RECOPILANDO

¡Qué jóvenes éramos entonces! Me ha encantado ESTA reseña de Enrique Bienzobas sobre una Semana Negra que, casualmente, fue mi primera Semana Negra… ¡Ocho han pasado ya! (Casi) toda una vida…

Y, sobre ESTA columna de IDEAL que publicábamos ayer, vamos encontrando escritos que dicen que sí. Que la cultura, alimento del alma, también es necesaria en tiempos de crisis. Lean AQUÍ a nuestro amigo Volador que, desde su universo flamenco y literario se alinea en pro de la Cultura, aún cuando vienen mal dadas.

Y, además, estoy molido, después de que el insensato de mi hermano decidiera que era el día para cometer una locura atlética, que nos condujo hasta Pinos Genil, por cuyas calles corríamos justo cuando, a las doce del medio día, las campanas tañían con alegría.

Volvíamos, bajo el infernal sol de mediodía, maldiciendo la hora en que se nos ocurrió alargar la carrera de hoy, y recordábamos a Hemingway, claro:

– Nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti.

 

Pero es la única manera, én esta época, de sentir álgo de épica…

 

Jesús Lens.

RECORTAR CULTURA = SUICIDARSE

La columna de hoy en IDEAL, un grito al que, espero os unáis. Porque nos la jugamos. Estoy convencido y espero convenceros. Si lo veis, moved esta columna por ahí, calentando motores para la Rentrée, en Facebook, Twitter y por dónde os mováis. La cultura es cuestión de pasta, también. Pero, ¿tú qué opinas? Encuesta, en la Margen Derecha…

 

Que, en tiempos de crisis, sea lógico hacer recortes en Cultura es algo sobre lo que habría mucho que discutir. Hacerlo en Granada es, directamente, un sinsentido, un absurdo y un error estratégico rayano en el suicidio.

¿Alguien sabe qué modelo de ciudad queremos para Granada? ¿Nos creemos, aspiramos a ser la Capital Cultura de Andalucía? Leer en IDEAL el largo, completo y aterrador reportaje sobre los recortes de las áreas de cultura de las diferentes instituciones de la provincia era para echarse a llorar. Y no parar. Porque de su lectura se infiere que la Cultura sigue siendo un lujo accesorio, un capricho del que, cuando vienen mal dadas, se puede prescindir tranquilamente y sin menoscabo de intereses más legítimos.

Cuando escuchamos según qué opiniones y comentarios, constatamos que seguimos teniendo una visión “continental” de una Granada que jamás profundiza en sus contenidos. Granada, la ciudad de la Alhambra, el Albaycín y el Sacromonte. Granada, a las faldas de Sierra Nevada, las Alpujarras al sur y, de propina, el mar. Una perfecta postal. Para los turistas y viajeros que vienen un par de días, tan impresionante como inenarrable. Ahora bien, ¿nos conformamos con ser una ciudad de acuarela? Si queremos ir más allá tenemos que cuidar los contenidos de un continente sin duda exquisito. Y Granada debería tener un sustrato inequívoca -que no exclusivamente- cultural.

Preciosa estampa, pero ¿es suficiente?

La pregunta sería, por tanto, ¿qué es cultura? Quizá, para empezar a tener claro un modelo de ciudad, tendríamos que ponernos de acuerdo en esa cuestión. Al turismo, por ejemplo, se le ve cada vez más y mejor acompañado de su prima hermana, la industria. Lo que antes era un oxímoron, industria turística, hoy empieza a ser, por fortuna, un pleonasmo. Ya no hay turismo sin industria. ¿Cuándo conseguiremos que la expresión “industria cultural” no sea algo que chirríe a nuestros oídos o que, directamente, nos provoque las carcajadas?

Aquí si hay industria. Y cada vez mejor.

Mucho me temo que, en Granada, la cultura sigue teniendo algo de pose, de acontecimiento, de verse y dejarse ver. De continente, o sea. Pero la cultura es, también, sinónimo de dinero. De riqueza. De generación de empleo. De utilización de recursos. De pernoctaciones. De uso, disfrute y promoción de la hostelería. La cultura, cuando es industria, rinde. La cultura, bien gestionada, produce.

Por ejemplo, el Festival de Jazz y el Hocus Pocus, sus programas oficiales y todas sus extensiones, llenan de gente Granada, en noviembre. Dejan sin entradas al Isabel la Católica, pero también atiborran decenas y decenas de bares, cafeterías, restaurantes y hoteles de la ciudad, además de dar empleo a técnicos y especialistas de ramos muy diversos.

La magia y el jazz, además de ilusión y placer, generan PASTA

Cuando entendamos que cada euro bien invertido en Cultura sirve para generar y producir muchos otros euros a su alrededor, empezaremos a comprender dónde están parte de los auténticos y necesarios Brotes Verdes de la economía granadina.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

AUTÉNTICOS BROTES VERDES

Nuestro querido Colin Bertholet y su mirada nos ofrece, en ESTE post, una colección de auténticos, verdaderos, deseables y fantásticos Brotes Verdes. Si yo fuera ZP, montaba una campaña entera para vincular la cultura, la lectura, la educación y la regeneración de la sociedad post crisis financiera y económica. Espero que os sorprendas las fotografías. Y os planteo un reto: ¿qué libro elegirías para convertirlo en macetero? Item más y si eres aficionado a la botánica: ¿qué planta crees que sería la más adecuada para vivir en tan especial superficie? ¡Paso palabra!

¡QUÉ SUEÑO!

Antes de la columna de hoy viernes en IDEAL, de inequívoco carácter soñador, una recomendación muy terrenal: si podéis, no dejéis de ir. CA-LI-DAD y CA-LI-DEZ a raudales…

 ¡Qué placer!

Y, ahora sí, la Columna:

 

El pasado domingo, hojeando IDEAL, tuve un sueño. ¡Qué sueño! Soñaba que, al borde de la jubilación, allá por el año del señor 2032, Granada era capital cultural europea. Por fin.

 

No sé si leyeron el excepcional reportaje de Andrés Cárdenas en que se desgranaba el cúmulo de despropósitos por el cuál Granada, la gran esperanza blanca de la cultura andaluza, no había presentado su candidatura, precisamente, a la Capitalidad Europea de la Cultura del año 2016, algo que sí han hecho tanto Córdoba como Málaga, junto a otras diez ciudades españolas.

 

Dado que a España no le vuelve a tocar capitalidad cultural hasta el año 2032, a esperar toca. Lo cuál, bien pensado, debe ser considerado como un revulsivo y una gran oportunidad: si llevamos dos años y medio dándole vueltas al Milenio y todavía no tenemos ni un mísero cartel, logotipo o idea, ¿qué no necesitaremos para organizar una Capitalidad Cultural enterita y verdadera? (Más del Milenio AQUÍ)

 

Pero volvamos al sueño. Estaba sentado, a gusto, tomando mi primer café, cuando empecé a soñar con el 2032. Para entonces, salvo que la edad de jubilación haya subido hasta los setenta años gracias a alguna medida progresista y comprometida del gobierno de turno, estaré a punto de pasar a vivir de la Seguridad Social y, como los jóvenes cachorros de la empresa para la que trabaje me habrán arrumbado en alguna esquina, a modo de cactus decorativo, la Capitalidad Cultural se convertirá en uno de esos proyectos ilusionantes a los que tan acostumbrados estamos los granadinos.

 

Una vez inauguradas todas las autovías, AVEs y conexiones intercontinentales del aeropuerto Federico García Lorca de Granada y Jaén (que albergará los huesos del poeta, descubiertos años ha, para darles una dimensión internacional), los políticos de las más diversas tendencias volvieron a ponerse de acuerdo y, allá por el 2024, lanzaron la candidatura para Granada 2032.

 

Universidad, entidades financieras, sociedad civil y representantes de todas las administraciones locales, provinciales y autonómicas pusieron lo mejor de cada casa al servicio de un proyecto que, desde el principio, contó con las simpatías de la población granadina en su conjunto, rejuvenecida tras la reconversión urbanística de la ciudad, la peatonalización del centro y el acceso navegable al río Genil.

 

Todos a una, cuando el 2032 asoma por el horizonte, conseguimos que Granada se apreste a vivir un Fiestón, convertida por fin en una auténtica ciudad creativa que atrae a gente del arte, las letras y la cultura no sólo por su historia, sino también por lo mucho que tiene que ofrecer, aquí, ahora y en adelante.

 

Fue entonces cuando el camarero me sacó de mi ensimismamiento somnoliento, poniéndome el segundo café sobre la mesa. Efectivamente. ¡Qué sueño! Y seguí pasando las páginas del periódico.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

MÁXIMO MAGO MIGUE

La columna de hoy de IDEAL, que sale después de que, gracias a mi Amiga, anoche pudiéramos disfrutar de un fabuloso espectáculo: los Pagagnini. Si Mago Migue los conoce, fijo que flipa con ellos. Por su talento, por su irreverencia, por su buen humor y, claro, por su calidad. Pero hablemos de Magia…

 

¡Ave Mago! Los que van a reír te saludan. Bueno, los que vamos a reír y también a soñar, a emocionarnos y a disfrutar con ese torrente de sensaciones que provocan las mágicas veladas del Hocus Pocus.

 

Querido Migue, en realidad, había pensado no escribir estas líneas. De hecho, he estado resistiéndome a ello con uñas y dientes. Porque la primera vez que escribí de ti, aunque ya había tenido la suerte de conocerte, tampoco éramos muy amigos. Pero ahora sí. Y, claro, cuando uno escribe cosas buenas de sus amigos se puede entender que es puro peloteo interesado.

 

Pero cuando el viernes llegué a los aledaños del Isabel La Católica, con media hora de antelación al comienzo de la función, y ya estaba abarrotado de padres y niños, expectantes y ansiosos por ocupar su localidad en la platea, pensé que no era justo dejar de hablar de uno de los eventos culturales más importantes de esta ciudad. Evento CULTURAL, sí.

 

Porque cualquiera que el pasado domingo estuviera en un Teatro Isidoro Máiquez lleno hasta la bandera, a pesar del Barça – Madrid y de la desapacible lluvia que jarreaba, puede dar fe de que el Hocus Pocus es mágico, por supuesto. Pero la magia, además de hacerse a base de mucha ilusión y aún más trabajo, se construye a través de la imaginación, la creatividad, la poesía, la inteligencia y el talento, hasta el punto de ser una de las artes más completas que existen. La magia, como el Hocus Pocus acredita, es un espectáculo total.

 

Al salir, tomando la necesaria y reconfortante birra en el «Alegría», me comentaba mi hermano que tenía un compañero de trabajo que ejecutaba muy bien algunos trucos, pero que él mismo confesaba que le faltaban imaginación y talento para engarzarlos en una historia y conseguir que los juegos de manos se transformaran en algo más. Para hacer magia, o sea.

 

Pero lo peor de todo, querido Migue, es que tengas que dedicar buena parte de tu trabajo y esfuerzo a la alquimia más que a la magia, intentando convencer a un montón de gente cargada de prejuicios de que tu arte, vuestro arte, es mucho más que un entretenimiento para niños o un mero pasatiempo.

 

Imagino que cuando visitas a las personas que, trajeadas y encorbatadas, han de dar el «Sí quiero» a colaborar con el Festival, les llevas un buen dossier lleno de números, cifras, barras y quesitos multicolores que acreditan que cada gala del Hocus Pocus es un reventón de gente, lleno total en cada función. La pena es que muchas de esas personas no vean, en vivo y en directo, la cara de emoción de esos cientos de niños (y mayores) que exclamamos sentidos «¡¡¡Ohhhhhhhhh!!!» tras cada número. Porque, efectivamente, además de ver para creer, hay que creer para ver.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.