El ciudadano modelo y la Guardia Civil

Ayer bajé a la playa con regomello. Decir que lo hice acojonado sería exagerar, pero mi resquemor sí que llevaba. ¿Leyeron mi columna dominical, en la que denunciaba la presencia de un abusón que se había cobrado unos pobres pulpilllos con sus arreos de pesca submarina? Les contaba que hubo quien lo denunció por teléfono, sin que Policía ni Guardia Civil le hicieran mucho caso. Y terminaba mi artículo quejándome de la inacción de ambas instituciones y lamentándome del poco provecho de la colaboración ciudadana.

Partiendo de mi columna de ayer sobre La Ballena Pillapulpos, en IDEAL, tiene sentido la de hoy, que finalmente apareció la Guardia Civil…

Cálmate

Pues miren por dónde, tengo que pedir disculpas por mis apresuradas conclusiones y felicitar a la Guardia Civil que, efectivamente, se personó en La Chucha e incautó los inmaduros al sujeto bautizado como Ballena pillapulpos, que se volvió a casa con la familia, sin pesca y con una sanción que, pequeña, no debe ser.

Así las cosas, comprenderán que esta mañana asomara yo el hocico a la playa tras mis gafas de sol y tratando de hacerme lo más pequeño posible, que me imagino el cabreo del susodicho pescador furtivo.

Espero que las hijas del individuo en cuestión aprendieran la lección. La lección opuesta a la que les dio su padre, cuando emergió de las aguas presumiendo de sus capturas. El hombre, por cómo trataba de disimular a la hora de sacar los pulpos de la red y meterlos en una nevera portátil, sabía que estaba infringiendo la ley. Imagino que le diría a sus niñas que la ley, a él, le resbalaba. Que un tipo listo, vestido con un neopreno y armado con un fusil, se bastaba para sacar del mar… un puñado de pulpillos que cualquier adolescente con dos dedos de frente jamás habría osado matar.

Pues no señor. No. Gracias a que hay ciudadanos que no se limitan a mirar y a quejarse, sino que actúan y denuncian lamentables comportamientos como el descrito, los pulpos de La Chucha están hoy más protegidos y seguros que ayer.

Ciudadano modelo

Gracias, pues, a ese ciudadano modelo y gracias a la Guardia Civil que, pese a no mostrarse muy diligente por teléfono, actuó como debía, incautó los pulpillos y empuró a un sujeto que, espero, también haya aprendido la lección.

Seprona

Si queremos que las próximas generaciones conozcan la fauna marina más allá del National Geographic, denunciemos a esos furtivos que tanto daño hacen.

Jesús Lens

Twitter Lens

La ballena pillapulpos

Ayer estábamos en la playa, dándole el primer descabello al verano, cuando vimos salir del mar a un tipo desbordantemente robusto, por describirlo de forma austera, embutido en un traje de neopreno de camuflaje, arrastrando una boya roja y varios aparejos de pesca submarina.

Habíamos estado viendo, durante buena parte de la mañana, cómo se sumergía en una zona de la playa de la Chucha con rocas, algas, cuevas y abundante vegetación y fauna marina. Al emerger, las que debían ser sus hijas, su mujer y sus padres (o suegros) se acercaron a ver el botín conseguido por el aprendiz de Ahab submarino: un puñado de pulpilllos que cabían en la palma de una mano. E, indignado, escribí mi columna de IDEAL de hoy domingo.

Pulpillo

Mi hermano y yo pensamos qué hacer. Si denunciar el hecho a las autoridades o dejarlo correr. Mirábamos al tipo, gordo como la ballena blanca perseguida por el personaje de Melville, alardeando delante de las niñas de su gesta, y seguíamos indecisos, viendo el toldo verde bajo el que la familia pasaba un sábado de playa, con sus neveras y sus colchones inflables.

No es plato de gusto denunciar a nadie. No es un papel que guste desempeñar, el de delator y acusica, por mucho que Elia Kazan tratara de dignificarlo en «La ley del silencio», usando para ello a Marlon Brando. Finalmente no hicimos la llamada y nos fuimos a comer.

Ballena pulpo

Por la tarde nos enteramos de que hubiera dado igual que llamáramos o no. Porque otro de los habituales de la Chucha sí alertó a la Guardia Civil, quienes le dieron una larga cambiada diciendo que no había Sepronas disponibles y que llamara a la Policía Nacional. Llamada que también hizo. Para que le respondieran que aquello era cosa de la Guardia Civil.

Ustedes entenderán la frustración que te asalta ante situaciones como esta. Quizá, la solución hubiera sido ir a montarle el pollo, directamente, al paquidermo esquilma fondos marinos. Y que se hubiera liado el pifostio, llegado el caso. Eso hubiera obligado a las autoridades a intervenir, claro. Pero imaginen la estampa, en la playa, para los niños y jóvenes que por allí andaban.

Pulpitos

Permítanme que la próxima vez que escuche las palabras «colaboración ciudadana» me ría a mandíbula batiente, recordando al intrépido cazador de pulpitos y la inacción de los responsables de impedir estas tropelías. ¿Será culpa, también, del gobierno en funciones?

(*) Esta columna tiene segunda parte, publicada el lunes, igualmente en IDEAL. Porque, finalmente, sí que apareció la Guardia Civil. Lean, lean aquí…

Jesús Lens

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