AGÜIMES – SEMANA NEGRA: LIGERO DE EQUIPAJE

Créeme: de todo lo que llevas en el petate, cuando sales de viaje, te sobran tres cuartas partes. Y más. Como decía Rodolfo, viajo ligero de equipaje. ¡Y tanto! Pero a ti no te interesa, ahora, saber de mis cuitas con la maleta perdida por IBERIA el pasado viernes y aparecida el miércoles en Canarias. Ya te contaré, con pelos y señales. Ni, posiblemente, tengas ganas de que te repita todas esas cosas que ya hemos escrito sobre Semana Negra, como en esta columna, por ejemplo. Así que vamos a hablar de uno de los protagonistas de esa columna. Porque si es Jueves y esto es Semana Negra, hoy hay que hablar de poesía. Hay que hablar de Ángel González y Luis García Montero.

 

Acabo de estar en la rueda de presentación de «Mañana no será lo que Dios quiera», uno de los libros que más ganas tengo de leer y que, en Granada, tuve varias veces en las manos, pidiéndome a gritos ser comprado. Pero, ¿sabes?, soy un poco fetichista. Y, aunque los dos seamos granadinos, donde se ha forjado un conato de amistad entre Luis y yo ha sido, paradójicamente, en Gijón. Así que, esperé a estar en Semana Negra para comprarlo y pedirle que me lo dedique. Y ha querido la casualidad que la presentación del libro dedicado a la vida del gran Angel González (¿le recuerdas, declamando poesía en la Carpa del Encuentro? Mira. Mira y escucha) coincida con una de las tres que, esta tarde, me toca hacer a mí.

 

¡Un auténtico jueves de pasión literaria! Presento la novela de Oscar Urra que tanto me gustó, «A timba abierta», y presento a Carlos Salem y su fantástica «Pero sigo siendo el Rey», Además, Frankie y yo ponemos de largo, en estas tierras, nuestro libro, «Hasta donde el cine nos lleve» Nos presenta Fernando Marías y… ¿lo has leído ya? 😉 ¿Qué te pareció? Como puedes ver, una velada intensa y apasionante. Así que me fui a la rueda de prensa, en el Don Manuel, y me encontré con un Luis García Montero rejuvenecido, más delgado y mucho más optimista que el que saludé hace unos meses, en la presentación en Granada de «La renta del dolor».

 

Un fuerte y sincero abrazo, una gran sonrisa y una promesa de, después, compartir charla y tragos me dejaron el segundo mejor sabor de boca de la mañana. En la rueda de prensa, Luis se mostró íntimo, cercano y cariñoso, relatando diversas anécdotas de la infancia y juventud de Angel González, explicando el origen del título de la novela, el tan maravillosamente profético: «Mañana no será lo que Dios quiera». Desde que escuché el título por primera vez me enganchó esa fórmula de no resignación ante los avatares de la vida, de insumisión ante los futuros escritos y los caminos marcados, de lucha por labrarse un camino propio. Venciendo las dificultades y las complicaciones, avanzando paso a paso, sin prisas, sin pausas, con decisión. Porque una vez que te has fijado un objetivo, un objetivo que merece la pena, hay que recordar y poner en práctica la célebre consigna anarquista… «¡Sin Dios ni Amo!» y la Guevarista «Hasta la victoria siempre».

 

Para mí, personas como Ángel o Luis son modelos a imitar. Personas con talento que cultivan el intelecto, de gran sensibilidad, que trabajan a destajo, pero que también son unos grandes hedonistas que sacan lo mejor de la vida. Amigos de sus amigos, habladores sin fin, bebedores sin fondo, fumadores insaciables. ¡Ay! Se aprende tanto, tanto, cuando uno sale de su nido y descubre nuevos horizontes… Personas grandes, amigos buenos. La mejor sombra bajo la que cobijarse.

 

Se me termina el tiempo. Me gustaría hablarte un poco más de Agüimes, del maravilloso Festival del Sur-Tres continentes. Contarte de los Tangorditos, que hoy actúan en el pueblo granadino de Peligros y que si puedes, no deberías perderte. Del monólogo de Alberto García o de la Danza Vertical, uno de los espectáculos más visuales, sugerentes y excitantes que imaginarse puedan. Seguir hablándote de esas noches sin fin en Alcatraz… Pero ya habrá tiempo. Todo el tiempo del mundo.

 

Ahora me voy a jugar un partido de volley. Estaba convocado por Marisa, pero no las tenía todas conmigo. Sin embargo, Raúl Argemí me retó anoche en público. Así que, me he comprado unas zapatillas y unos pantalones de deporte y allá voy. Créeme. No será ni lo que Dios ni el destino quieran. Vencer o morir. Jajajaja. Y mañana, otro de los platos fuertes; preestreno en exclusiva de la que, posiblemente, será la gran película del 2009, con permiso de «Up» y Pixar: «Enemigos públicos», de Michael Mann, con Johnny Depp. Tengo un pase doble para el pre-estreno y a quién a más cañas me invite, se vendrá conmigo. 

 

Pero todo eso será mañana. Esta tarde tengo tres presentaciones. Bien preparadas, claro. Pero los nervios, ahí están. Cruza los dedos y acuérdate de un amigo que, a partir de ahora, espera ser capaz de contarte todo lo que vaya pasando estos días. Hasta el domingo. Y más allá.

 

Jesús Lens. Insumiso.       

PERO SIGO SIENDO EL REY

Si ustedes son seguidores habituales de este Blog ya conocen mi debilidad por Carlos Salem, cuyas novelas «Camino de ida» y «Matar y guardar la ropa» (recientemente galardonada con el Premio NOVELPOL a la mejor novela policíaca del 2008) constituyeron dos de los grandes hitos literarios del pasado año. Por eso, si están ustedes tristones, deprimidos, asténicos o hasta los cataplines de la crisis, vayan a su librería de cabecera y háganse con lo nuevo de Carlos Salem: «Pero sigo siendo el rey».

 

Ya sabrán que tuve ocasión de disfrutar de un borrador de esta novela que ahora comentamos, «Pero sigo siendo el Rey», que leí y comenté a la vuelta de aquel revelador viaje por Damasco y el Líbano, la pasada Navidad, en el Post que titulamos, precisamente, «Sigues siendo el rey». ¡Cuánto bien me hizo aquel puñado de folios, en las largas noches damasquenas!

 

Han pasado unos meses y la editorial Salto de Página acaba de publicar, esta primavera, la versión repasada, pulida y depurada de la novela de Salem, lo que nos ha dado la oportunidad de volver a disfrutar de una historia delirante, descacharrante, refrescante y desbordante de imaginación y radicalmente actual. (Si quieren una presentación, en vídeo, PINCHEN AQUÍ)

 

Si hay una cosa que estos meses de crisis galopante está dejando muy clara es que, para entender la realidad de las cosas y para hacer crítica social, nada mejor que el humor. Siempre y cuando, sea inteligente, por supuesto.

 

Carlos Salem es uno de esos escritores urbanitas que viven en la calle, van a los bares y hablan con la gente, manteniendo el contacto con la realidad, por lo que podemos estar seguros de que todo lo que cuenta en su fantástica novela está (o podría estar) basado en hechos reales.

 

Por ejemplo, la fuga del Rey.

 

Porque la novela arranca con un encargo muy especial que le hacen al detective José María Arregui, su inefable protagonista: buscar a Don Juan Carlos de Borbón, que se ha fugado, dando esquinazo a sus guardaespaldas, sin que nadie sepa dónde se encuentra y que sólo ha dejado tras de sí un enigmático mensaje: «Me voy a buscar al niño. Volveré cuando lo encuentre. O no. Feliz Navidad.»

 

Y es que, efectivamente, la Navidad se acerca. La desaparición de Su Majestad se mantiene en secreto, pero una amenaza terrible se cierne sobre el país: ¿qué pasaría si llega el 24-D y, a las 9 p.m., no apareciese la regia imagen en todas las pantallas de televisión, pronunciando las célebres palabras «Constituye para la Reina y para mí motivo de orgullo y satisfacción…»?

 

Pero Arregui es un tipo listo y sabe dónde buscar. Lo malo es que convencer al monarca de volver a la Zarzuela no será tan fácil. Además, alguien intenta acabar con él, lo que obligará a Arregui y a Juan Carlos a realizar un sorprendente periplo por la España profunda. Una España tan surrealista como la que nos contara José Luis Cuerda en la memorable «Amanece que no es poco».

 

Si decimos que los personajes se convierten en un trasunto de Don Quijote y Sancho, nos podríamos poner muy serios y academicistas, pero la verdad es que Arregui y Don Juan Carlos recorren los caminos de España desfaciendo entuertos y chocando con las situaciones más aparentemente inverosímiles que, sin embargo, sabemos que son reales y ciertas, pues las hemos leído en la prensa de estos últimos meses. En serio, ver a Don Juan Carlos convertido en un decidido hombre de acción, es todo un lujo.

 

Además, en «Pero sigo siendo el rey» aparecen algunos de los más queridos y entrañables personajes de las anteriores novelas de su autor, como Soldati y Octavio. Un compendio del mejor talento de Carlos Salem, quintaesencia de su mejor y más depurado estilo, repleto de personajes proteicos e inolvidables.

 

Estamos ante una de esas novelas que son una gozada, de las que fastidia que se vaya acabando y cuyas últimas páginas vas leyendo con cuentagotas, en un postrer intento de prolongar y alargar el placer lo máximo posible.

 

Permítanme que termine con una de las frases que ya hemos utilizado, hablando de este libro: Si España fuera un país serio e inteligente, «Pero sigues siendo el Rey» se encaramaría a lo más alto de la lista de los best seller de este país.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

 

PD.- Una pregunta: ¿hay personas interesadas en hacerse con ejemplares firmados y dedicados por el autor de esta novela?        

«PERO SIGO SIENDO EL REY» YA ESTÁ AQUÍ

¿Se acuerdan? El primer manuscrito de «Pero sigo siendo el rey» fue mi gran lectura camino de Damasco. Y hace unos días anunciamos que Salto de página había editado la novela de Carlos Salem. Porque ya está aquí… ¿a qué esperan para lanzarse a las librerías a encargarla? ¡Háganse ese regalo, mejor hoy que mañana! Vean estas imágenes, para hacerse una idea de qué va la novela:

ORO CIEGO

Hacía tiempo que no leía una novela tan densa, pegajosa e hipnótica como «Oro ciego», de Alejandro Fernández, publicada por esa editorial de la que tanto hablamos, Salto de página, una bocanada de aire fresco en el panorama literario español y que tantas alegrías nos viene dando en estos meses, como bien hemos reseñado en esta Bitácora, de Carlos Salem a Leo Oyola, pasando por Óscar Urra.

 

En el caso que nos ocupa, el escritor cubano radicado en Madrid, Alejandro Hernández, nos cuenta una historia muy cubana, una novela de aventuras (aunque más bien son desventuras) protagonizadas por el singular Alex Pashinantra, un descendiente de hindúes que combate en el ejército mambí contra los españoles y al que le pasan muchas, muchas cosas.

 

Estamos en 1898, ese año fatídico para los españoles, en que se acuñó la célebre frase «Más se perdió en Cuba». Alex, como cierto personaje mítico de la literatura universal, se encuentra frente a un pelotón de ejecución. Y no es casualidad. Porque estamos ante una de esas novelas que, jugando con el Realismo Mágico de GGM, lo convierten, más bien, en un Crudo Fantástico, dado el tenor de los acontecimientos que están por llegarle al protagonista.

 

El calor, la suciedad, el hambre, la enfermedad, la miseria… todo ello está tan bien contado que, cada vez que cierras el libro, te encuentras sudado, sucio, lleno de barro. Porque no se sale indemne de los campos de concentración, popularizados por la barbarie nazi, pero inventados por los españoles en Cuba.

 

Como no se puede salir limpio de una expedición que parte en busca de oro. Sobre todo, porque, en este caso, el tesoro no está en la superficie de la Sierra Madre, sino en lo más hondo de las tierras más remotas de la Cuba más inhóspita, allá donde los perros de Tata Malanga se han convertido en ciegas fieras sanguinarias que siembran el terror a su paso.

 

Decenas de personajes, escenarios y situaciones nos sirven para mostrar una Cuba dura y permanentemente bañada en sangre, con los mosquitos dándose grandes festines de sangre, una Cuba convertida en escenario para que lo peor de las pasiones humanas se ponga de manifiesto.

 

Lo curioso es que esta novela parte de una idea para el cine que no sé si habrá productor que se atreva a poner en marcha, pero que requeriría de un nuevo Werner Herzog que consiguiera recrear el ambiente de insania, locura y putrefacción de su memorable «Aguirre, la cólera de Dios».

 

Literatura excelente, bien trabajada, que derrocha imaginación, pero también una ingente documentación sobre la Cuba de hace un siglo. Una novela en absoluto complaciente, pero que engancha al lector desde el primer momento, al ir directamente al meollo de las diferentes situaciones críticas por las que pasa un Alex Pashinantra al que ya adoramos como uno de esos personajes que nos acompañarán en nuestra memoria literaria por siempre jamás.

 

Ni lo duden. Lean «Oro ciego». Tiene todo lo que le faltó a aquella blandenguería de película, «Amanecer con hormigas en la boca», una malograda historia cuyo aburrimiento es inversamente proporcional a la potencia de su título y en cuyo guión participó Alejandro Hernández, un autor que sabe bien de lo que habla, no sólo porque es cubano, sino porque ha participado en otra guerra tan sucia, lejana y perdida como fue la de Angola.

 

Lo dicho: «Oro ciego».

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.