Ya no presento más libros

Llevaba tiempo amagando, pero ya es definitivo. Créanme que me gustan y me lo paso bien, pero son un TRABAJO. A las presentaciones de libros, me refiero. Las dejo aparcadas hasta Granada Noir por varias razones, pero la más importante es que el otro día me dijeron algo así como: “Claro. Como estás prejubilado, tienes tiempo”. 

¿Cómo? ¿Perdona? ¡Ojalá estuviera prejubilado! O jubilado del todo, mejor aún. No, amigas y amigos. ¡No! Desde que hace cuatro años dejé la banca, soy autónomo y me quedan muchos años por cotizar hasta la ansiada jubilación. 

Fue tan de mutuo acuerdo aquel final que, una vez fuera de lo que entonces era Bankia, seguimos colaborando y montamos el festival Gravite. Pero no como prejubilado, sino como autónomo, insisto. 

Flavita Banana lo clava

“La culpa es tuya, que eres GILIPOLLAS”, me dicen quienes me quieren bien. Lo de gilipollas no lo verbalizan, pero se intuye. 

“¿Cuánto tardas en preparar la presentación de un libro?”, me preguntan. 

Lo primero es la llamada de tanteo. Luego cuadrar las agendas, guasap pa’rriba, guasap pa’bajo. Y leer el libro, claro. 

Leer, por si alguien no lo sabe, lleva tiempo. Y yo jamás he presentado un libro que no haya leído, faltaría más.

Luego toca hablar de la presentación, en persona o por teléfono. Hay que prepararla. Y hacerla. Ir al sitio. Echar una hora u hora y media. A veces más. Y volverse a casa. 

Pudiera parecer que todo esto es fácil: llega uno, se sienta, larga por esa boquita, pregunta si hay preguntas, despide, aplausos y a volar. 

Pero no. Como los que se dedican al faranduleo bien saben, detrás de una aparente espontaneidad hay mucho trabajo. TRA-BA-JO. 

Insisto en que me gusta y disfruto. Mucho. En que me encanta asistir a la puesta de largo de un libro y acompañar a su autor. Pero es un TRABAJO que conlleva TIEMPO. Mucho tiempo. Porque, aunque leo rápido, cuando lo hago para una presentación leo más despacio. Por motivos obvios. Con un lápiz en la mano, tomando notas. 

Pongamos que leo a 50 páginas la hora. Un libro de 300 páginas supone 6 horas. Solo la lectura. Súmenle el resto que les he detallado antes. Al final, entre unas cosas y otras, la presentación de un libro supone 10 horas de tiempo invertidas. ¡Una jornada laboral y media, según convenio!

“Pero a ti te gusta”. 

¡Claro! ¡Faltaría más! Pero también me gusta estar tumbado a la bartola, sin hacer nada. O vagabundear sin rumbo. O perder el tiempo decidiendo qué ver en Filmin sin terminar de ver nada. Pero entonces toca TRABAJAR. Para facturar. Que los seguros sociales no se pagan solos. 

Porque, enlazando con el principio, no estoy prejubilado. Ni jubilado. Ni posjubilado. No tengo nómina. Ni ayudas, pagas o complementos. No tengo incentivos, bonus o deducciones. Mi único capital, mi único aval es el TIEMPO.  

Ojo, que como presentar este se ponga a tiro, no he dicho ná, ¿estamos?

Ea. Ya he echado la parrafada. La lagrimica. Ya he conseguido mi ración de casito. Muchos de vosotros estaréis pensando que menuda gilipollez he largado. Y no os faltará razón. Pero es lo que toca.

Vuelvo a insistir, que nadie me malinterprete, que hago las presentaciones de libros con todo el gusto, con todo el cariño del mundo. Pero este año he salido a dos por mes de promedio. Y ya no puedo con más. Sin entrar en el tedio, en el aburrimiento que produce escucharme una y otra vez, que ya soy veneno para los autores y mi poder de convocatoria es nulo.   

Además, ahora me toca volver a escribir, que tengo nuevo proyecto entre manos. Eso supone leer mucho y, como ustedes ya me conocen, ver mucho cine, series y documentales. Y eso es, de nuevo, TIEMPO. Mucho TIEMPO. 

Dicho lo cual, nos seguimos viendo en los bares y en las librerías, faltaría más, pero al otro lado de la mesa. Como libres oyentes. Que también es un placer. ¡Salud y cultura!

Jesús Lens

11/11 Día de las Librerías

Hoy es un día chulo. Muy redondo. Y visual. 11/11/22. Hoy se celebra el Día de las Librerías y, además, arranca la octava edición de Granada Noir, una de cuyas actividades se celebra, precisamente, en Picasso, una de las librerías de referencia en Andalucía y en España. 

Este año, al diseñar la preparación del festival dedicado al género policíaco, hemos optado por cuatro tipos de escenarios para albergar charlas, encuentros y tertulias. Por un lado, las calles y plazas de Granada, que son un lujo, con varias rutas literarias por diferentes enclaves del Albaicín y de mi querido Zaidín. Por otro, espacios como La Madraza, La Chumbera, el Hospital Real, el Palacio del Almirante o el Cuarto Real, para disfrutar de ese ingente patrimonio histórico artístico que tenemos en la ciudad. 

Y están los bares, claro, santo y seña de un festival que se complace en compartir conversaciones, tragos, charlas y firmas con los autores al calor de esa Cerveza Alhambra sin la que Granada Noir no podría existir. Este año, además, tendremos varios encuentros en la Librería Picasso, otra aliada incondicional. En realidad, la librería siempre nos acompaña. Está donde estamos nosotros, aunque sea al final de la barra, en los bares. O en una mesa alta.

Granada Noir es un festival multidisciplinar en el que la clave son los libros. Siempre los libros. Nos gusta que se vendan muchos. Cuantos más mejor. Y nos gusta que se lean y que se hable de ellos. Por eso tenemos un Club de Lectura y Cine todo el año. Así las cosas, homenajeamos a ‘El Padrino’ y nos traemos a Iván Reguera para conversar sobre Coppola a través de su libro ‘El hombre que podía hacer milagros’. Y para la parte gastronómica, partimos de las novelas de Pepe Carvalho y el maestro Manuel Vázquez Montalbán.

Hablando de gastronomía, no vean qué ilusión me hizo encontrar el ‘Oishinbo’ en la biblioteca de Raúl Sierra, en su Atelier Casa de Comidas. Es un manga gastronómico flipante que me descubrió María Mateos, de Cómic Store, precisamente cuando nos tomamos una birra para hablar de cultura gastronómica en el D’Platos que está enfrente de su librería. O el ‘Nopi’, la nueva maravilla de Yotam Ottolenghi, una joya bibliográfica recién publicada por Salamandra, a cuyo autor me descubrió María José Porras en el Sancho Original.

Hoy tenemos a Lorenzo Silva en el 4U Hostel a las 13.30. Allí estarán sus libros. A las cinco, los libros viajarán en Metro. Y un poco más tarde, a las siete, estaremos con Óscar Beltrán de Otálora en la librería Picasso. Y allí estarán su imprescindible ‘Tierra de furtivos’… y todos los libros del resto de invitados a Granada Noir.

Dejen que los libros se acerquen a ustedes. Granada Noir lo pone fácil. Y acérquense ustedes a las librerías: hoy es 11 de noviembre y están de celebración. ¡Salud!

Jesús Lens

Los muros de la patria mía

¡Qué contraste, el de la portada del IDEAL de ayer domingo! Un gran titular, duro y amenazante: “Francia alerta de un 11-S europeo”. Justo debajo, una de las fotos más hermosas que los bibliófilos podemos imaginar: un poeta rodeado por miles de libros, en el estudio de su casa.

Muros de papel IDEAL

“Muros de papel”, ha titulado José Antonio Muñoz el reportaje, bellamente ilustrado por las fotos de González Molero. Muros. Los muros que acostumbramos a ver son los que aíslan, desde el famoso y trágico Muro de Berlín al que separa Israel de Palestina, pasando por el que delimita la frontera entre Estados Unidos y México. O, más precaria, la Valla de Melilla. Muros de la Vergüenza, la mayoría.

Hay otros muros que se han convertido en monumentos, Patrimonio de la Humanidad. El más famoso, la Muralla China. O el Muro de las Lamentaciones. Pero ninguno tan emocionante como ese muro de papel que conforma una buena biblioteca. Y a ellos me refiero en mi columna de hoy en IDEAL.

Porque los construidos utilizando libros como ladrillos son muros vivos, permeables, sólidos, en continuo crecimiento y transformación. Muros que hablan y que dicen mucho de quienes los han ido construyendo, con mimo y delectación, a lo largo de muchos, muchos años.

Muros de papel Lens

¡Mi patria es mi biblioteca! Somos lo que hemos leído. Estoy convencido de ello. También somos las películas y los cuadros que hemos visto. Y los discos que hemos escuchado. Por eso, cuando entro en una casa sin libros, siento una frialdad insoportable, aunque la calefacción esté echando bombas.

¡Qué gran idea, mostrar las bibliotecas de la gente de nuestro entorno! Y a nuestros intelectuales y profesionales rodeados de libros, comentando cuáles son sus favoritos. Cuando se habla de ejemplaridad, también es esto. ¿O no?

Siempre que viene alguien a mi casa por primera vez, lo primero que le enseño es mi estudio. Si de algo me siento orgulloso en esta vida, más allá incluso de los libros que he escrito, es de mi biblioteca. No lo voy a negar: disfruto como un niño pequeño viendo las caras que se les quedan a los amigos.

Muros de papel Jesús Lens

Y no. Por supuesto que no he leído todos esos libros. Ni aspiro a hacerlo. Pero cada uno de esos títulos, incluso los que nunca leeré, son un pasaporte a la aventura y la sola posibilidad de su lectura ya resulta emocionante y enriquecedora.

Jesús Lens

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Ir. Luchar. Contarlo

Hoy jueves, en Granada, o das una conferencia o te la dan. ¡Qué agenda cultural hay para hoy! Y de una de ellas hablo en mi columna de IDEAL, que creo que va a ser muy interesante. Pero… ¡oigan! Que yo presento un libro esta tarde y también mola todo… Qué estrés…

La botella de Bukowski

¿No resultan emocionantes y enternecedoras las imágenes protagonizadas por esos entrañables viejecitos que, en su momento, vinieron a España a jugarse la vida, formando parte de las Brigadas Internacionales?

Brigadas internacionales Lincoln

Hubo un tiempo, sobre todo a comienzos del siglo XX, en que los jóvenes más entusiastas y comprometidos se embarcaban en viajes de miles de kilómetros para participar en las causas en las que creían. Así, hubo españoles en la revolución soviética y norteamericanos luchando en México, junto a Villa y Zapata, por ejemplo. O cineastas rusos que, como Einsenstein, se echaron la cámara al hombro y se fueron a filmar la Revolución.

Brigadas internacionales

Hoy tenemos en Granada  la oportunidad de conocer y escuchar a diferentes personas que, en este siglo XXI tan dado al apachorramiento mental, la indignación postureísta y el megustismo virtual, entroncan con aquella noble estirpe de los voluntarios convencidos y los profesionales más comprometidos.

La Fundación Euroárabe y el Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada organizan la presentación de dos libros tan diferentes como complementarios. Por una parte, “Conflicto armado, género y comunicación”, dirigido por la profesora Inmaculada Marrero Rocha y en el que se habla de las nuevas modalidades de conflicto de asolan el mundo. Porque la guerra es una, pero adopta diferentes formas. Y los conflictos del siglo XXI parecen haberse especializado en incrementar los niveles de sufrimiento humano, sobre todo entre los colectivos más vulnerables, como el de las mujeres.

Housam “Sam” Najjair

El acto, que será conducido por la reportera internacional y escritora Mayte Carrasco, también contará con la participación de Housam “Sam” Najjair, que presentará su libro «Los Leones de la Brigada de Trípoli. Crónica de la lucha contra Gadafi».

En junio de 2011, cuando se produjo el levantamiento contra el sátrapa, el autor del libro, hijo de madre irlandesa y padre libio; dejó la confortabilidad de su Irlanda natal y se marchó a Libia. Tras el período de entrenamiento, se enroló en la brigada de Trípoli, una de las primeras en entrar en la capital del país norteafricano y en asegurar la simbólica plaza de los Mártires.

Es un privilegio poder conocer a personas que han ido a algunos de los lugares más conflictivos del mundo. Bien para luchar, bien para contar lo que allí pasó. Porque, insisto: no es lo mismo saber lo que pasa que estar informado.

Jesús Lens

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Arab Jazz

Estamos en París. Pero no en el París de postal en el que todos pensamos cuando escuchamos la palabra París. Estamos en el otro París. Uno muy diferente. Un París de calles oscuras y edificios abigarrados en los que conviven vecinos de mil y un orígenes, procedencias, tradiciones… y profesiones. Tanto laborales como religiosas

Arab Jazz

Porque hay muchos barrios en muchas grandes ciudades en los que las religiones de sus vecinos condicionan sus vidas. Y no hablamos ya, en general, de cristianos, musulmanes y judíos; sino de las muchas y muy diferentes ramificaciones en que se divide cada una de estas religiones troncales. Por ejemplo, los Testigos de Jehová.

Si por algo se caracteriza Arab jazz es por exudar realismo por sus cuatro costados. Karim Miské hace que saborees el falafel que se comen los protagonistas, que escuches el sonido de las tijeras que cortan el pelo en una peluquería, que te empalagues con la fragancia de las especias con las que se cocina en el barrio, que te quemes con el té hirviendo que toman los vecinos y que los ruidos de la calle te lleguen a los oídos, alto y claro.

Karim Miské
Karim Miské

Y la tensión a la que están sometidos los policías encargados de la investigación, por supuesto. Gente profesional. Gente de barrio. Humanos. Muy humanos. Polis que duermen poco y patean muchos. Las calles, que no los culos. Tipos serios que saben hacer su trabajo. Que abren los oídos para escuchar y los ojos para observar.

 

(Sigue leyendo esta reseña en una de nuestras páginas hermanas: Calibre 38)

 

Jesús Lens

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