La mirada del momento

Mirada espejo

Ese momento en que, tras haber pasado una noche con los amigos, hablando de lo divino y lo humano, comentando los temas de actualidad, -“arreglando el mundo” que se dice- y debatiendo acaloradamente, con la tranquilidad de estar entre gente de confianza con la que se puede hablar con total libertad, sin necesidad de ser políticamente correcto y de andarse con paños calientes; entras en el ascensor que te sube a casa y te encuentras con la mirada de un tipo que, desde el espejo y muy serio, te espeta:

– ¿De verdad? ¿De verdad eres tú? ¿Estás seguro de quién coño eres? ¿Eres consciente de en lo que te has convertido?

Y te lo pregunta tan serio y con una cara de mala leche de tal calibre que no tienes más remedio que apartar la mirada y volver los ojos, avergonzado, hacia tus zapatos, rogando en silencio para que el ascensor llegue a tu piso lo más rápido posible…

 Mirada horror

Jesús Lens

En Twitter: @Jesus_Lens

 

Incomodidad

Hace unas semanas se celebró el célebre Día de los Muertos. O de los Santos Difuntos. Como más (o menos) les guste.

Y nuestros amigos de Alcalá la Real, el inquieto colectivo literario cultural “Entre Aldonzas y Alonsos”, organizaron un certamen no competitivo de relatos más o menos terroríficos.

 Periodico

Yo participé con uno, que titulé “Incomodidad” y que comienza así:

“Miré alrededor y no vi a ningún minusválido. Ni a ninguna señora mayor. O embarazada. De hecho, la gente que iba de pie en aquel vagón era porque le daba la gana ya que, sitios vacíos, había. No muchos, pero algunos quedaban.

 

Entonces, ¿por qué me miraba la gente de aquella manera?”

Y sí. Tiene que ver con Comunicación, periódicos y periodismo. Y con los transportes públicos.

 Periodico morenos

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Aquí.

Jesús Lens

En Twitter: @Jesus_Lens

El teléfono perdido

Dedico este cuento a los amigos del colectivo “Entre Aldonzas y Alonsos”, de Alcalá la Real, que ahora mismo están leyendo relatos en el mítico «Casablanca» de Julián. ¡Salud, amigos!

Era domingo por la tarde y estaba repasando la enorme pila de papeles pendientes, compuesta por informes y hojas de cálculo impresos, recortes de presa, notas apuntadas en servilletas, en páginas arrancadas de la agenda, en tarjetas y hasta en pasquines publicitarios. Fue entonces cuando me encontré con un número de teléfono, apuntado en un trozo de papel arrugado.

 Teléfono

Aquel número no me sonaba de nada, pero eso tampoco es de extrañar: desde que usamos los móviles, nadie recuerda un maldito teléfono. Lo verdaderamente raro era que no aparecía ningún nombre junto a los números que me sirviera para identificar el teléfono. ¿A quién correspondería el jodido número y para qué lo habría apuntado yo, subrayándolo dos veces, con trazos enérgicos? Y, sobre todo, ¿por qué lo había apuntado en un papel en vez de hacerlo en la agenda del móvil?

Para salir de dudas, y aun a pique de quedar como un imbécil, marqué el número, a ver si conseguía reconocer a quién contestara al otro lado.

 telefono perdido

Y a los tres timbrazos, un mensaje pregrabado:

“El servicio acordado ya está en proceso de ejecución o ejecutado. El contrato no puede ser rescindido bajo ningún concepto, circunstancia o excepción; como usted bien sabe. Por su propia seguridad, no diga una sola palabra y no vuelva a llamar a este número. El terminal con el que contactó usted originalmente está destruido, el buzón de voz está desconectado y, por tanto, cualquier mensaje que usted esté pensando dejar grabado no será escuchado por nadie”.

Jesús Lens

El ejecutivo y el macarra

– Entonces, ¿lo ves posible?

– Por un precio, colega. Siempre por un precio…

– ¿Qué precio?

– Joder, hermano. Teniendo en cuenta lo que tú vas ganar, cincuenta mil me parece justo.

– ¿Cincuenta? ¿Nada más? ¡Hombre, ya puestos, que sean cien mil! ¡Qué menos!

– Cuarenta.

– Diez.

– ¡Anda y vete a cagar! Por esa pasta no es solo que no movería un dedo. Es que no haría ni por pensar en moverlo.

– Mira, no tengo toda la noche. Y nunca me ha gustado el regateo. Veinte mil. Última oferta. Lo tomas o lo dejas.

– Gastos aparte.

– Gastos aparte. ¿Cuándo estará hecho?

– Si todo sale bien, a fin de mes.

– Un trabajo limpio, doy por supuesto. Sin líos, complicaciones o efectos colaterales…

– Eso, Bro, ni se pregunta.

El ejecutivo y el macarra sellaron el pacto por el viejo rito de darse la mano aunque, la verdad sea dicha, ninguno confiaba excesivamente en el otro.

 El ejecutivo y el macarra

Se volvieron a encontrar, tal y como acordaron, a primeros del mes siguiente. En el mismo bar. En la misma mesa.

– ¿Todo arreglado?

– ¿Por quién coño me tomas? ¿Por uno de esos niñatos con los que estás acostumbrado a trabajar?

– ¡Cierra el pico de una puta vez! Solo quiero verlo con mis propios ojos.

En silencio, el ejecutivo abrió su cartera de cuero y sacó la escritura de la casa que le había conseguido al macarra, en subasta judicial, tras haber movido unos hilos y tocado las teclas precisas para que el juzgado y la policía lanzaran al legítimo propietario, que había acumulado algunos impagos.

El ejecutivo, enchaquetado y encorbatado, también sacó un puñado de llaves y las arrojó sobre mesa, junto al caos de papeles que había ido desplegando.

– Toda tuya. Las cerraduras están cambiadas. Nuevas. Puertas blindadas. De las alarmas te encargas tú.

 El ejecutivo y el macarra

Las carcajadas del macarra, vestido para la ocasión con una sudadera y un medallón de oro macizo, hicieron enmudecer al resto de parroquianos. Era una de esas risas desmesuradas, de las que salpican. Como si estuviera lloviendo saliva. Y es que no podía parar de reír, pensando en la cara que pondría el payaso de su vecino, aquel pijo de mierda, cuando se enterara de quién se había quedado con su casa. ¡Con la de veces que el muy mamón había llamado a los municipales, quejándose por el jaleo que montaban sus jóvenes camellos cuando daba una de sus habituales fiestas!

Jesús Lens

Este relato es una nueva libre interpretación de uno de los Garabatos Digitales de Colin Bertholet. En este enlace y en este otro tenéis otras de esas improvisaciones.

 

¡Seguimos!

Compañera fiel

“En conclusión: mañana, otra vez, sol y buen tiempo” –concluyó el locutor.

Fue justo entonces cuando creyó oírla, a la hijaputa, descojonarse de la risa.

Le bajó el sonido a la radio.

Efectivamente, era ella, diciéndole con voz queda:

¿Qué? ¿Creías que te ibas a librar de mí? ¡Pues te jodes! Mañana y, por lo que he visto en Internet, todo el resto de la semana. Como mínimo.

 The Shadow

Como vio que iba a la cocina y, por su actitud, sabía que su objetivo era el cuchillo cebollero, rebajó el tono de su cantinela:

Pero mira que eres ingrato y cruel conmigo, tu compañera fiel, siempre a tu lado. ¡Ay! Ya me echarás de menos, cuando te falte…

Sabía que tenía razón. Pero no era menos cierto que estaba hasta las pelotas de ella, todo el santo día junto a él, como un perrillo faldero.

Cansina, aburrida, maldita y pegajosa… ¡qué ganas tenía de perderla de vista! ¡Qué ganas de que, por fin, el cielo se cubriera de nubes y el agua de la lluvia se la llevara por delante, de una vez!

¡A su sombra! Esa jodida y condenada sombra fatal…

Yo soy yo y mi sombra
Yo soy yo y mi sombra

Jesús Lens, insistiendo en que Se acerca el invierno, pero no lo parece.

En Twitter: @Jesus_Lens