El hundimiento de House of Cards

¿Y si ser presidente de los Estados Unidos estuviera sobrevalorado? Partamos de esta premisa para hablar de la serie “House of cards”, cuya quinta temporada he devorado en los últimos días. Un auténtico empacho que me ha dejado una cierta acidez estomacal.

Para la mayoría de críticos de televisión, la serie “House of cards” empieza a hacer honor a su propio título, desmoronándose como el castillo de naipes al que se refiere el original en inglés.

 

Básicamente, dicen, los personajes de Frank y Claire Underwood son insostenibles -como si los asesinatos de Zoe Barnes o de Peter Russo no lo hubieran puesto de manifiesto, desde el principio de la serie- y ya cansan, convertidos en una parodia de sí mismos.

Es cierto que los guionistas y directores de la serie, empeñados en mostrar a los Underwood en la Casa Blanca como a las dos caras de una misma moneda, reflejándose el uno en el otro a modo de espejo; llegan a hacer piruetas formalistas y escorzos gestuales que pecan de teatralidad. Pero, más allá de eso, Frank y Claire son tan poco creíbles ahora como lo eran antes.

 

El camino del héroe siempre es más interesante cuando está en la carretera que cuando llega a su destino y, quizá por eso, desde que se instalaron en la ansiada Casa Blanca, los Underwood han perdido el favor de la crítica. Sin embargo, la quinta temporada de la serie nos ha ofrecido hilos argumentales lo suficientemente interesantes y atractivos como para que, quienes piden la eutanasia para la serie, se lo piensen dos veces.

 

En primer lugar, tenemos una trama sobre cómo los centros de datos y los robots influyen en el voto de los electores, partiendo de un depurado análisis del Big Data. ¿Les suena de algo? Pues la serie explica, con pelos y señales, cómo funciona el tinglado. Incluyendo las noticias falsas y los sistemas de espionaje de la NSA.

También hay un robo de elecciones en el que el nombre del mismísimo Al Gore no es tomado en vano. Y es que a mí, el tactismo de los Underwood y su encarnizada lucha por aferrarse al poder me parece muy de documental de La2. ¡Como lobos! ¡Como alimañas! Algo ciertamente salvaje.

 

Además, tenemos la guerra de Siria y los conflictos con un presidente ruso extremadamente autoritario, empeñado en influir en los asuntos internos de USA. Una Siria en la que se prevé un hipotético ataque con armas químicas, lo que obligaría a los EE.UU. a intervenir directamente en el conflicto. Lo cuál puede ser rentable -o no- electoralmente hablando. Y ése y solamente ése es el argumento que manejan los candidatos. El del rédito electoral.

 

El mismo rédito que daría la captura -o no- de un peligroso terrorista de un grupo tan parecido a ISIS que da miedo. Y es que la expresión “todo es política” nunca tuvo tanto -y tan siniestro- sentido como en “House of cards”. ¿Se acuerdan de este artículo de El Rincón Oscuro sobre cómo se retroalimentan la realidad y la ficción?

En el posible ataque con armas químicas en Homs se aprecia la larga mano de una agregada comercial que, interpretada por Patricia Clarkson, tiene gran protagonismo en la última entrega de “House of cards”. Una tipa siniestra que demuestra que, en democracia, los cargos más importantes no pasan necesariamente por las urnas.

House Of Cards Season 5

Y, si no, que le pregunten al otro nuevo gran personaje de la serie: Mark Usher, interpretado por Campbell Scott y cuyo parecido con Macron va más allá, mucho más allá de lo puramente físico. Y no tengo que recordarles que Macron, además de arrasar en las presidenciales francesas, ha conseguido la mayoría absoluta en las legislativas. ¡Él solito! Sin partido tradicional que le amparase.

Y luego está la otra gran trama de la serie. La que, para mi gusto, le da su grandeza: la periodística. Porque, desde el primer capítulo, la relación de amor-odio entre el periodismo y la política está en el centro de la historia. Primero fueron Frank y Zoe, utilizándose mutuamente. Y ya sabemos quién salió malparada de dicha entente, ¿verdad?

 

Después está Janine, la mentora de Zoe. Que su destino, por el momento, tampoco resulta de lo más prometedor. ¿Y qué me dicen de Lucas Goodwin? No. No es fácil la vida para los periodistas del Washington Herald. Menos mal que nos queda Tom Hammerschmidt, uno de los pocos que parece saber lo que se hace. Y cómo debe hacerse. Porque jugarse los cuartos con los Underwood…

 

Y están los lobistas. Y los congresistas. Y los viejos amigos de la infancia. Y los jefes de gabinete. Y ese novelista que tampoco tiene ni idea de dónde se ha metido. Porque “House of cards” es un inmenso universo repleto de planetas, estrellas y satélites que orbitan en torno a ellos.

Si los creadores y showrunners de “House of cards” son listos, deben convencer a los productores -entre los que están las propias estrellas de la serie, Kevin Spacey y Robin Wright- de dar más protagonismo a esos nuevos personajes e hilos argumentales. Son tan interesantes y preclaros, y están tan apegados a la actualidad, que impresionan su clarividencia y su capacidad de anticipación.

 

Si no, efectivamente, casi mejor retorcerle el pescuezo al culebrón, y evitar que siga retorciéndose sobre sí mismo.

 

Jesús Lens

El poder

El poder, o se tiene o no se tiene.

Y, si se tiene, se utiliza.

Y punto.

 House of cards

Quien tiene el poder tiene la fuerza. Y ha de demostrarlo. Y aprovecharlo.

Que no aprovecharse.

El poder se ejerce. Se emplea. Se muestra. Y se demuestra.

El que no tiene el poder, debe aspirar a tenerlo. Legítimamente.

Mientras, quien no lo ostenta, debe controlarlo, fiscalizarlo, criticarlo, acotarlo, presionarlo…

Lo que no es posible ni resulta admisible es acercarse al poder para no llegar a ejercerlo y contentarse con rozarlo y acariciarlo. Con sentirlo. Con respirar su mismo aire. Con lucir junto a él.

No, oigan, no.

El PODER es algo muy serio que no admite tibiezas ni medias tintas. Que no permite acercamientos furtivos, coqueteos y aullidos a la luna.

 Borgen

Por eso hay tantos que, cuando se asoman al poder, sienten vértigo. Miedo paralizante. Pánico.

Y por eso naufragan, una y otra vez.

¡Seguimos!

Jesús Lens

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