyendo un libro que promete: ‘Cómo no hacer nada’, de Jenny Odell. «En un mundo en el que nuestro valor está determinado por la productividad y el rendimiento, la acción de no hacer nada puede ser nuestra mayor forma de protesta», se puede leer en su contraportada.

Me debato entre seguir leyendo o hacerle caso al enunciado del libro y quedarme mano sobre mano, por mucho que me cueste, en estado contemplativo. Debería terminar un par de trabajos cinéfilos estos días y corregir tareas pendientes. He de preparar dos entrevistas y recabar documentación para una serie de reportajes gastronómicos. Pero me tienta la idea de pasar de todo y, sencillamente, hacer lo que el cuerpo me vaya pidiendo en cada momento.

Disfrutar espontáneamente del tiempo es uno de los mayores lujos que podemos permitirnos. Lo he dicho muchas veces: alcanzados unos mínimos estándares vitales, la persona más rica no es quien más objetos tiene, sino la que de más tiempo goza.

Jesús Lens

Propósitos de Año Viejo

Tras varios días de fiesta y asueto, hoy se termina un puente que, a algunos, podría sumirles en una cierta melancolía. Ya saben ustedes que no creo en esa patochada del estrés postvacional, pero es posible que sienta usted un cierto agobio ante el final del parón de la Inmaculada Constitución y las intensas semanas que están por venir: cierre del ejercicio, comidas y cenas prenavideñas, compras, encuentros familiares…

Le propongo algo que no sé si contribuirá a aliviar esa presión o a incrementarla: hacer un repaso a sus propósitos de año nuevo, ahora que el 2019 está viejito y quejumbroso. ¿Los tiene en la memoria? ¿Anotados en algún papel perdido por su escritorio o mesa de trabajo? ¿Olvidados en un hilo de twitter o un estado de facebook?

Hay propósitos de año nuevo que, a estas alturas del ejercicio, ya son irrealizables. Sin embargo, repensarlos y tratar de reactivarlos hará que, de cara al 2020, estemos en una inmejorable situación para empezar a cumplirlos, de verdad. Lo de mejorar la dieta, hacer deporte, adelgazar y tal; por ejemplo. Con la que se nos viene encima, entre turrones y mantecados, no estaría de más comenzar con la dieta detox antes del feroz intox que nos espera.

¿Y qué pasó con esos libros, esos cómics y esas películas que este año iban a caer, sí o también? Busquen, busquen esas listas de imprescindibles y, aunque ya no de tiempo a leerlos / verlas, todos y todas; alguno y alguna deberían caer antes de que la Pedroche nos deslumbre con su brillante desnudez, llegado el caso.

¿Queda tiempo para hacer alguna escapada por el entorno cercano? Un viajecito ecológico y sostenible a la Granada que se va quedando vacía, en busca de la luz natural que, durante unas horas, nos haga olvidar las cada vez más falsas y costosas luces navideñas.

Y esas exposiciones que sólo aguantarán hasta el día 6 de enero. Que luego nos da rabia habérnoslas perdido, de Granada y la vanidad de su belleza, en el museo CajaGranada, a los Destacados de la colección Telefónica en el museo de Bellas Artes.

Todavía estamos a tiempo. Menos melancolía y más acción cumplidora de nuestros buenos propósitos y mejores intenciones.

Jesús Lens

Medio año, ya

Sin comerlo ni beberlo, ya se nos ha ido medio 2019. El pasado domingo fue la Nochevieja y el lunes comenzó un segundo semestre que nos encuentra asfixiados por la ola de calor, también llamada ‘verano’, y sorprendidos por la lentitud del AVE más lento de España, tema sobre el que debemos hablar más pronto que tarde.

En este medio año, las derechas se han organizado para gobernar en Andalucía y en Granada mientras que las izquierdas siguen a la gresca en Madrid, que Pedro y Pablo ni siquiera se han llamado para felicitarse por su común onomástica.

¿Cómo les ha ido este medio año a ustedes? ¿Qué balance harían de los primeros seis meses del año? ¿Qué tal sus propósitos para este 2019? ¿Los han medio cumplido, tal y como corresponde?

Retomo los míos (aquí escribí de ellos) y veo que, por cuanto a comer mejor, más sano y natural, la cosa fue bien… hasta hace un mes, cuando volví a dejarme seducir por los pecados de la carne, las chacinas y las tapas maximalistas. Aunque el balance no es malo y estoy tratando de darle cariño a los requerimientos de mi ADN, la cosa podría ir mejor.

Me había comprometido a volver a caminos, carriles, trochas y senderos. A caminar más por nuestras montañas, valles y vegas. Y aquí he fracasado total y absolutamente: en este propósito llevo un cero del tamaño de los anillos de Saturno. También iba a ir más al cine. Y a conciertos. Empecé bien, pero en cuanto llegó la primavera, se acabó. 14 pelis he visto en salas. Poco más de dos al mes. ¡Quién me ha visto y quién me ve!

Sí he reducido mi tiempo de exposición cibernética, pero no tanto como me gustaría. He leído 35 novelas y/o ensayos y 20 tebeos, cifra manifiestamente mejorable. He escrito mucho, aunque no sé si bien. Eso sí: poco a poco, voy diciendo más veces que NO, uno de mis propósitos primordiales para el ejercicio en curso. Aunque me cuesta. ¡Ya les digo, si me cuesta!

Jesús Lens

Despropósitos de Año Nuevo

Lo normal, cuando empieza un año, es hacer buenos propósitos. A buen seguro que usted, querido lector tiene los suyos. De cara al 2017, sin embargo, prefiero empezar por una lista de despropósitos que, en realidad, son sinpropósitos (de enmienda).

Por ejemplo, NO pienso apuntarme a un gimnasio. Créanme: sé que terminaré haciéndolo. Pero cuanto más tarde, mejor. Mientras el cuerpo aguante, prefiero seguir jugando al baloncesto con los amigos y corriendo por carreteras, pistas, senderos y montañas. Mientras tendones, músculos y articulaciones resistan, insisto.

Que no es por desmerecer a los gimnasios, que tan importante papel desempeñan en nuestra vida moderna. Que es por seguir disfrutando de un deporte competitivo y de contacto y de otro que permite convivir íntimamente con la naturaleza.

Tampoco tengo previsto hacerme vegano, vegetariano ni flexitariano: NO voy a dejar de comer carne, embutidos o pescado. ¡Ni morcilla, faltaría más! Por dos razones. La primera, porque me encanta comer bichos. Porque adoro un chuletón bien grande, al estilo Tarantino: que sangre cuando le clavo el cuchillo.

Rabo de toro cocinado por Álvaro Arriaga. Imprescindible.

Pero tampoco lo haré… por pura generosidad para con mis amigos comeyerbas. Pensadlo: si no hubiera carnívoros como yo, cerdos y vacas proliferarían de tal manera que arrasarían con todas esas cosas verdes que tanto os gustan. ¿Os imagináis el precio que alcanzaría una sencilla ensalada?

Y NO voy a dejar de comprar libros, discos ni películas. Sí. Es cierto que tengo tantos libros que me harían falta tres vidas para leer la mitad de ellos. Y que ya no tengo sitio donde colocarlos, yaciendo amontonados en precarias columnas que amenazan con sepultarme el día menos pensado. Pero no pienso renunciar al placer de ir a una librería y de comprar esos libros que, por alguna razón, quieren venirse conmigo.

Seguir yendo al cine

NO sucumbiré al canto de sirenas del gratis total. Tampoco transitaré por las vías de acceso a la cultura más cómodas y sencillas: esas descargas ilegales que tanto daño hacen.

Y, sobre todo, NO dejaré de escribir. Ni dejaré de pisar charcos ni de enfangarme en las cuestiones que, día a día, vayan surgiendo por mor de la actualidad informativa. No haré caso a esas voces que, a veces, me aconsejan que no me meta. Que no opine. Que no tome partido. Que me calle. Que lo deje correr. ¡Eso sí que sería un auténtico e inaceptable despropósito!

Jesús Lens