El francotirador

Era complicado no saber nada sobre la última película de Clint Eastwood antes de verla, dado que cuenta una historia basada en hechos reales y muy, muy cercanos en el tiempo, de forma que el estreno de la cinta fue cubierto no solo por las revistas de cine y las secciones de cultura de los medios, sino por las de Internacional, Sociología y hasta en Tribunales.

 AMERICAN SNIPER

Era complicado no encontrarte con Clint y su Francotirador en suplementos dominicales, revistas de la más diversa temática, tertulias de radio y televisión, columnas periodísticas, etcétera. Máxime cuando la película se convirtió en un arrollador éxito de taquilla en Estados Unidos y amasó un buen puñado de candidaturas a los Óscar.

Aun así, conseguí llegar bastante virgen a la sala de cine, sin prejuicios ni ideas preconcebidas.  ¿Y una vez vista?

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Frío. Mucho frío. Aburrimiento no. Pero un frío cercano a lo gélido, sí. Y todavía no sé si era o no era el objetivo de Clint, transmitir al espectador esa sensación de desapego, de distanciamiento. Tampoco tengo claro que la mía sea una sensación compartida por el resto de espectadores.

(Si quieres seguir leyendo mis impresiones sobre la película, date un salto mi Espacio Lensanity, en la web de Cinema 2000)

Jesús Lens

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La gran estafa americana

Sería una enorme exageración decir que la más reciente película de David O. Russell es una gran estafa, jugando con su título, pero sí es verdad que me esperaba más de una de las películas que más premios y nominaciones han obtenido a lo largo del 2013. Por no hablar de su descomunal reparto. Y, por supuesto, sin olvidar que el género de ladrones, pícaros y timadores es uno de mis favoritos.

 La gran estafa americana cartel

El pasado viernes, pues, no me sentí estafado al salir del cine, pero reconozco que al ver que la película “solo” había durado dos horas y cuarto, sí que me llevé una monumental sorpresa: ¡a mí me había parecido que superaba las tres horas, como “El lobo de Wall Street”!

Y es que el bueno de Russell le da demasiadas vueltas a una historia estupenda, pero que hubiera ganado, y mucho, de haber sido condensada en aquellos maravillosos 90 minutos, las tres bobinas que tanto hicieron por la evolución del cine, al convertir la sala de montaje en una especie de segunda dirección en la que se eliminaba todo lo superfluo y accesorio a la trama principal.

 La gran estafa americana reparto

Vueltas que da la trama, sobre todo, para poder presentar a una serie de personajes, perdedores y soñadores irredentos, cuyo mayor logro es pasar por tipos importantes, dando igual que se trate de estafadores de poca monta que de agentes del FBI. Y para tratar de impresionar a los demás, hay que cuidar la imagen.

Ríos de tinta (y de tinte) han corrido a cuenta del bisoñé que el personaje interpretado por Christian Bale se encasqueta en la primera y morosa primera secuencia de la película. Los mismos que se merecían los rulos del otro coprotagonista de esta farsa, Bradley Cooper y sin menospreciar el fabuloso tupé de Jeremy Renner, los escotes de Amy Adams o las uñas de Jennifer Lawrence.

 La gran estafa americana rulos

La imagen es tan importante que el director le dedica minutos y minutos de metraje al aspecto de los personajes, sin que la historia avance lo más mínimo, con la cámara deteniéndose en ellos, por delante y por detrás, de frente y de perfil, mientras caminan, se sientan en el coche o toman copas en los bares, en muchas ocasiones, demasiado forzados y acartonados.

Y así nos vamos hasta esos 138 minutos que lastran la que hubiera sido una estupenda película protagonizada por encantadores timadores del tres al cuarto en la Nueva York de los años setenta.

 La gran estafa americana uñas

Porque el argumento es asaz interesante: un par de estafadores de poca monta son detenidos por el FBI y, para quedar en libertad, aceptarán trabajar con ellos en la detención de algún que otro sinvergüenza. Solo que el agente del FBI a cargo de la operación tiene altas miras y muchas veleidades, por lo que empezará a apuntar a piezas que vuelan cada vez más alto, complicando de esa manera la vida de todos.

Mención aparte merece la construcción de los personajes, las relaciones que establecen entre ellos y, sobre todo, la resolución de la película. Ahí sí luce el trabajo de un guion que respeta al máximo a cada una de sus criaturas y que resulta excepcionalmente antimaniqueo.

 La gran estafa americana cena

Pero de ser válida la opción de calibrar una película según la intención de volver a verla en los próximos cinco años, me temo que “La gran estafa americana” no pasaría el corte.

Jesús Lens

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Cruce de caminos

“PE-LI-CU-LÓN”, ponía como único comentario de la siguiente foto:

Cruce de caminos

Sé que es un lugar común y un tópico defender la Versión Original como una de las bellas artes, pero hay ocasiones, como ocurre en “Cruce de Caminos” o en la serie “The Bridge”, en que las voces originales tienen todo el sentido y resultan imprescindible ya que los personajes se manejan lo mismo en inglés que en español, dado que lo hispano cada vez tiene más predicamento en la cultura yanqui.

El momento en que el personaje de Ryan Gosling entra en la casa de Ro (Eva Mendes) y bromea con la madre de ésta, chapurreando un español macarrónico y teniendo en cuenta cómo terminará la secuencia, si no se disfruta en VO, pierde todo el sentido.

 Cruce de caminos familia

Alardeo de haber visto “The place beyond the pines” en VO como si fuera una opción que habitualmente tenemos en Granada, algo que dista mucho de la realidad. Pero el hecho de que el sábado, a las 19.45 horas y en el Kinépolis, nos juntáramos un buen número de espectadores para ver la película, tal y como fue concebida por su director y coguionista, Derek Cianfrance; demuestra que clientela potencial, hay.

Pero volvamos a ese “Lugar más allá de los Pinos”, que es lo que significa el original de la película aquí traducida como “Cruce de caminos”, un título ambiguo y gratuito como pocos. Me dice mi coautor, el siempre al quite Frankie, que no estamos ante un PE-LI-CU-LÓN, en mayúsculas y con guiones. Que la primera parte es netamente superior a la segunda e infinitamente más que una tercera que bordea lo increíble.

Y es que, efectivamente, “Cruce de caminos” es una película de segmentos. De historias. Independientes entre sí, pero conectadas. Y, efectivamente, la primera es la mejor de las tres. Pero la segunda plantea una tesis importante, quizá resuelta con demasiada precipitación: no podemos huir de nuestro destino.

 Cruce de caminos Cooper

Y lo hace extraordinariamente, a mi juicio: a través del personaje de Bradley Cooper, un niño bien de clase alta que trata de ser un buen poli de base y… bueno. Pues que el destino se le cruza en el camino (sic) en forma de Ray Liotta, uno de los actores más desasosegantes del panorama cinematográfico internacional, máxime desde que Michael Madsen está desaparecido en combate.

Y luego, es verdad, el tercer segmento pierde fuelle, tiene ciertas incongruencias y, por momentos, riza el rizo. Pero solo el homenaje a “Muerte entre las flores”, una película que pide a gritos ser revisionada, merece la pena. Y el final. Claro. Pero del final no vamos a hablar, ¿no?

Volvamos al principio. A ese intenso plano secuencia que nos presenta a Ryan Gosling, interpretando nuevamente al personaje de “Drive”, solo que esta vez conduce motos y las cicatrices de su alma están representadas por los tatuajes con los que masacra su cuerpo.

 PLACE BEYOND THE PINES

Me gusta el existencialismo que transmite este tipo. No sé si otro actor estaría ahora mismo en condiciones de hacerlo tan bien como Gosling, aunque es cierto que este chico debe empezar a cambiar de registro o su pétreo rostro imperturbable y sus secos accesos de violencia empezarán a ser objeto de parodia.

Como los cowboys y los pistoleros del lejano oeste, interpreta a un forastero que llega a una ciudad desconocida, en mitad de ningún sitio. Allí conocerá a otro vaquero, tan inadaptado como él, y comenzará una historia de amistad tan intensa como la historia de amor que retiene a Gosling en el pueblo. Y que le llevará a embarcarse en una carrera que, como cantaba Extremoduro, no tenía final.

“Cruce de caminos” dura la nada desdeñable cantidad de 140 minutos. ¿Es lenta? ¿Demasiado metraje? En el primer segmento no sobre nada. En el segundo, casi nada. De hecho, algunas transiciones mentales y emocionales en el personaje de Cooper son demasiado aceleradas. Y en el tercero… bueno. Es cierto que el tercero desmerece los dos primeros. No están, los zagales, a la altura de sus progenitores. Será que la raza va degenerando. Y que, llegados a ese punto, empiezas a mirar la hora, dándote cuente de la peli empieza a durar demasiado.

 Cruce de caminos cartel

Venga va. Quizá no sea un PE-LI-CU-LÓN, pero “Cruce de caminos” sí es una estupenda película que se come la cartelera de un bocado y que, posiblemente, estará en muchos Top Ten cuando, a final de año, hagamos repaso del ejercicio cinematográfico 2013.

¡Y encima, el ser tan larga nos ahorró el disgusto de ver la caída de Madrid en Buenos Aires, el pasado sábado! 😉

Jesús Lens

En Twitter: @Jesus_Lens

El lado bueno de las cosas

Si yo hubiera cumplido con mi propósito de leer, la pasada Navidad, “Sexo, mentiras y Hollywood”, de P. Biskind; ahora mismo estaría en muchas mejores condiciones de hablar de la multitud de candidaturas al Óscar de una película, “El lado bueno de las cosas”, que, siendo resultona, no tenía las hechuras necesarias como para triunfar de la manera que lo ha hecho.

El lado bueno de las cosas

¿Mejor película del año? ¡Por favor! Dentro de unos meses, cuando la pasen a mediodía por algún canal de televisión, nadie se acordará de que había sido nominada a más de diez Óscar, incluyendo los de mayor categoría. Ni dará crédito a que se haya hecho con los Spirit Awards que premian lo mejor del cine independiente.

Salvo que reparen en un nombre. En dos, mejor dicho: Bob y Harvey Weinstein.

Hace poco veía un documental sobre la historia de estos dos sujetos, posiblemente, junto a los artífices de Pixar, los más influyentes en el cine mundial en lo que va de siglo XXI. Uno de esos documentales “no autorizados” en el que Biskind(*) se despachaba a gusto.

El lado bueno de las cosas desmotivación

Estos dos sujetos han cambiado, total y absolutamente, las reglas del juego de Hollywood. Para bien o para mal. Yo creo, sinceramente, que para bien. Pero ya hablaremos de este tema más adelante.

Volvamos a “El lado bueno de las cosas”, una comedia agridulce protagonizada por un hombre al que nos encontramos saliendo de una institución mental, en la que ha pasado ocho meses por agredir al amante de su mujer. El tipo en cuestión, interpretado brillantemente por el cada vez más solvente, apreciado y deseado Bradley Cooper, vuelve a casa de sus padres, interpretados por Jacki Weaver y por un Robert de Niro que, a pesar de su repertorio habitual de muecas y gestos más o menos cómicos, está mucho mejor que en la mayoría de sus últimos trabajos.

El lado bueno de las cosas de niro

Y entonces aparece ella. Tiffany, interpretada por la Jennifer Lawrence que, al subir a recoger su Óscar como mejor actriz… se pegó un morrocotudo golpazo. Tiffany es… ¡todo un carácter!

Y, a partir de ahí, el guion y la dirección de David O. Russell conducen al espectador por un camino conocido y transitado, sin grandes sorpresas ni sobresaltos; amable, divertido, ácido y sarcástico. Con su punto de crueldad, sus dosis de ternura y salpimentado de unas lagrimillas de afecto y cariño.

El lado bueno de las cosas

¡Pues claro que me ha gustado “El lado bueno de las cosas”! Es una buena película. El guion está muy bien construido, los personajes bien trazados y algunos secundarios son un lujo. Hay momentos, como la confesión entre De Niro y Cooper, realmente emocionantes. Y el final, claro.

¡Pues claro que sale uno sonriendo del cine! ¡Pues claro que es una inyección de positivismo y vitalidad, no excesivamente azucarada ni almibarada!

Pues claro que sí.

Pero, ¿será una película memorable? ¿La volverás a ver? ¿Voluntariamente? Porque esa debería ser la cuestión.

El lado bueno de las cosas correr

En Twitter @Jesus_Lens

(*) Este autor escribió uno de los libros fundacionales del nuevo cine, que pudo ser, pero no terminó de serlo: “Moteros tranquilos, toros salvajes”. Imprescindible.

Resacón 2: ¡Ahora en Tailandia!

Si no lo escribí, pensé hacerlo: a algunos supuestos genios que cambian los títulos originales de las películas y, en sus traducciones españolas, intentan hacerlos más atractivos al público, habría que lincharlos en la plaza pública.

En concreto, con las comedias, los creativos suelen dar rienda suelta a su portentosa imaginación y así nos encontramos con títulos como Superfumados, Superpirados o Resacón en Las Vegas, cuya mera enunciación hace temblar el misterio y desechar cualquier posibilidad de ir a ver la película. Por decoro. Por estética.

Con títulos así pasa como cuando eras joven y pedías preservativos en la farmacia o revistas para adultos en los kioscos: tenías que disimular. ¿Cómo le dices a un amigo que vaya contigo a ver una película que se llama “Resacón 2: ¡ahora en Tailandia!”? Es que pierdes toda credibilidad. Así, o utilizas subterfugios (- ¿y si vamos a ver una comedia que dicen que está bien y la crítica ha alabado bastante?) o te pones en plan pedante y utilizas el título original en inglés, “The Hangover Part II” o, directamente, haces como yo y te vas solo al cine, diciéndole a la taquillera que quieres una entrada para la sala 1.

Lo malo es que ella, en aras de la claridad expositiva, para evitar errores y reclamaciones, para que quede claro qué película quieres ver; abrirá el micrófono y le informará a toda la cola (y a la mitad de los visitantes al centro comercial Neptuno) de que el mangallón, cuarentón y con las sienes llenas de canas que tiene delante, efectivamente, va a ver “Resacón 2: ¡ahora en Tailandia!”

El caso es que el primer Resacón, como no me he cansado de repetir hasta la saciedad cada vez que el tema ha salido en alguna de esas imprescindibles, cinéfilas, refrescantes y necesarias charlas de barra de bar, era un peliculón como la copa de un pino, una loca comedia inteligente, divertida, cáustica, sorprendente y demoledora.

¿Y la secuela?

Pues, la verdad, me temo que ya no tanto.

Los protagonistas son los mismos, la coartada es idéntica, el planteamiento es semejante y el hecho de que la acción se traslade de Las Vegas a Tailandia sólo hace que el espectador disfrute de unas cuantas poderosas imágenes de un país al que algún día tendré que volver porque en nada se corresponde lo que veo, escucho y leo sobre el estado asiático con lo que recuerdo de mi visita al mismo.

La película, por supuesto, no aburre. Tiene buenos golpes y algunos gags muy divertidos. Va directa al grano, juega con el tiempo y hace pasar un rato de lo más entretenido. Pero ya no sorprende. Y el efecto sorpresa era uno de los puntazos que tenía el primero y original Resacón.

Valoración: 6

Lo mejor: el amanecer de los protagonistas en Bangkok y las expresiones de sus rostros, preguntándose: -¿qué ha pasado aquí?

Lo peor: el deja vú que invade todo el metraje.

 

Jesús Lens

 

PD.- Tal día como hoy, no estábamos corriendo los Sanfermines. Estábamos blogueando esto… Y haces dos años, esto otro.