Carlos Hernández, Orwell, Dalí y Lorca

Tengo enmarcada, en casa, la serigrafía de Carlos Hernández que colgó de las paredes de la Corrala de Santiago con motivo de una exposición benéfica en favor de las Comendadoras de Santiago, las últimas monjas del Realejo. Es todo un viaje en el tiempo que me parece una auténtica virguería, una pieza de maestro maravillosamente ejecutada.

Sirva esa introducción para la siguiente declaración de principios: quiero mucho a Carlos, un tipo noble y generoso, entregado y buena gente. Muy buena gente. Pero les prometo que todo lo que escribo aquí es objetivo (más o menos) y que he dejado al margen mi cariño personal por uno de los grandes artistas granadinos contemporáneos. 

Carlos Hernández acaba de publicar en Norma Editorial un cómic fascinante: ‘La lista de Orwell’, en el que ha trabajado con denuedo varios años. Lo sé bien porque, en tiempos de pandemia, hablamos mucho sobre el tema. En concreto, sobre el uso que se hace de ‘1984’ por los unos y los otros, tratando de arrimar el ascua a su sardina. 

Lo que más me ha gustado de ‘La lista de Orwell’ es que Carlos Hernández ha hecho un acercamiento muy original a una de las figuras más complejas y contradictorias del siglo XX. El MacGuffin usado por el autor para tirar del hilo orwelliano es la polémica lista de simpatizantes comunistas que, supuestamente, había confeccionado para entregarla a los servicios secretos británicos. 

Aquella información se publicó en 1996 y corrió como la pólvora. A (casi) nadie le gustan los delatores, acusicas y acusadores y el mazazo a la figura de Orwell fue demoledor. ¿Qué hay de verdad en todo ello y qué fue usado como ariete para tratar de derribar la mítica figura de quien se opuso a todo tipo de totalitarismos, con independencia de colores, siglas e ideologías? 

No seré yo quien se lo revele, claro. ¡Faltaría más! Si quiere usted saberlo, hágase con un ejemplar de ‘La lista de Orwell’ y descúbralo de la mano de un Carlos Hernández que tomó una decisión arriesgada a la hora de contar esta historia: incluirse él mismo en la narración. Ya saben lo harto que estoy de autoficción, pero en este caso, el recurso es de lo más pertinente y funciona a las mil maravillas. Tanto, que dan ganas de brindar con el autor en ese famoso bar, The Moon Under Water que, como todo el mundo sabe, se encuentra emboscado en el Realejo, aunque para encontrarlo haya que tirar de candela. 

Carlos Hernández ha escrito y dibujado la fascinante biografía de George Orwell igual que anteriormente hizo con las de Dalí y Lorca, también publicadas por Norma y que son igualmente fascinantes. Les recomiendo hacerse con ellos si no los tienen o releerlos si ya están en su biblioteca. Y, a continuación, tirar para la Corrala de Santiago. Otra vez. 

Porque el Salón del Cómic de Granada le dedica a Carlos una retrospectiva por sus treinta años de trabajo artístico. Allí hay tiras de Chucky y Orcemán y varias páginas de sus álbumes dedicados a Lorca y Dalí. Ojo a la de Enrique Morente, tan emocionante. Hay colaboraciones en El Batracio Amarillo y originales con el proceso de creación del álbum de Orwell.

Este mes de octubre le pertenece a ese artistazo que es Carlos Hernández por derecho propio. La exposición en la Corrala, que no pueden perderse, y la publicación de ‘La lista de Orwell’, que deben ustedes abalanzarse a leer; le acreditan como uno de los Grandes de Granada, que es tanto como decir uno de los Grandes del Tebeo en España. 

Jesús Lens

Lorca en viñetas

El jueves, al salir de ver la exposición ‘Suites. El viaje de la percepción’ del Centro Lorca, (leer AQUÍ las impresiones) me fui de librerías. Llevaba un par de meses sin pasear entre anaqueles, con tiempo y delectación. Encontré una nueva edición de ‘Lorca. Un poeta en Nueva York’, de Carles Esquembre, que incluye cinco poemas ilustrados por el artista especialmente para la ocasión.

Nada más llegar a casa, le metí mano a ese cómic tan especial, entre lo narrativo y lo onírico, centrado en la larga estancia neoyorquina del poeta. Las secuencias transcurren entre los bares clandestinos y clubes de jazz, visitas a Coney Island y a los espectáculos de freaks, los recuerdos mezclados de ensueños protagonizados por Buñuel y Dalí, las echadoras de cartas para adivinar la buena (o la mala) fortuna, el crack del 29 y los suicidas cayendo de lo alto de los rascacielos…

Me fascina la luz con la que Esquembre dibuja a Federico García Lorca, iluminando a todos quienes le acompañan en las viñetas. Me maravilla asomarme al cuarto en que residía en la Universidad de Columbia, con el póster de una película de Harold Lloyd en la pared. Un cómic fascinante, rico y abigarrado que nos recuerda la intención de Lorca de publicar ‘Poeta en Nueva York’ en una edición que combinara sus poemas con dibujos, fotografías, fotomontajes e ilustraciones cinematográficas. ¡Un auténtico libro de artista!

Y cómo duele esa nota final dejada a su editor en Madrid, en julio del 36: “Querido Pepe: he estado a verte y creo que volveré mañana. Abrazos de Federico”…

Al terminar el tebeo, sin solución de continuidad, releo otro cómic: ’La huella de Lorca’, de Carlos Hernández, nuestro compañero de IDEAL, padre de Orceman; y El Torres.

Como señala el propio autor, autorretratado en una de las últimas viñetas, no se trata de una biografía al uso. “La obra trata sobre las personas que conocieron a Federico… hacerlo vivir a través de las impresiones de quienes tuvieron la suerte de estar junto a él. Momentos buenos y malos”.

Y es que, efectivamente, Lorca vive. Y palpita. Y duele.

Jesús Lens