¿Por qué la llaman Negra?

Hoy, en la sección El Rincón Oscuro de IDEAL, tratamos de aportar un poco de luz a este sensacional enigma que es la novela negra.  Un artículo que solo puede estar

Dedicado a Montse Clavé y Paco Camarasa,

el alma de la librería Negra y Criminal

Novela y cine negros. ¿Por qué, negros? ¿De dónde le viene el luctuoso color al género policíaco? ¿Qué hay de cierto y cuánto de mítico y mitológico en el origen de la catalogación noir?

Por mucho que haya expertos que, para dotarla de una ridícula e innecesaria respetabilidad académica, defiendan que la novela negra nació con Dostoievski y “Crimen y castigo” o que otros intelectuales, ciertamente cachondos, reivindiquen una dimensión negra en el mismísimo Quijote, en episodios como el de la liberación de la cuerda de presos; lo cierto es que el género policíaco nació en el mes de abril de 1841, cuando Edgar Allan Poe publicó “Los crímenes de la calle Morgue” en una revista de Filadelfia.

Rincón Oscuro Poe

Siguiendo la estela del pionero investigador Arsenio Lupin y aprovechando la exitosa abundancia de cadáveres, crímenes y misterios en las narraciones de Poe, no tardaron en aparecer el Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle y otros sagaces y proteicos investigadores, dotados de una inteligencia superior a la media, como el Poirot de Agatha Christie.

Este tipo de novelas, sin embargo, todavía no pueden considerarse como negras. Pertenecen a lo que se ha dado en llamar la novela-enigma o Whodunit, en la que lo importante es descubrir quién lo hizo, a modo de entretenido y desafiante juego intelectual.

Rincón Oscuro investigador

Y entonces llegó él. Hemingway. Uno de los grandes cuentistas de la historia. En todos los sentidos. Estamos en 1927 y la publicación de un relato corto, “Los asesinos”, lo cambió todo. Los protagonistas son tipos normales y corrientes que entran en una cafetería y hablan sobre el menú con el dueño. Diálogos secos y cortantes, mordaces, cargados de dobles sentidos y que se pueden considerar amenazantes. Nada de pensamientos, largas descripciones o monólogos interiores. Hemingway deja que sean los diálogos y la acción los que hagan avanzar el relato. Y, más que explicar lo que pasa, lo sugiere, dejándolo a la libre interpretación del lector.

Y es que, desde comienzos de los años veinte, en Estados Unidos se venían publicando cuentos de acción, cargados de sexo y violencia, en unas revistas tan baratas como populares, confeccionadas con un papel de ínfima categoría, obtenido de la amarillenta pulpa de una madera pútrida: había nacido el pulp, género al que Tarantino homenajeó en su gloriosa “Pulp Fiction”.

De todas esas revistas, la que consiguió más fama, reconocimiento y expansión fue Black Mask. Fundada en 1920, sus momentos más brillantes los alcanzó durante los sombríos años 30 de la Gran Depresión norteamericana, con narraciones impregnadas tanto de la violencia y la acción que caracterizaban a ese tipo de publicaciones como de un nuevo realismo social que reflejaba el ambiente imperante en la época: la corrupción de las instituciones, el pesimismo existencial de una sociedad en bancarrota, el gangsterismo y la miseria, tanto económica como ética y moral.

Rincón Black Mask

En Black Mask empezaron a publicar sus cuentos Dashiell Hammett o Raymond Chandler, autores que llegarían a ser grandes maestros de un género que, desde entonces, empezó a llamarse negro, por el título de la revista.

La consolidación de la relación entre el color negro y el género policíaco-criminal llegó desde Francia, cuando los responsables de la editorial Gallimard decidieron publicar novelas repleta de acción, violencia y angustia en un formato tan austero como llamativo y reconocible: portadas rigurosa y rabiosamente negras, ribeteadas con un elegante marco blanco. El título de la colección, hoy mítica: Série Noire.

Rincón Serie Noire

Black. Noire. Negra. Hasta aquí, la historia. Pero, ¿cómo no hacer referencia a esa fotografía tenebrista que los directores expresionistas alemanes llevaron a Hollywood, huyendo de los nazis, para teñir de brutales y agresivos negros a las ominosas sombras del cine policíaco de los años 30 y 40? ¿Y las fotos de prensa de Weegee, en la sección de Sucesos?

Rincón Weegee

¿No utiliza la novela policíaca a sus investigadores para aportar luz en la oscuridad? ¿No se conducen sus personajes por el lado oscuro de la vida? ¿No han de buscar respuestas en los bajos fondos, en las cloacas del poder y en esos callejones a los que nunca llega la luz del sol?

Por todo esto, y más, black is black.

Jesús Lens

Twitter Lens

Midnight in Paris

Tópicos, tópicos y más tópicos. ¿Cómo es posible que el cine más reciente de Woody Allen esté repleto de tópicos, basado en tópicos, rebosante de tópicos, tópicos hasta el hartazgo y, aún así, nos guste?

Porque, sinceramente, “Midnight in Paris” me ha encantado. Y mira que al principio pensé que no. Que esta vez no lo iba a conseguir. Pero los genios, es lo que tienen: hasta tres pintarrajos en una servilleta, mal echados, de madrugada y antes de entrar en coma etílico, denotan y rezuman arte y creatividad.

Woody Allen, como buen yanqui que es, ha decidido –a la vejez viruelas – hacer el famoso Tour Europeo que le permite descubrir las bellezas, bondades y maravillas de las grandes capitales europeas.

Habiendo pasado por Londres y Barcelona, antes de recalar en Roma, decidió darse una vuelta por París, claro. Y ahí está, al comienzo de la película, el París que veríamos cualquier turista: la torre Eiffel, el Sagrado Corazón, la pirámide de cristal del Louvre, el Moulin Rouge, las brasseries, las terrazas de los cafés, la plaza Vendome, etcétera.

Y los protagonistas: un escritor de guiones que renunció a escribir la Gran Novela Americana para tener casa con piscina en Malibú y su novia, una exigente rubia, hija de papá. Están en París de vacaciones. Solo que él, paseando por la orilla del Sena, siente la llamada de la inspiración y una compulsiva necesidad de dejarlo todo y quedarse en la ciudad de la luz, para escribir.

Me encantó una cosa que le oí a Allen: si va a rodar en Londres, París o Roma, dará al público lo que espera de esas ciudades. Es decir, si piensas en Berlín, la mente te llevará, ineludiblemente, a imaginar callejones oscuros, tinieblas, espías e intrigas internacionales. Igual que París es el escenario necesario e ideal para contar una historia romántica. Al estilo Allen, claro.

Un romanticismo en que la pedantería de uno de los secundarios, que sólo sabe las cosas que ha leído y estudiado, se contraponía a la desbordante imaginación de un ingenuo y soñador protagonista que, como Cenicienta, al llegar la medianoche entraba en un fastuoso mundo de fantasía que, sin embargo, acababa teniendo sus necesarias consecuencias en la vida real.

Hay que tener mucha seguridad en uno mismo para evocar las figuras de Hemingway, Picasso, Scott Fitzgerald, Djuna Barnes o Gertrude Stein y salir airoso del empeño. Pero Woody es mucho Woody y no le cuesta nada sacar de farra al espectador, con todos esos personajes, en las noches eternas del París de los años 20, ese París que nunca se acaba.

El final, sabemos cómo va a ser. Pero queremos, necesitamos que sea justo como es. Hay veces en que nos gustan las películas con sorpresa, giros bruscos en los guiones y finales inesperados. Otras, no. El final de “Midnight in Paris” es uno de esos que, conociéndolo de antemano, te deja una estupenda sonrisa de bobo en el careto. Más que justificada.

Valoración: 8

Lo mejor: la impudicia de Woody, al tratar la imagen icónica de famosos personajes como los citados o, también, Man Ray, Buñuel o el Dalí que veía rinosherontes.

Lo peor: Que Woody sólo pueda hacer una película al año.

La pregunta: ¿habrán sido tan críticos los franceses como fuimos los españoles con la imagen tópica de Barcelona que transmitió Allen en su “Vicky, Cristina, Barcelona”?

RECOPILANDO

¡Qué jóvenes éramos entonces! Me ha encantado ESTA reseña de Enrique Bienzobas sobre una Semana Negra que, casualmente, fue mi primera Semana Negra… ¡Ocho han pasado ya! (Casi) toda una vida…

Y, sobre ESTA columna de IDEAL que publicábamos ayer, vamos encontrando escritos que dicen que sí. Que la cultura, alimento del alma, también es necesaria en tiempos de crisis. Lean AQUÍ a nuestro amigo Volador que, desde su universo flamenco y literario se alinea en pro de la Cultura, aún cuando vienen mal dadas.

Y, además, estoy molido, después de que el insensato de mi hermano decidiera que era el día para cometer una locura atlética, que nos condujo hasta Pinos Genil, por cuyas calles corríamos justo cuando, a las doce del medio día, las campanas tañían con alegría.

Volvíamos, bajo el infernal sol de mediodía, maldiciendo la hora en que se nos ocurrió alargar la carrera de hoy, y recordábamos a Hemingway, claro:

– Nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti.

 

Pero es la única manera, én esta época, de sentir álgo de épica…

 

Jesús Lens.

CUAVERSOS PARA LA GENTE

Leyendo «Cuando el rojo es negro», de Qiu Xiaolong, me encuentro con estas célebres palabras, del poeta inglés John Donne, recogidas por el Maestro Hemingway al principio de su famosa novela,: «Ningún hombre es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es una pieza del continente, una parte de la tierra… la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la Humanidad. Por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti.»

Gracias al atento lector Rodrigo Escobar por corregir mi error.

 

En ese sentido de las palabras de Donne, los Cuaversos de hoy nos llegan a través de La Parida de Andreu Martín, como cortesía de Vicente Carballido.

 

GENTE

(Evgeni Evtushenko)

 

No existen hombres poco interesantes.

Sus destinos son como historias de planetas.

Cada uno es único, solo, él solo,

No hay nadie más que se le parezca.

 

Y si alguien ha vivido en silencio,

Feliz en su rincón,

Su misma insignificancia

Lo ha hecho interesante.

 

Cada cual posee un mundo secreto, muy suyo,

Donde se esconde el mejor instante,

Donde se esconde la hora más terrible.

Pero nosotros no lo conocemos.

 

Y si un hombre muere,

Muere también su primera nevada,

Y el primer beso, y el primer combate…

Todo se lo lleva.

 

Sí, quedan libros y puentes,

Máquinas y telas de pintores,

Sí, muchas cosas se quedan aquí

Pero algo se va.

 

Así es la ley de este juego sin piedad.

Desaparecen mundos, no personas.

Los hombres, pecadores y terrenales, los recordamos,

Pero, en realidad, ¿qué sabíamos de ellos?

 

¿Qué sabemos nosotros de nuestros hermanos, de nuestros amigos?

¿Qué sabemos de nuestra persona amada?

 

Incluso de nuestro padre,

Sabiéndolo todo, no sabemos nada.

Se va la gente, no podemos recuperarla.

No podemos hacer renacer sus mundos secretos.

Y cada vez,

Tengo ganas de chillar ante tanta impotencia.