LA PERTINAZ CRISIS DEL CINE

Hoy abre la sección Vivir de IDEAL con este reportaje: «España no va de cine», en que se hace un alarmante repaso por la menguante cifra de espectadores que van a las salas.

 

Ha querido la casualidad que el escueto análisis que dejamos a continuación, y que complementa la información sobre el descenso de espectadores, coincida con que la columna de hoy de IDEAL se titule «Granada de cine».

 

A ver si coinciden o no con estas opiniones y, sobre todo, aporten ideas y sugerencias, por favor…

 

 

Hablar de cine y añadir la muletilla «crisis» es todo uno. Más pertinaz que la pertinaz sequía, desde que tengo uso de razón cinematográfica, las salas vienen perdiendo espectadores y el cine español, en concreto, está en un peligro de extinción más amenazador que el del lince ibérico. Los videoclubes, los canales de cine de pago, las megatelevisiones panorámicas y, por fin, las descargas ilegales a través de Internet parecen haber puesto en jaque la supervivencia de las salas de cine.

 

Y, cuando hablamos del cine español, a dichas causas hay que añadirles las de la competencia desleal de las multinacionales americanas y los atávicos prejuicios de los espectadores patrios a las películas locales.

 

La pregunta sería, por tanto, ¿hay forma de parar esta sangría?

 

El futuro de las salas pasa, inevitablemente, por una revolución tecnológica que convenza a los espectadores de que la experiencia de ver una película en un cine, rodeado de gente, es mucho más grata y excitante que verla solo en casa. Así, empiezan a imponerse los grandes estrenos en formato digital y, en el futuro inmediato, el 3-D será el gran anzuelo con el que Hollywood espera seguir capturando su cuota de pescado en el proceloso océano del ocio y el entretenimiento.

 

El cine español, por su parte, si quiere sobrevivir, tendrá que optar por jugar en la Liga de Campeones, con altos presupuestos y rodajes internacionales -Álex de la Iglesia o Amenábar- u ofrecer esas pequeñas películas diferentes, que apelen a una excepcionalidad cultural que tantos defienden, pero tan pocos han sabido cómo definir… y filmar.

 

Jesús Lens.         

CARTA DEL BANCO

Entrada dedicada a todos mis compañeros

de las sucursales de CajaGRANADA.

Ellos son quienes dan la cara y tienen que decir

un duro: «No. We can´t.»

 

 

Llámenme corporativista, vendido al capital y todo lo que quieran. Pero esta carta que hoy transcribe Ignacio Camacho en el periódico ABC dice, muy a las claras, lo que pasa con los créditos y los bancos. Sin desperdicio. Y para contextualizar, muy interesantes estas notas de El País: El misterio del crédito que no aparece.

 

Léanla y lo hablamos.

 

«ESTIMADO señor, trabajo en banca desde hace dieciocho años, y actualmente soy director de sucursal en un pueblo de Andalucía. Le escribo desde la inquietud que me han provocado las palabras del ministro Sebastián y otros dirigentes socialistas, que acaso no sean conscientes de hasta qué punto nos han puesto a los trabajadores de este sector en la picota. El Gobierno nos ha identificado como los malos de la película de la crisis, porque somos nosotros los que damos la cara ante la gente. Yo no sé quién tiene la culpa del aumento del paro, o quizá sí lo sepa, pero es muy fuerte que nos la echen a nosotros para sacudirse las responsabilidades políticas».

 

«Mire, yo no estoy aquí para dar esperanzas, sino para dar dinero… a quien lo pueda devolver. En el último trimestre del año, en mi oficina la demanda de crédito se ha reducido en un ochenta por cien. Y el veinte por ciento restante es prácticamente inatendible, porque en la mayoría de los casos se trata de personas con préstamos pendientes que solicitan otro para pagar los que ya deben. Los que tienen trabajo estable no se quieren endeudar, y los comercios y pequeñas empresas zozobran en su cartera de clientes, llenas de impagados.

 

Este pueblo venía tirando razonablemente bien gracias a la construcción, pero ahora se ha triplicado el desempleo y la gente está angustiada por sus deudas. Yo no puedo darle un crédito a un parado o a un eventual que me lo pide para hacer frente a las cuotas pendientes de la hipoteca y del coche. Le podría contar que hasta ha venido alguna persona ofreciéndome como aval… ¡el subsidio de paro de él y de toda su familia!»

 

«La situación se ha vuelto angustiosa. Para un bancario denegar un préstamo es como para un médico anunciar una enfermedad grave, el peor trago profesional, con la diferencia de que el enfermo no te echa la culpa de que no puedas curarlo. Sabes que detrás de cada petición hay un drama, pero tienes que decir que no porque los impagos son cada vez mayores. Es cierto que antes éramos los propios bancos los que dábamos facilidades, pero no somos nosotros los que hemos frenado la economía, sino la economía la que nos ha frenado a nosotros.

 

Probablemente yo ni siquiera voy a cubrir la expectativa de resultados que me pide la entidad. Pero ahora resulta que yo tengo la culpa de que crezca el paro. No se puede imaginar cómo nos miran ya nuestros vecinos. Un día va a pasar algo, y entonces espero que alguien le pida cuentas a los que nos han arrojado a los leones».

 

«Si publica esta carta, arregle usted la sintaxis, yo soy más hombre de números que de letras. Y le aseguro que si los números no cuadran no es por nuestra culpa…»

REALIDAD

Aquí subo la columna de hoy viernes, de IDEAL, sobre la realidad.

 

«Los poetas y los cantantes son poco partidarios de las realidades previsibles, quizás porque nada es menos previsible que la realidad.» Seguramente, Luis García Montero escribió esta frase sin pensar que era premonitoria de lo que iba a ocurrir en el mundo de las finanzas y la economía, por lo general, poco afín a la poesía.

 

Qué caprichosa, la realidad. Estos meses, en cada ocasión que Solbes, ZP, Rajoy y demás gurús de la cosa pública hablan sobre previsiones, remedios, vaticinios y planes de salvamento de la economía, la realidad se encarga de demostrar que no deberíamos estar en manos de políticos, gestores o economistas, sino de poetas y cantantes, poco partidarios de las realidades previsibles.

 

Cada vez que las autoridades han pretendido tranquilizarnos sobre la dimensión de la crisis, un demoledor dato ha venido a cerrarles la boca de un puñetazo. El último, el del paro. Desbocado, galopante, arrasador. No es sólo que vamos camino de los tres millones de parados en España sino que, además, somos el país de la UE que más puestos de trabajo está perdiendo. A pasos agigantados. Si algo está poniendo de manifiesto esta crisis es que el modelo de crecimiento español está radicalmente agotado. Hemos estrangulado a la gallina de los ladrillos de oro y la teta de la vaca ya no da más cemento. Así que, a ser imaginativos tocan.

 

Cuando se habla de este tema, de la economía del siglo XXI, se invocan tres letras a modo de fórmula magistral o panacea universal: I+D+i y cuando arrecia el pesimismo, siempre sale alguien conjugando eso de la Investigación, el Desarrollo y la Innovación para serenar a las masas. Aquí paz y después gloria.

 

Creo que la fórmula tiene tanto éxito y resulta tan tranquilizadora porque, por un lado, es irreprochable: nadie le puede poner un pero sin parecer un carca, un antiguo o un viejales obsoleto. Además, como aparenta ser algo tan técnico y específico, tendemos a pensar que la I+D+i siempre compete a los demás, a personas de bata blanca y gafas de intelectual. De esa forma, evadida nuevamente nuestra responsabilidad en esto de la crisis, podemos sentarnos a esperar… y a criticar.

 

Por ejemplo: ¿es razonable que la crisis haya supuesto un recorte de fondos de tal calibre que amenaza con truncar el Plan Nacional de Investigación y Desarrollo? O, quizá, el recorte está basado en algo más preocupante: según la Ministra del ramo, la evaluación de los resultados logrados hasta ahora en dicho sector no es muy positiva que digamos. O sea que mientras jugábamos a las casitas, no nos preocupábamos en exceso del éxito o el fracaso del mencionado Plan y ahora… pues no funciona.

 

 

No sé ustedes, pero a veces tengo la impresión de que mejor nos iría dejando el gobierno en manos de poetas, cantantes y artistas, tan reacios a aceptar la realidad como nuestros políticos, pero con mucho más talento y mejor gusto.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.