Crear mundos imaginarios

Como pasa tantas otras veces, una conversación al calor de unas cervezas Alhambra bien frías para el suplemento Gourmet estiró tanto que parte de lo hablado no encuentra acomodo en la página correspondiente. Por ejemplo, lo de Joaquín López Cruces de mañana viernes. 

En el momento en que empezamos a charlar de su nuevo cómic, dedicado a las Misiones Pedagógicas en la Alpujarra en los años 30 del pasado siglo, y que verá la luz el año que viene publicado por Astiberri, surgieron los mundos de fantasía. Porque el pueblo en el que transcurrirá la acción, Neveros, es imaginario. Pero real. “Muy representativo”, como lo describió Joaquín. 

Le pregunté por el siempre espinoso tema de la documentación y hablamos de las fuentes consultadas, las fotografías que le ha mandado Enrique Bonet, guionista de la historia, y las suyas propias, que hay pueblos alpujarreños que parecen congelados en el tiempo. Hablamos de Antonio Sánchez Barbudo y de Val del Omar, al que ya dibuja con soltura. “Me he relajado con el tema de la documentación”, confiesa Joaquín sin sentimiento de culpa. “Me acuerdo de Jean Giraud, Moebius, cuando le preguntaron por la exactitud y el realismo de los paisajes reflejados en Teniente Blueberry. Y él respondió que esa era la magia de los tebeos, que la gente se creyera que el Lejano Oeste era así”.

Me siguió contando sobre una serie que le tocó ilustrar para El País sobre las Rutas de Al Andalus. Preocupado por cómo dibujar a los moriscos, se fue a ver a todo un erudito como Francisco Izquierdo, que le dio otro de esos consejos que valen su peso en oro: “haz lo que quieras, que nadie se va a enterar”. Y nos partimos de risa. 

Pero la realización en papel de auténticos mundos imaginarios no se terminó ahí. Recordando la revista Olvidos y al gran Mariano Maresca, me habló de una serie de ilustraciones en las que devolvía a la vida inmuebles y otros elementos famosos desaparecidos de Granada, con textos de Juan Calatrava. Locales que solo quedan en fotografía o se encuentran en estado ruinoso, como el hotel Reúma, el cine Olimpia, el teatro Cervantes o el tranvía a Sierra Nevada.

Aparece gente comentando la película o la obra representada, la comodidad del hotel o las vistas desde el vagón. Y parece todo tan real… El arte también es eso: construir mundos imaginarios y devolver a la vida los ya desaparecidos. 

Jesús Lens

Sacromonte Films

Yo soy uno de esos tipos raros que se quedan a ver los títulos del crédito en el cine, cuando ya ha terminado la película. Teóricamente. Porque, si hasta el rabo todo es toro, hasta el último agradecimiento sobreimpresionado en pantalla, todo es filme.

El hombre de las mil caras

Me gusta no solo escuchar el tema final de la banda sonora, sino ver quiénes han compuesto e interpretado la música, comprobar las localizaciones y lugares de filmación y, sobre todo, me maravilla constatar las decenas y decenas de personas implicadas en una película, por artesanal y de bajo presupuesto que sea.

 

Fui a ver la extraordinaria “El hombre de las mil caras”, la última película de Alberto Rodríguez, una apabullante lección magistral de sabiduría cinematográfica, de ritmo y montaje. Y, también, un recital interpretativo de Eduard Fernández, más que merecidamente galardonado por su interpretación de Francisco Paesa en el Festival de San Sebastián. Y de ello hablo hoy en IDEAL.

Cuando vaya usted a disfrutar de “El hombre de las mil caras”, algo que debería hacer sí o también, no tardará mucho en ver el nombre de Sacromonte Films impresionado en la pantalla. Y, también, su logo, esa pita tan habitual en los barrancos del barrio troglodita de Granada, apuntando hacia arriba, altiva y orgullosa.

Sacromonte films

El equipo de José Sánchez-Montes, que también participó en la exitosa y multipremiada “La isla mínima”, ha dejado su impronta en una de las más exquisitas producciones de los últimos años Y es que, más allá de la trama, el guion y los personajes, la factura técnica de “El hombre de las mil caras” es impecable.

Desde los tiempos de “Ronin” no he visto un París tan atractivamente enigmático en una película de espías en la que todo encaja como un guante. Desde el París más identificable y sofisticado a ese otro más opresivo y anónimo en el que se refugió Roldán. Y está Suiza. Y está Singapur. Y los aeropuertos, las salas de espera, los restaurantes…

El hombre de las mil caras París

Decía Eduard Fernández que le gustaría que, un día, el auténtico Paesa le llamara para tomar un café y charlar. Ojalá que, cuando llegue el momento, esté ahí José Sánchez-Montes con su equipo de guerrilla, ése que utiliza para filmar documentales tan emocionantes como el que dedicó a la recuperación de nuestro querido Mariano Maresca. A la espera de “Omega”, disfruten de “El hombre de las mil caras”.

Jesús Lens

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