New Pompey

Ha querido la casualidad que lea “New Pompey”, la novela del argentino Horacio Convertini, a la vez que veo la segunda temporada de la impresionante serie “American Crime”.

New Pompey Convertini

¡Qué cantidad de concomitancias entre dos historias que transcurren en zonas geográfica, cultural y socialmente tan distantes como la Buenos Aires de Convertini y la Indianápolis de la serie de John Ridey! Porque el mundo, en realidad, es un pañuelo. Y los conflictos que atañen a los seres humanos, en realidad, son los mismos en los cinco continentes.

Conflicto 1: tratar de formar parte de un grupo. La banda. La pandilla. El equipo.

Conflicto 2: ser diferente.

Conflicto 3: descubrirlo en esa edad siempre complicada de la adolescencia y la postadolescencia y previa a la juventud.

Conflicto 4: hacerlo público. Y sobreponerse al escándalo. A la decepción. A la exclusión.

Con una estructura formal prodigiosa y utilizando brillantemente los saltos en el tiempo, Horacio Convertini nos cuenta la historia de Cali, que vuelve a la casa vacía de los padres muertos, en el viejo barrio de Pompeya.

Horacio Convertini

A través de una medida narración repleta de pequeños apuntes y certeros flashazos, Cali se va mostrando poco a poco, desnudando su alma mientras nos cuenta su historia. Y así conoceremos a uno de esos personajes a los que coges cariño desde el primer momento.

Cali no es un malo de ley. No es un gángster ni un delincuente. Aunque algo turbio se traiga entre manos. Es un tipo, normal y corriente, que vuelve al barrio. Y el barrio le descubre con la guardia baja, arrojándole a la cara muchos de los fantasmas que creía haber dejado atrás.

Porque vivir en Pompeya no es fácil. Sobre todo, si guardas secretos. Especialmente si ese secreto es ominoso. O, al menos, si tú lo sientes así. Y Cali, efectivamente, así lo percibe. Y por eso se fue. Hasta que vuelve. Y los regresos nunca son sencillos.

New Pompey Horacio Convertini

Porque volver supone, efectivamente, enfrentarse a los fantasmas del pasado. Fantasmas con nombre y apellido. O, al menos, con apodo. Como el Chino Reilly.

¿Cómo ha sabido el Chino, tan rápido, que está de vuelta? ¿Cómo ha sabido que está solo? ¿Cómo ha sabido que está en un momento vulnerable que podría llevarle a tomar, otra vez, una decisión equivocada?

Es lo que tienen los fantasmas del pasado. Que saben demasiado. Y nosotros también queremos saber, por supuesto. ¡Menos mal que Cali nos contará, en apenas 200 páginas que se leen vertiginosamente, todo lo que necesitamos conocer sobre su vida!

Al menos, todo lo necesario para que le tomemos afecto. Notable afecto. Porque el Cali es uno de esos personajes a los que te gustaría conocer en la realidad y tratar de hacerte su amigo.

¡Gracias, Horacio Convertini, por habérnoslo presentado!

Un placer…

Jesús Lens

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Martillo Matón

En la conversación organizada por Granada Noir con el escritor Carlos Zanón, hablando sobre cómo se convirtió en novelista adscrito al género negro y criminal, señalaba que en una de sus primeras novelas, el protagonista mataba a un amigo, utilizando para ello un martillo. Y en las birras posteriores, Entre Milnos y Letras, seguimos hablando del tema, lo que sirvió de inspiración para esta nueva entrega de El Rincón Oscuro de IDEAL.

Martillo Carlos Zanón

Insistía Zanón en que es un escritor más de personajes y atmósferas que de complejas e intrincadas tramas. Y que a la hora de abordar el comportamiento de sus personajes, siempre piensa en cómo actuaría él, una persona normal y corriente. ¿Cómo matar en la Barcelona urbana de hoy a un tipo? Pistolas, revólveres y armas de fuego, por lo general, no están a disposición de cualquiera. Las escopetas de caza o herramientas como hachas, guadañas y horcas, son propias de entornos rurales. Así las cosas, ¿qué tendría más a mano un vecino cualquiera, para agredir a otro? Básicamente, cuchillos de cocina… y un martillo.

Por poco manitas que sea uno y por enemigo que se declare de la Bricomanía, siempre tendrá en casa un martillo a su alcance. No hallará cerca taladros, brocas o berbiquíes. No habrá usado un serrucho desde que recortaba el pané con la segueta, en la escuela, tratando de construir una imposible Torre Eiffel de madera; pero seguro que sabe dónde está el martillo.

Y por eso resulta tan creíble que un personaje mate a otro a martillazos. Tan creíble… y tan salvaje. Porque el martillo es una herramienta de construcción. Es algo familiar, sencillo y accesible. Forma parte de nuestro entorno más íntimo y cercano. Nos acompaña desde que nacemos y es uno de los primeros objetos que cualquier niño pequeño aprende a reconocer. Y ver a esa herramienta convertida en arma letal, impacta. Y mucho.

Martillo sangriento

Andreu Martín, uno de los padres del género negro español, tituló “A martillazos” una de sus más memorables novelas policíacas y Lorenzo Lunar también utilizó un martillo de zapatero para matar, literariamente hablando, a un tipo ataviado con traje inmaculadamente blanco, en la Cuba del Período Especial. En aquellos años tan complicados, en los que había escasez de casi todo, la vida valía más bien poco, como Leo Martín, policía de la ciudad de Santa Clara, iba a comprobar en sus propias carnes, al enfrentarse a un cadáver con la cabeza destrozada a martillazos en un turbio entorno de prostitución y corrupción de menores, en “Usted es la culpable”.

Martillo Andreu Martín

En el cine, el martillo como arma también ha sido muy utilizado. ¿Quién no cerró los ojos, por ejemplo, cuando Kathy Bates enarboló un mazo para romperle los tobillos al escritor interpretado por James Caan en “Misery”, adaptación de la novela de Stephen King?

Martillo Misery

Vale, vale. No es lo mismo una maza que un martillo. Pero a tipos duros como el conductor sin nombre que protagoniza la excepcional película “Drive”, le basta el preciso uso de un pequeño martillo para arrancar a un facineroso la información que precisa. Basada en una novela de James Sallis, la película dirigida por Nicolas Winding Refn nos electrizó a todos los amantes de Noir, provocando un terremoto de emociones fílmicas al que ya no estábamos acostumbrados.

“Drive” también sirvió para presentar en sociedad a un actor, Ryan Gosling, que desde entonces no ha hecho sino subir como la espuma. Con el hieratismo y la contención gestual como bandera, la imagen del conductor ataviado con la chupa del escorpión, guantes negros y martillo en mano; ya forma parte de la iconografía más reconocible del Neo-Noir del siglo XXI.

Martillo Drive

Y luego está esa joya titulada “Old Boy”, del surcoreano Pak Chan-uk. ¿Corea ha dicho usted? Sí. Película coreana por los cuatro costados. Y uno de los thrillers más impactantes de los últimos años, que en Oriente también saben matar. A martillazos, por ejemplo. En el Festival de Cannes de 2004, “Old boy” conmocionó. En el de Sitges, arrasó. Y fíjense si la película resultó memorable que el director afroamericano Spike Lee dirigió un remake de la misma, estrenado en 2013, en el que el martillo también era utilizado con fruición como arma homicida.

Martillo Old Boy

Terminamos este repaso recordando que en la serie “Fargo”, un martillo homicida desempeña un trascendental papel en la trama, convirtiéndose en un objeto de humor negro que arranca algunas de las carcajadas más políticamente incorrectas de los últimos años.

Martillo Fargo

Y, sin embargo, ¿no resulta aterrador?

Jesús Lens

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Siempre pagan los mismos

Durante la celebración de la primera edición de Granada Noir se planteó una interesante tertulia entre los autores y el público presente, con cuestiones como las siguientes: ¿Puede la novela negra contemporánea dejar de lado la crisis? Escribir novelas apegadas a la realidad del momento ¿les pone fecha de caducidad? ¿Es necesario tomar distancia para escribir y dejar pasar el tiempo?

siempre pagan los mismos

Y es que escribir sobre el aquí y el ahora más feroces conlleva el riesgo de convertir las novelas en panfletos y, por tanto, de que la calidad literaria de los textos se vea mermada.

Personalmente sigo insistiendo en que una crisis que nos atenaza desde hace ya siete años no puede ser ajena al género negro, si lo consideramos como el género realista por excelencia. La gente que ahora tiene 25 años lleva viviendo entre penurias y penumbras  desde que cumplió la mayoría de edad. Así las cosas, ¿se va a creer cualquier cosa que lea, si la historia no se integra en un contexto como el que estamos sufriendo?

Carlos bassas negra y criminal

Sirva esta larga introducción para señalar que Siempre pagan los mismos, la nueva novela de Carlos Bassas (del que ya hablamos sobre su sensacional «El honor es una mortaja» )publicada por la editorial Alrevés, sí toca el tema de la crisis. Y lo hace, precisamente, justo como yo creo que debe hacerse: introduciéndola como el escenario en el que se desarrollan los hechos que nos cuenta el autor.

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Jesús Lens

Orán ya no te quiere

Las calles de nuestras ciudades albergan historias que corren el riesgo de perderse entre los brillos de los neones, las paredes blanqueadas, los botellones y las tiendas de chinos que todo lo invaden. Historias, sin embargo, que es necesario rescatar del olvido, aunque ello suponga enfrentarnos a verdades incómodas que duelen, escuecen, pican y amargan.

Orán ya no te quiere

Vivimos en un siglo XXI que comenzó en 2001, en la Zona Cero de Nueva York y tendemos a pensar que nada de lo que ocurrió antes nos afecta. Pero no es así. De hecho, el propio 2001 hunde sus raíces en episodios históricos que vienen de los años 80. Y lo que pasó en los 80 está muy relacionado con lo que pasó en los 60. Etcétera.

Por eso, una novela como “Orán ya no te quiere”, protagonizada por Leire, una veinteañera de hoy en día que vive y trabaja en Pamplona, comienza realmente en África, hace más de cincuenta años.

Y por eso, aunque hoy vemos los Sanfermines retransmitidos vía satélite, en slow motion y con todo lujo de detalles, resultan más impactantes los que se celebraron en julio de 1936, unos días antes de que todo estallara por los aires.

“Orán ya no te quiere”, del escritor navarro Carlos Erice y publicada por la editorial Traspiés, es una novela-río intergeneracional que nos permite bucear en un pasado que dista mucho de estar muerto y enterrado. Un pasado que condiciona el presente. Un pasado (in)corrupto que huele y que pide, a gritos, ser aireado.

Orán ya no te quiere Erice

El autor utiliza muy hábilmente la geografía urbana actual de Pamplona, sus calles más conocidas y otras menos transitadas, sus bares, sus zonas de copas y los barrios contemporáneos; para enfrentarla a las calles revueltas de una ciudad que arde por los cuatro costados y que obliga a huir a muchos de sus jóvenes. Jóvenes de una generación perdida que, sin embargo, ganó la II Guerra Mundial. Pero que no les sirvió de nada.

Orán Pies Negros

Jóvenes que dejaron de serlo cuando creían haber encontrado un hogar, pero las circunstancias les obligaron a volver a ponerse en marcha, metafórica y no tan metafóricamente hablando. Jóvenes curtidos y maleados por la vida cuyas convulsas biografías tanto influyen en las de un puñado de chavales que, hoy, lucen piercings y tatuajes, salen a beber por la noche y se comunican a través del móvil. Chavales que se llaman Leire o Susana, pero también Ahmed o Mohamed.

Orán Pieds Noir

“Orán ya no te quiere” es una novela que hunde sus raíces en la Historia para contar las historias de unos personajes zarandeados por las circunstancias, la guerra, el exilio y el deseo de llevar una vida mejor. Una novela caracterizada por el antimaniqueísmo de un argumento que sorprenderá al lector que se deje envolver por una trama llena de filosas y cortantes aristas.

Jesús Lens

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El diablo en cada esquina

¿Cuánta acción, muertos, sueños, planes, traiciones, pesadillas, casualidades, robos y asesinatos caben en 200 páginas? ¿Cuántas vidas al borde del despeñadero puede albergar un libro relativamente corto?

Si hacemos caso a la espídica novela El diablo en cada esquina, de Jordi Ledesma, publicada por Alrevés; serían incontables. Innumerables. Casi, casi insondables. E inconmensurables.

El diablo en cada esquina

Cuatro personajes principales. Muy distintos entre sí.

Un niño bien al que las cosas empiezan a irle mal.

Un mal poli al que los atajos parecen haberle ido bien.

Una joven sudamericana de vida amarga que cambió de país para convertirse en Dulce.

Un chavalito al que hicieron hombre en el ejército y cuyas habilidades, ahora, ejerce en el ámbito de la delincuencia organizada.

Y un Padrino, por supuesto. Un Padre Padrone. Un Patrón. Un Capo mefistofélico y todopoderoso que tiene a los bajos fondos de Barcelona comiendo de su mano.

Y a los altos también.

Pero no nos desviemos.

Y si quieren seguir leyendo ustedes esta reseña, vayan a nuestra página hermana: Calibre 38.

Jesús Lens

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