Lorenzo Silva, hoy en Peligros

Para un amante del noir, no hay un pueblo con nombre más bonito que Peligros. ¡Me encanta, además de permitirnos jugar con los titulares! Porque esta tarde, efectivamente, el escritor Lorenzo Silva estará en Peligros, en una de las Ferias del Libro con más caché, calidad y originalidad de todas las granadinas. 

La charla de hoy va a tener ritmo, ya se lo adelanto. Y no solo porque, al terminar, habrá rock and roll en la plaza del pueblo. Pero como no les quiero arruinar la sorpresa a quienes vayan a Peligros esta tarde, me voy a centrar en la novela más reciente de Lorenzo Silva de su serie dedicada a los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro. Se titula ‘La llama de Focea’, la publicó la editorial Destino y es extraordinaria, como ustedes supondrán, que hablamos de un autor consagrado… y en estado de gracia, narrativa y reflexivamente hablando. 

Todo comienza en el Camino de Santiago, cuando Queralt Bonmatí, una joven barcelonesa que pertenece a una acaudalada familia, de las bien situadas en Cataluña, aparece asesinada. El veterano Rubén Bevilacqua y su inseparable Virginia Chamorro se encargan de una investigación peliaguda en la que deberán andarse con pies doblemente recubiertos de capa de plomo: Ferran Bonmatí, el padre de Queralt, es un antiguo político del entorno independentista transmutado en exitoso empresario.

El Camino de Santiago es uno de esos espacios idílicos, místicos y cargados de energía que, sin embargo, pueden convertirse en una pesadilla. Queralt había iniciado su travesía en Roncesvalles con un mal encuentro que permite al lector hacerse idea de su carácter.  Tres semanas más tarde, cuando caminaba por Galicia, estaba muerta. ¿Quién y por qué la mató? Esa es la cuestión. Y otra pregunta: ¿por qué se había embarcado Queralt en aquel viaje, que hacía sola?

Bevilacqua aprovecha la cuestión del Camino para reflexionar sobre un montón de cosas. Ya peina canas, ha rebasado la cincuentena y, por tanto, cada vez tiene más dudas, aunque también alguna certeza. “El mundo está lleno de buscadores de confines y los caminos largos ayudan a rellenar el vacío de la existencia, que a todos nos acecha de uno otro modo”, dice en un momento dado, hablando sobre el éxito y el tirón de la ruta jacobea, tantos siglos después. 

A lo largo de las más de 500 páginas de ‘La llama de Focea’ saltaremos en el tiempo y conoceremos un poco más de la biografía de Bevilacqua, personaje literario que nos lleva acompañando la friolera de 25 gozosos años. Si en la anterior novela de la saga, la igualmente portentosa ‘El mal de Corcira’, Lorenzo Silva nos contaba el paso del investigador de la Guardia Civil por el País Vasco, en este caso tendremos ocasión de conocer su años en Cataluña, donde tanto aprendió de una persona esencial en su vida: el contradictorio Rafael Robles, su mentor en sus inicios en el cuerpo. 

Ni que decir tiene, la deriva política y social de Cataluña y las relaciones con España tienen peso importante en esta novela. Bevilacqua siempre se ha caracterizado por tratar de comprender y  conduce al lector por un buen número de referencias literarias, musicales y culturales de lo más interesantes que sirven para tender puentes, aunque siempre haya quien esté obsesionado con volarlos.

Una novela en la que un enigmático personaje hablará de Ucrania y el Donbás, también. Y que nos sirve para hacernos más cómplices aún de personajes esenciales de la literatura que ya forman parte de nuestra vida lectora y con los que sería un gustazo tener la oportunidad de compartir unas cañas.

Jesús Lens

Corcira, el Noir esencial del año

Es el título más importante de los lanzados en lo que va de 2020 y tiene todos los visos de convertirse en el libro del año al final de este ejercicio tan extraño y singular.

‘El mal de Corcira’ es la novela más reciente de Lorenzo Silva y constituye la duodécima entrega de su ya mítica saga de Bevilacqua y Chamorro, si sumamos las novelas y ‘Tantos lobos’, una recopilación de cuatro relatos cortos.

Iniciada en 1998 con ‘El lejano país de los estanques’, la serie protagonizada por los Guardia Civiles más famosos de la ficción española está en plena forma, hasta el punto de que en los mentideros más fiables se dice, se oye y se comenta que ‘El mal del Corcira’ es la mejor novela de la saga.

No me atrevería yo a afirmarlo de forma tan taxativa, que son veintidós años viendo evolucionar a Vila y Chamorro, acompañándoles en su deriva vital y emocional y siendo testigos de sus aventuras y peripecias, pero sí es cierto que esta entrega es la más especial, al contar una parte esencial del pasado de Bevilacqua: sus años en la lucha antiterrorista contra ETA.

Efectivamente, es la novela más larga de la saga. Casi 550 páginas. Lo que no debería sorprendernos dado que, en realidad, cuenta dos historias diferentes. La primera es la investigación de la muerte en Formentera de un hombre. Un antiguo colaborador de ETA, juzgado, condenado y en libertad después de cumplida su sentencia.

En la investigación del crimen, Vila cuenta con el apoyo de Arnau, dado que Violeta Chamorro sufrió un percance al comienzo de la narración y quedó en fuera de juego. ¿Por qué separa Lorenzo Silva a Chamorro de Bevilacqua en esta investigación? Para que el joven Arnau se convierta en el reflejo que el veterano subteniente encuentra al mirarse en el espejo del tiempo.

Camino de las Baleares, Arnau sorprende a su superior leyendo a Tucídides, un autor griego que le resulta tan familiar como el fondo de los océanos a un tuareg del desierto. Tampoco es tan extraño, si recordamos que Tucídides escribió su ‘Historia de la Guerra del Peloponeso’ en el siglo V a.C.

Una lectura, sin embargo, que servirá a los Guardias para poner en contexto otra guerra, diferente, pero guerra al fin y al cabo; que hizo sangrar a España hasta hace muy poco tiempo.

A medida que la investigación avanza y debido a los interrogatorios, entrevistas y encuentros de Bevilacqua con personas relacionas con el fallecido, resulta inevitable que se retrotraiga a sus años mozos, cuando Pereira le reclutó para participar en la lucha contra el terrorismo etarra.

A la vez que el protagonista encarga determinadas misiones a Arnau en el presente, asistiremos a sus años de formación, a sus primeros seguimientos, infiltraciones e interrogatorios. A sus miedos, dudas y zozobras. A sus recelos ante algunos de los métodos utilizados por algunos compañeros en la lucha contra el enemigo.

Mientras que la investigación del siglo XXI conduce a los protagonistas por las zonas de ambiente de Ibiza y Formentera, los fantasmas del pasado devuelven a Bevilacqua al País Vasco, a Guipúzcoa y a Intxaurrondo. A los años de plomo en los que ETA asesinaba a los Guardias Civiles delante de sus hijos, atentaba contra las casas cuartel y sus palmeros justificaban y defendían como necesaria la muerte de niños inocentes.

Con el paso de los años, Bevilacqua se ha convertido en una de las mentes más preclaras de la ficción criminal española, ponderado observador y analista de la actualidad de cada momento. Para algunos, será un equidistante. Para otros, un disidente de la ortodoxia cuartelaria. Los habrá que le consideren, inevitablemente, un picoleto más, por mucho que no vista de uniforme.

Es lo que tiene tratar de comprender al otro. Leer, estudiar y reflexionar para conocer los porqués, más allá de los qué, cómo y cuándo.

Bevilacqua no forma parte de ninguna tribu ni se adhiere de forma incondicional a ninguna causa. Tiende a cuestionarse las cosas y a buscar los matices. Eso, en un mundo cada vez más polarizado entre blancos y negros; rojos y azules que se creen en posesión de la verdad absoluta, es complicado de sobrellevar.

Por eso, sin embargo, Bevilacqua es tan buen interrogador, más allá de su formación como psicólogo. No solo escucha a las personas: les hace sentir que podría llegar a entenderlas. Porque entender y comprender no es sinónimo de simpatizar, compartir o justificar.

Parafrasea Lorenzo Silva a Walter Benjamin: “Las obras de arte son el lugar de las verdades”. Lean ‘El mal de Corcira’ y encontrarán una obra de arte literaria que enfrenta al lector con un puñado de verdades incómodas. Porque, como reza la sabiduría popular más castiza, la verdad jode, pero curte.

Jesús Lens