Muertos solos y bosques con secretos

Desde tiempos inmemoriales, los cuentos populares han alertado sobre el riesgo de que un extraño se lleve a los niños que andan solos por el bosque. Es un género que no se termina nunca y que ha ido actualizándose. Hoy, el bosque puede ser metafórico o digital y el depredador, estar emboscado bajo la apariencia de Brad Pitt o de Gurú del Buen Rollo, pero los riesgos son idénticos.

En ‘El secreto del bosque’, de Daniel Hernández Chambers, novela publicada por la imprescindible Serie Negra de RBA; no hay nada de metafórico en la desaparición de una niña que juega al escondite en plena naturaleza, allá por 1980. Carolina quiere ganar a toda costa y encuentra un sitio donde nadie podrá encontrarla. O eso pensaba ella…

Tres décadas y media después, una feroz tormenta desencadenada sobre Moreña hace aflorar huesos de inequívoco aspecto humano. ¿Serán los restos de Carolina, por fin? Para investigarlo, Estefanía Román, forense de reconocido prestigio y reciente éxito popular gracias a la publicación de una novela policíaca, se desplazará desde Madrid. Sólo que su investigación tendrá mucho menos que ver con los restos aparecidos que con las personas de carne y hueso. Al estilo de ‘Twin Peaks’, pero con menos personajes estrambóticos. O no. Que cada pueblo tiene lo suyo.

‘Pueblo chico, infierno grande’, reza la sabiduría popular. Y algo de eso hay en ‘El secreto del bosque’, una novela que emparenta con ‘Mala mar’, de Javier Rovira. La importancia del paisaje en el carácter de los vecinos, las heridas mal cerradas de un pasado que no termina de quedar enterrado, los traumas personales a la hora de afrontar una investigación y, siempre, la necesidad de conocer la verdad: más allá del quién y el cómo lo hizo, el porqué.

Una pregunta que también está en la base de ‘Qué solos se quedan los muertos’, un clásico del noir de Mempo Giardinelli felizmente recuperado en España por Alianza Editorial. De este autor había leído una historia de viajes, ‘Final de novela en Patagonia’, un territorio mítico para mí. De los viajes que nunca he hecho, es el que más y mejor me conozco.

 

En ‘Qué solos se quedan los muertos’ tenemos a José, un periodista argentino que vive en México D.F. y al que Carmen, una antigua camarada de lucha, una vieja novia; le pide que vaya a Zacatecas: han asesinado a tiros a su actual pareja y tiene miedo. 

A José, las cosas como son, lo que más le interesa es reencontrarse con Carmen, una mujer a la que había amado “con la fuerza de la imposibilidad”. Y es que en ‘Qué solos se quedan los muertos’ asistimos a una historia marcada por la infalibilidad del destino, uno de los temas clásicos del noir. 

“Uno solo siente que debe seguir, y sigue. Intuye o sabe que si se va, si se rinde, si abandona, si claudica, llevará sobre sí la culpa del miserable, del cobarde, del indigno”, dirá José. Y en su investigación, que será más en forma de espiral que lineal, va dejando perlas que trascienden el aquí y el ahora. Por ejemplo, la apertura de este capítulo: “Estaba muerto de hambre, y además desconcertado. Mala junta. Súmenle al hambre y al desconcierto una buena porción de autoritarismo, y tendrán una descripción de América Latina”.

Termino, solo de momento, con Mempo, a quien el gran escritor José Manuel Fajardo define como un grande de la literatura después de recomendarnos su ‘Luna caliente’. “Es la novela menos políticamente correcta que he leído nunca. Una joya de la ironía”. ¡Ya la hemos puesto en busca y captura!

Jesús Lens

MI NOMBRE ES JAMAICA

Extraño. Muy extraño, el libro que José Manuel Fajardo se ha sacado de la manga. O, quizá sería mejor decir que es muy peculiar, muy especial. Singular. En primer lugar porque el género en que podríamos encuadrarlo es absolutamente inclasificable. De hecho, creo que es la pieza de literatura más difícilmente encuadrable en algún marco preexistente que he leído en mucho tiempo.

Es extraño porque mezcla tiempos y espacios, mentales y geográficos, radicalmente alejados e independientes entre sí. Porque “Mi nombre es Jamaica” arranca en Israel para continuar en París y terminar en Granada, pasando por el Perú de la colonización española y la guerra contra los pueblos post incaicos.

Los personajes también son desaforados y extremos: dos profesores universitarios, especialistas en disciplinas hebreas y en las expulsiones de los judíos de diferentes lugares y en diferentes épocas que. Dos profesores que coinciden en un momento especialmente complicado de sus vidas. Al menos, en la vida de Santiago, que Dana parece más centrada.

Estando en Tel-Aviv, en mitad de un sesudo congreso, Santiago Boroní, inestable y emocionalmente tocado por la reciente muerte de su hijo, se acerca peligrosamente a la frontera con Palestina y allí sufre un colapso que, para él, es toda una revelación que le llevará a comportarse de una forma muy extraña.

Porque en el otoño de 2005, en Francia, en los arrabales de París, parece haberse desatado el infierno al producirse la rebelión de los parias de la tierra que queman coches, una noche y otra también, como si la vida les fuera en ello. Y allí se verán metidos Tiago y Dana, en mitad de una epopeya que, por momentos, bordea límites muy peligrosos.

Porque, además, la aventura de Tiago, transmutándose en Jamaica, está extrañamente conectada con la historia de otros judíos que, huyendo de la España oscura posterior a la expulsión, se refugiaron en América, protagonizando una extraordinaria historia de lucha y resistencia que se puede conocer a través del enlace www.historiadebagua.tk

“Mi nombre es Jamaica” es, por tanto, una narración total, hipnótica e inclasificable, repleta de erudición. Pero de una erudición que ni molesta ni estorba ya que no entorpece en absoluto la trama, sino que contribuye a darle alas y a hacerla especialmente interesante y atractiva.

En pocas palabras, ¿por qué recomendaría leer la última novela de José Manuel Fajardo? Porque estando a eso de las 3 de la mañana en el aeropuerto de Dakar, llevando casi veinticuatro horas despierto, no pude echarme a dormir hasta pasar la última de sus páginas y adivinar, por fin, por qué el nombre de Tiago era Jamaica.

Y, también, porque mientras la lees, te haces esa pregunta de la que hablábamos hace unas semanas: ¿y si ahora mismo empezara todo? O aquí, también.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.