EL PODER DEL PERRO

Previa: ¿Habéis leído lo que ha pasado en Ciudad Juárez? Sólo para ir poniéndonos en antecedentes… Además, el día 2 de febrero el autor de esta novela estuvo una hora, charlando on line con los lectores AQUÍ.  Una entrevista de lo más jugoso en la que deslizamos una pregunta. En serio… ¡el poder del perro! 

 

La primera noticia de este pedazo de novelón la recibí a través de La Vanguardia, en un artículo provocativamente titulado «Lo que hay que leer después de Millenium», de Sergio Vila-Sanjuán.

 

Después fue la librera Negra y Criminal quién escribió una de sus pocas, pero esenciales, preclaras y excitantes Cartas, en la que decía que el novelón de Don Winslow era de lo mejor que había leído en mucho tiempo, habiéndose quedado encerrada en casa, todo un fin de semana, leyendo sin parar.

 

Así las cosas, cuando estuvimos presentando nuestro libro de cine y viajes, «Hasta donde el cine nos lleve», en la librería Negra y Criminal, en pleno corazón de la Barceloneta, aproveché para llevarme un ejemplar de una de esas novelas que, por su longitud y tamaño (700 páginas), si te gustan, las disfrutas como marrano en lodazal.

 

Y ¿cómo podría resumir mi impresión de la misma, en pocas palabras?

 

Pues creo que así sería bastante ilustrativo: «¡Oink, oink, oink!»

 

O sea: ¡pedazo de novela!

 

De verdad.

 

Y ahora, para no ser reduccionista, ¿cómo contamos de qué va, en un puñado de palabras? A ver. Va de todas esas noticias que, día a día, leemos en la prensa, sobre lo que pasa en países como México, Colombia y alrededores: drogas, muertes, capos, venganzas, decapitaciones, masacres indiscriminadas, la DEA, la CIA, la Contra nicaragüense, el tráfico de armas, las FARC, la mafia irlandesa, la frontera y el Río Grande, las fidelidades, traiciones, vendettas, amores y desamores…

 

Como bien sabéis, cuando un libro me gusta, anoto en la primera de sus páginas en blanco algunas de las citas, referencias o frases que quiero recordar. La de «El poder del perro» está entera marraneada. He usado extractos de este libro en otras reseñas, en un trabajo largo en que estamos trabajando y hasta en una presentación de Power Point.

 

O sea… ¡pedazo de libro!, reitero.

 

Por contradecir, por ejemplo, ESTA POLÉMICA TEORÍA, repliquemos este párrafo:

 

«Empieza con las palabras mágicas «y si». Las dos palabras más poderosas de cualquier idioma. ¿»Y si» nos hubiéramos conocido antes? ¿»Y si» fuéramos libres? ¿»Y si» pudiéramos viajar juntos, a París, Río, Roma? ¿»Y si» nos fugáramos? ¿»Y si» nos lleváramos dinero suficiente para intentar una nueva vida? Y si, y si, y si.»

 

 Y con ese sencillo párrafo comienza una de las mil y una subtramas que componen un abigarrado tapiz en que todo el tinglado del narcotráfico y la lucha contra las drogas queda mejor explicado que en el manual más completo y técnico que imaginarse pueda. Una pantomima, un eufemismo, el de la lucha contra las drogas, que enlaza con Vietnam y la lucha contra el comunismo, por mucho que el marketing intente «blanquear» el odio cerval de los norteamericanos por los Rojos, sean de la extracción que sean.

 

Y ya me estoy pasando en espacio.

 

Digamos que personajes como Art Keller es de los que nunca más se olvidan, una vez leído «El poder del perro». Como los hermanos Barrera.

 

Recordemos una de las frases con que Rodrigo Fresán, director de la colección «Roja y negra» de la editorial Mondadori en que está publicada la novela de Winslow, define «El poder del perro»: una versión narcomex de «El Padrino». O más rotundamente, «Y, una vez terminado «El poder del perro», siéntense a esperar que la HBO la convierta en una gran miniserie. Hasta que eso ocurra, aquí va esta novela ardiente como la lava y épica como mito antiguo en la que un hombre bueno y vencido se enfrenta a los triunfales hombres malos.» Una frase en absoluto baladí para quiénes consideramos que la HBO es una de las mejores cosas que le han pasado al mundo en los últimos años.

 

Vamos que, lo mismo, una vez leída, hay que sacarse un billete de avión para irse a Nueva York, bajar a Nueva Orleans y, desde allí, recorrer todo el Río Grande, cruzando de USA a México y viceversa, cuantas veces sea necesario, para conocer lugares míticos como San Antonio, Laredo, El Paso, Tucson, Chihuahua, Yuma, Tijuana, Ciudad Juárez, Nogales, Caléxico, Sonora, San Diego o la Baja California.

 

O, quizá, una vez terminada la última página de «El poder del perro», lo suyo sea volver a comenzar por ese brutal y demoledor arranque:

 

«El Sauzal.

Estado de Baja California.

México.

1997.

 

El bebé está muerto en los brazos de su madre». (SEGUIR leyendo el primer capítulo AQUÍ)

 

Terminamos. De verdad esta vez, volviendo a la extraordinaria intro de Rodrigo Fresán, recordando unas palabras de Winslow, contestando a un crítico para quién el contenido de la novela es durísimo: «hay personajes ficticios y en más de una ocasión he fundido y mezclado acontecimientos; pero hay muy poco en el libro que no haya realmente sucedido. Eso es lo que da miedo. Mi editor se la pasaba diciéndome «Don, esto es demasiado», y yo le respondía: «De acuerdo, yo pienso lo mismo. Pero es verdad.»

 

Sin comentarios.

 

O sí.

 

Sólo uno: La verdad jode… pero curte.

 

El poder del perro.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

SANTA JESUS MALVERDE

Querido Antonio, me tienes que disculpar por haber sido tan perro el sábado anterior, pero hasta los mejores propósitos se desvanecen al calor de los mojitos bien preparados. Y créeme que la mía era la mejor de las intenciones.

 

Y es que bien sabes que soy un Malverde.

 

Y como un buen día te apropiaste -coyunturalmente- de esa leyenda, déjame que te cuente una historia que descubrí leyendo un libro glorioso: «El poder del perro»:

 

«Todo el mundo en Sinaloa conoce la leyenda de san Jesús Malverde. Era un bandido, un atracador osado, un hombre de los pobres que entregaba el botín a los pobres, un Robin Hood de Sinaloa. Se le acabó la suerte en 1909 y los federales le ahorcaron justo al otro lado de la calle donde ahora se alza su altar.

 

El altar fue espontáneo. Primero algunas flores, después una foto, después un pequeño edificio de tablas toscamente unidas, que los pobres erigían por la noche. Hasta la policía tenía miedo de derribarlo porque la leyenda afirmaba que el alma de Malverde moraba en el altar. Que si ibas a rezar, encendías una vela y hacías una manda, una promesa devota, Jesús Malverde concedía favores.

 

Depararte una buena cosecha, protegerte de tus enemigos, curar tus enfermedades.

 

Notas de gratitud detallando los favores concedidos por Malverde están clavadas en las paredes: un niño enfermo curado, dinero del alquiler reaparecido como por arte de magia, un detenido fugado, una sentencia de culpabilidad revocada, un mojado regresado sano y salvo del norte, un asesinato evitado, un asesinato vengado».

 

Evidentemente, ni soy santo ni soy ladrón, pero sí que soy tirando a osado. Así que, deseando estoy de que termine tu exilio voluntario en la Pérfida para unirme a cualquiera de las demenciales locuras atléticas que se te ocurran. Y, cuando quieras, nos vamos al país de los Aztecas, y dejamos una manda en el singular altar de este Santo tan peculiar.  

 

Antonio, un abrazo de este otro Jesús Malverde.