¡EN LA FERIA DEL LIBRO!

¡Amigos!

Que este año vamos a estar en la Feria del Libro, tanto en la de Granada como en la de Motril. Y no sólo como paseantes, espectadores, oyentes y compradores de libros. Si pincháis AQUÍ, veréis qué alegría verse incluido entre la nómina de autores que participan en la Feria más querida de todas las ferias del año.

Porque este año y con la ocasión de ese «Hasta donde el cine nos lleve» que a tantos sitios nos está llevando y tantas alegrías nos está dando, vamos a hablar de cine, libros y viajes en ambas ciudades.

Comenzaremos en Motril, el miércoles 21 por la tarde, sin que aún podamos confirmar la hora.

Y seguiremos en Granada, en el Centro Cultural Puerta Real, el sábado 24 de a las 19 horas. Para la ocasión y con el fin de que quiénes habéis estado en otras presentaciones encontréis algo distinto, contaremos en la mesa, acompañando a un servidor, con dos artistas y viajeros de tronío y prestigio: el escritor Manuel Villar y el pintor Jesús Conde.

Una ocasión estupenda para, con la excusa del libro, departir amigablemente con todos vosotros y con ese par de monstruos del viaje, el arte y la vida.

Después, ni que decir tiene, nos daremos una buena regada de birras en alguno de los bares aledaños a Puerta Real.

Todo el Programa de la Feria del Libro de Granada, pinchando AQUÍ.

¿Nos veremos?

EL VALOR DE LA LITERATURA

En la columna de hoy viernes en IDEAL defendemos que la vida y los libros pueden ir de la mano. Y que la literatura puede venir revestida de grandes dosis de valor… a ver qué pensáis.Hay muchas veces en que los columnistas de opinión estamos obligados a posicionarnos acerca de según qué temas. Aunque sea difícil decir nada original. Aunque exista una unanimidad ensordecedora. Por ejemplo, cuando te plantas frente a un quiosco de prensa y lees los titulares de todos los periódicos, una vez levantado el secreto de sumario del caso Gürtel. Pobre Arenas. Nunca lo tuvo tan cerca y, sin embargo, visto la que han montado sus compadres allá donde han gobernado, no le resultará fácil descabalgar al PSOE de su cansina mayoría andaluza.

Y, de entre todos los temas que nos atañen a los españoles, hay uno, el del terrorismo etarra, que siempre está ahí. Latente. Emboscado. Un tema espinoso y complejo en el que, para unos pocos, los etarras son miembros de un inverosímil brazo armado del Movimiento de Liberación Vasco mientras que para otros, cada vez más, afortunadamente, no es sino una banda de mafiosos que llevan toda la vida sin pegar un palo al agua, viviendo del cuento nacionalista para no tener que trabajar honradamente, como cualquier hijo de vecino.

Pero escribir ETA da miedo. Mucho miedo. Por eso, encontrar libros como «El zulo de los elegidos» te reconcilia con el valor de la mejor literatura. Valor, en un doble sentido. Valiosa. Porque Manuel Villar es un escritor de raza, dotado de una prosa poderosa, rica, sugestiva y evocadora.

Y valerosa. Porque en «El zulo de los elegidos», el escritor soriano afincado en Granada desde hace muchos años, nos cuenta la historia de un secuestro protagonizado por ETA, desde el punto de vista del secuestrado, encerrado en un diminuto zulo en el que Santitos Rivera tendrá que acostumbrarse a sobrevivir. Y, en la medida de lo posible, a vivir.

Impresiona la frase del Nóbel J.K. Coetzee: «Los terroristas están dispuestos a matar todos los días y, si siguen viviendo en sociedad, es con la sola idea de destruirla». Brutal. Demoledora. Clarividente. Y emocionan las palabras de Manolo, cuando dice que, aún partiendo de hechos imaginarios, lo que cuenta «también son hechos reales, de un secuestro colectivo que han sufrido muchos españoles, y nadie, por tanto, debería sentirse excluido de lo que aquí se cuenta. A todos, culpables e inocentes, dedico la novela con la esperanza de que esta tragedia brutal, enfermiza y sinsentido finalice».

Hoy tenemos que felicitarnos por encontrar novelas de tanto valor como «El zulo de los elegidos» en medio de la inanidad de un mercado editorial tantas veces clónico, adocenado, conservador, timorato y aburrido. Es un orgullo contar con escritores como Manuel Villar, cuyo saber enciclopédico y su curiosidad sin límites lo mismo nos permiten descubrir un África ignota y misteriosa que adentrarnos en tórridas historias de amor, fascinación y destrucción o, como en este caso, nos ayudan a comprender una de las grandes tragedias de nuestro tiempo.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

EL ZULO DE LOS ELEGIDOS

Los terroristas están dispuestos a matar todos los días y, si siguen viviendo en sociedad, es con la sola idea de destruirla
J.K. Coetzee

Vuelve Manolo Villar con una novela. En este caso, nada de África o de viajes. «El zulo de los elegidos» se basa en los episodios más dramáticos de la historia de España en los últimos cuarenta años, en los que han muerto más de un millar de españoles. La mayoría de los hechos que aquí se narran, en especial los del secuestro de Santitos Rivera, son imaginarios y nadie debe sentirse aludido. Pero también se trata de hechos reales, de un secuestro colectivo que han sufrido numerosos españoles, y nadie, por tanto, debería sentirse excluido de lo que aquí se cuenta. A todos ellos, culpables o inocentes, dedico la novela con la esperanza de que esta tragedia brutal, enfermiza y sin sentido finalice.

La presentación, en la que os esperamos a todos, será en el granadino Colegio Mayor San Bartolomé y Santiago, el miércoles 7 de Abril, a las 7.30 de la tarde.

Presenta la novela Andrés Neuman y no sabemos si habrá copita de vino español.

EL CANÍBAL DE CALI

Me encanta descubrir libros y autores nuevos. Hace unos días hablábamos de «El hombre que se enamoró de la luna». Y ayer domingo, en IDEAL, nos desayunamos con este estupendo artículo de Manolo Villar, al que tengo que agradecer que sigamos manteniendo esta conexión literario-viajero-amistosa tan especial.

 

El caníbal de Cali vive «en una ciudad que espera, pero que no le abre las puertas a los desesperados., que odia la fachada de su casa, por estar mirando siempre la fachada de la casa de enfrente., que odia a sus amigas porque su pelo es casi tan artificial como sus pensamientos… Odia la avenida Sexta por creer encontrar en ella su verdadera personalidad… Odia el club campestre por ser  a la vez un lugar estúpido, artificial e hipócrita… Odia a todas las putas por andar vendiendo añoraciones falsas en sus casas y en sus calles.»

 

Me gustaría brindarle a mi amigo Jesús Lens las obras de Andrés Caicedo, jovencísimo autor caleño, cuya obra gira por completo alrededor de la ciudad de Cali, y  que, por su voraz aprehensión por la historia del cine, debería figurar entre los dioses del autor de Hasta donde el cine nos lleve y no aparece en él. En sus artículos (concretamente en La especificidad del cine), en sus, relatos, novelas y guiones cinematográficos, siempre desde una óptica adolescente, hay referencias continuas al vampirismo, a la nostalgia, al amor, al sexo, a la violencia, a la noche caleña, en una sugestiva combinación  entre el humor y la amargura. Su folleto titulado Ojo al cine se convertiría en los años 70 en la revista especializada más importante de Colombia. Con la publicación de su novela ¨¡Que viva la música!, publicada en marzo de 1977, días antes de su muerte, Caicedo decidió que «su cabeza  estallase de una vez por todas y dejara de pensar para siempre»,  a los 25 años.

 

En la feria de Bogotá, de donde mi hijo me trae un regalo inesperado de Andrés Caicedo, Destinitos fatales, me cuenta que había ediciones piratas de sus obras, la mayoría todavía inéditas, aunque empiezan a aparecer por todas partes, no en vano a su mundo se le llama «el universo Caicediano» y empieza a universalizarse. Con sus escritos, películas y obsesiones, Andrés Caicedo ha recuperado el lenguaje de la droga y las expresiones típicamente juveniles; de ahí que nadie haya fortalecido como él las mejores imágenes adolescentes del mundo hispano y no haya nadie tan consecuente con su vida y con su obra, para destruirla de forma tan romántica y a un ritmo tan veloz; por ende y como él dijera antes de suicidarse, «vivir más de veinticinco años es una insensatez».

 

 La obra de Caicedo se asemeja mucho al concepto de «canibalismo», del que habla Raymond Chandler, porque conforma un corpus  de argumentos y fijaciones recurrentes. Vacío es tal vez su mejor narración  breve, pero es en El espectador donde utiliza el cine como parte de sus ficciones narrativas más obsesivas. Felices amistades inicia su etapa criminal y su pasión por lo macabro de Hawthorne, Melville, Poe, con situaciones que aparecen igualmente en su novela La noche sin fortuna y en su thriller Las garras del crimen. De El atravesado, él decía modestamente que era su obra maestra; pero son Los mensajeros su cuento de mayor belleza sobre Cali, su ciudad natal, la Sultana  y  Capital del Valle del Cauca, donde se sentía a gusto por su música, el ambiente, el clima, y las «peladas», que le ayudarían a morir a gusto, «cansado de pensar» a los veinticinco años. En Angelitos empantanados, el personaje más importante es Antífona, especie de metáfora de la mujer con la vagina en la boca, a la vez destructora y portadora de placeres.

 

La precocidad de Andrés Caicedo se delataba ya en sus lecturas juveniles, plagadas de notas escritas a los once y doce años, en sus diarios y en sus críticas cinematográficas, en sus guiones que no consiguió vender a Alfred Hitchcok (a pesar de recorrerse Norteamérica de Los Angeles a Nueva York, tras sus huellas,  viendo todo el cine del momento). Su precocidad está en sus grabaciones sólo- para- coleccionistas de los Stones y en el hecho de que ¡Viva la música!, se convirtiera para las nuevas generaciones de escritores colombianos en un hito, cada día mayor,  en una obra en la que la línea blanca de las drogas, los personajes angustiados que recorren las calles de Cali  y la incertidumbre de las nuevas generaciones no parezcan acabarse nunca.

 

Curiosamente, Andrés Caicedo no pasó por trágico durante su vida, a pesar de que, en sus relatos, sus personajes siempre descienden a la «espiral sin fondo de la perdición», en busca de  la marginalidad en los barrios populares, donde reside la mayor evidencia de inmundicia, y que suele terminar en el encierro de una habitación solitaria o en la muerte, como sucede en El tiempo de la Ciénaga, uno de sus mejores relatos, que en nada desmerece de La ciudad  y los perros de Vargas Llosa. El argumento es el siguiente: El muchacho se levanta a las 6 y no sabe cómo enfrentarse a la desesperación de este nuevo día. Hay colegio. La sirvienta le sirve un café frío, «entra en la cocina pisando duro y tuve que tomarme el café frío, sintiendo que se me volvía un ocho el estómago de la rabia que tenía». Tras el colegio se queda toda la tarde con Angélica. Van al cine y caminando mientras ella le contaba en susurros lo desgraciada que eternamente era desde chiquita, Mico sacó su navaja automática y se la hunde una vez, luego lo hacen el Indio y el Marucaco. Angélica cayó al suelo y allí se quedó. El muchacho regresa despavorido a su casa, pero el olor de la basura le enferma, el inodoro le descompone, y acuchilla una y mil veces a la sirvienta «porque yo también tengo mi furia». Su mamá duerme y mientras él le prepara el desayuno, los tres criminales roban su casa. Su mamá lo llama «me llama y yo así no encuentro la paz nunca».

EN EL MA DE CAJAGRANADA PASAN COSAS

Dedicado a Antonio, Diego, Enrique, Juani, Gema, Fernando, 

Raquel, Rafa, Ana, Cristian, Luis…

Y todo el resto del equipo

que lo estáis haciendo felizmente posible.

 

 

El MA. El Museo de Andalucía. El Centro Cultural de CajaGRANADA. El Teatro Isidoro Máiquez. La Plaza de las Culturas. ¡La mina!

 

Allí pasan cosas. La Granada nueva, vanguardista y diferente. Una Granada vital y excitante.  

 

Anoche estábamos Lillian, Talía y yo compartiendo un plato de choto y un tomate aliñao en el Juanillo, frente a la Cueva del Curro, tras haber disfrutado de Lucía Guarnido bailando con la Alhambra iluminada al fondo, en la Chumbera; y me lo decían: «No nos esperábamos esa Granada».

 

Ambas conocen nuestra ciudad desde hace años. Han venido en varias ocasiones. Y, tomando unas birras en uno de los centros turísticos granadinos por excelencia, repasábamos ésta su más reciente estancia en nuestra ciudad: visita al Museo de la Memoria de Andalucía, a la colección de arte de CajaGRANADA, dos tardes en las charlas del I Encuentro de Literatura de Viajes, dos conciertos nocturnos y una comida que no pudo ser en el Tartessos, que nos quedó pendiente. Entre un miércoles y un viernes. Y todo ello en apenas unos miles de metros cuadrados de espacio bien cementado y mejor cimentado.

 

Y muchas cervezas y charlas compartidas con un montón de gente, incluyendo a Javier Reverte, Manuel Villar, Rafael Guillén, Antonio Lozano o Fernando Sánchez Dragó (no dejen de leer la deliciosa entrevista que le hizo Ángeles Peñalver para IDEAL. No tiene desperdicio).

 

Al terminar sus conferencias, los autores no fueron secuestrados o abducidos por los organizadores del Encuentro de Literatura de Viajes, sino que se quedaron en la Plaza de las Culturas tomando unas cervezas y unos vasos de vino, relajadamente, hablando con todos los que tenían ganas de compartir con ellos un rato de conversación.

 

Muchas cosas buenas se podrían decir de este Encuentro. Pero la mejor es ésa: que los anfitriones y su director, el ubicuo e incansable Pedro Enríquez, han acertado de pleno al propiciar que, tras el Encuentro oficial, la presencia de los autores se prolongara en un encuentro informal regado de ideas, charlas, creatividad, anécdotas, risas, fotografías y buen humor.

 

Con paciencia infinita, los camareros que atendían la barra de la Plaza de las Culturas, sin descomponer su generosa sonrisa, regaban abundantemente la sed que tanta palabrería nos provocaba al respetable. Y es que, en el MA empiezan a pasar cosas. Sus responsables querían que así fuera y así está siendo.

 

Esa terraza, la Plaza de las Culturas, empieza a ser punto de encuentro ineludible para cualquier persona con curiosidad intelectual y vital o, más sencillamente, para todos los que quieren pasar un rato agradable y distendido. Todos los jueves hay actividades, públicas y gratuitas, en la Plaza de las Culturas. Y ya están empezando a funcionar los Talleres. A uno de ellos, por cierto, el de la Palabra, vamos a hacer por sacarle todo su jugo.

 

Y, por supuesto, seguiremos usando y abusando de esa barra y esa terraza en la que los Francis, Estrella y el resto de jóvenes profesionales de la hostelería local están dando lo mejor de sí mismos para convertir en una palpable realidad eso que, muchas veces, llamamos de forma pomposa «la Fiesta de la Cultura»: una excitante, alegre y creativa fiesta para el cuerpo y el alma.

 

Jesús Lens, agotado, pero dichoso. Y ya cargando las pilas para Agüimes y Semana Negra de Gijón.