Paco Roca ambulante

Tuve que subir a Madrid, con mi hermano, para resolver una cuestión administrativa. Un martes. Fuimos en bus. Temprano. Para ser precavidos, reservamos el billete de vuelta, ese mismo día, pero bastante tarde. Por si se nos complicaba la cosa.

 Paco Roca arrugas

Íbamos con un propósito, por si resolvíamos con celeridad el tema burocrático: asomarnos al edificio de Fundación Telefónica a ver la exposición sobre Paco Roca. Para ponernos en ambiente, nos llevamos dos de sus cómics más conocidos: “Arrugas”, del que había visto la película, y “Los surcos del azar”.

Poco después de las cuatro de la tarde, y tras haber tomado unas viandas en un garito asturiano de cerca de Fuencarral, acompañados por el Gran Rash, entramos en el espectacular edificio que Telefónica ha convertido en centro cultural.

Empezamos por ver la muestra sobre Tesla, que no me dijo demasiado, la verdad sea dicha. Y seguimos por la de Paco Roca, cuya serie “Un Dibujante en Pijama”, que actualmente se publica en el suplemento de El País, me parece prodigiosa. Muy aconsejable para todo el mundo, es obligatoria para cualquier persona creativa y/o dotada de alguna pulsión artística, musical o literaria.

 Paco Roca exposición

La exposición recorre toda la trayectoria artística de un autor que, tan joven, ya ha publicado joyas como “Arrugas”, cuya versión cinematográfica le hace justicia a un tebeo prodigioso. En él se cuenta la vida de un hombre, antiguo director de una sucursal bancaria, que ingresa en una residencia de mayores, aquejado de un incipiente Alzheimer. Todos los personajes, tratados con un mimo y un respeto exquisitos, se hacen querer por el lector, que terminará enamorados de ellos.

Sus conversaciones, sus travesuras, sus despistes, sus gestos de ternura y cariño, sus pequeñas rebeliones… se leen y se sienten como si fuera la más adictiva de las aventuras. Se nota, y esa es la parte que se descubre en la exposición, que Paco Roca pasó mucho tiempo visitando a las personas que viven en las residencias. Que las acompañó, habló con ellas y empatizó con su situación.

 Paco Roca himself

Dejando al margen los originales de algunos de sus trabajos, lo que más me gustó de la exposición fueron los Cuadernos de Viaje del autor. ¡Mataría por ser capaz de convertir mis viajes en joyas como ésa! De ahí el empeño que tenía yo en que mi querido Colin Bertholet viera esta exposición, más allá de nuestra admiración por Roca. Esas imágenes, aparentemente sencillas. Esos bocetos. Esos apuntes del natural. Esa recreación de la realidad que uno percibe cuando está de viaje… una maravilla.

Y está la investigación para la historia de La Nueve que Roca nos regaló en su excepcional y extraordinario libro “Los surcos del azar”. Porque el libro combina dos historias. La primera tiene a Roca como protagonista, cuando viaja a un pequeño pueblo de Francia para localizar a Miguel, un anciano que, supuestamente, participó en la II Guerra Mundial. Y, a modo de flash backs, por supuesto, la historia de Miguel, desde que zarpó del puerto de Alicante el 28 de marzo de 1939, con la Guerra Civil ya decidida.

 Paco Roca Surcos

Una historia, la de Miguel, no ya interesante, sino apasionante. su paso por los campos de refugiados franceses, su lucha en el norte de África y su participación en la liberación de París, con Leclerc, formando parte de esa mítica Nueve a la que por fin se está haciendo justicia por parte de autores como Juan Laborda, Alejandro Gallo y Paco Roca, por supuesto.

“Para qué llamar caminos

a los surcos del azar”.

Con esos versos de Antonio Machado comienza una narración que, en sus algo más de trescientas páginas, permite al lector acercarse a una historia de dolor, desgarro, violencia, muerte, honor, coraje, valentía y determinación. Una historia en la que los buenos y los malos no están tan alejados como nos gusta creer. En la que se demuestra que las cosas cambian, que las veleidades de la política no son solo cosa de ahora y en la que, nuevamente, Roca pone el acento en esos personajes que, habitualmente, están alejados de los focos y de la primera línea de la presión mediática. Personajes que cumplen con su deber y que, por encima de todo, son honestos y fieles a su forma de pensar, a sus ideales y a sus camaradas.

 Paco Roca surcos del azar

Y los queda, claro, “El invierno del dibujante”, que los Reyes, más majos que nunca, tuvieron a bien regalarme a comienzos de este año. Otra narración compleja, poliédrica y repleta de matices, en la que se cuenta el intento, en la España de posguerra, de un grupo de dibujantes de desmarcarse de la editorial Bruguera y crear una revista independiente en la que los dibujantes fueran dueños de sus creaciones y propietarios de los derechos sobre sus personajes.

Una historia que bucea en el pasado para narrar la valentía y el arrojo de unos, la oportunidad que se abrió a otros, el militante anarquismo vital de tipos como Vázquez, la estajanovista ética del trabajo de Ibáñez y el pragmatismo de otros cuantos.

 Paco Roca invierno dibujante

Porque la vida nunca es fácil y, en ciertos momentos, nos obliga a tomar decisiones de las que, más adelante, no nos sentiremos especialmente orgullosos. Que le pregunten a Víctor Mora, por ejemplo. O al señor González, posiblemente, uno de los personajes más tristes de la historia del cómic español. Por real. Por cierto. Por ser el espejo en que tantos y tantos artistas frustrados se pueden ver representados.

Pero volvamos a esa exposición sobre Paco Roca. Con artilugios y objetos tan singulares como los provenientes de ese Japón al que fue invitado, en el seno de una legación española y donde recibió honores y distinciones. De aquel viaje salieron estampas para los Cuadernos de Viajes, por supuesto.

 paco Roca pijama

Y, quizá, ideas para “Un dibujante en pijama”. O para alguna otra narración. ¿Una de samuráis? ¿La historia de los japoneses establecidos en Andalucía que dieron lugar a la amplia y extensa familia apellidada Japón? No se sabe. Porque los caminos de la creatividad son inescrutables y, por eso, exposiciones como la de Paco Roca ayudan a comprender y a disfrutar más y mejor de uno de los grandes del cómic español contemporáneo.

Jesús Lens

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RG

Si los tipos de Astiberri, esa maravillosa, osada e imprescindible editorial de cómics, me pidieran una frase para poner destacada en una faja que acompañara a los volúmenes de la serie RG, yo les propondría algo así como “RG es el The Wire de los cómics”.

Y me quedaría tan ancho, sabiendo que había dicho una verdad tan grande como la Catedral de Notre Dame.

RG

De esta maravilla serie de cómics he leído solo dos hasta la fecha. El primero, Riyad-Sur-Seine y el segundo, Bangkok-Belleville. Pero pienso seguir devorando todos los demás que surjan de ese extraordinario binomio formado por Frederik Peeters y Pierre Dragon.

(Sigue leyendo en una de nuestras webs hermanas: Calibre 38 )

Jesús Lens

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Peeters y Tomine… ¿presidentes?

«Nunca pases las vacaciones en Esquizofrenia.

Tendrás que pagar el doble».

 

Frederik Peeters

La mera posibilidad me pone los pelos de punta. O me los ponía. Porque, tras escuchar unas ciertamente sabias palabras, yo también he llegado a la conclusión de que no. De que no podría ser peor.

 peeters portada

Hoy, en su columna de El Mundo, Enric González, ironizaba sobre las diferencias entre la España de políticos serios y la Italia de políticos bufones. Esa Italia donde el payaso lo hacen sus personajes públicos, mientras que los ciudadanos ahorran y trabajan; sin necesidad de construir aeropuertos sin aviones, Bibliotecas sin libros; AVES que se arrastran o ciudades fantasma deshabitadas antes de haber albergado a persona alguna.

Así las cosas, ¿no serían grandes Presidentes, Peeters y Tomine?

Reconozco que sus historietas, algunas de ellas, me han impactado. Y conmocionado. E inquietado.

En concreto, “Desfase”, del álbum “Dándole vueltas”, me ha parecido una historia descomunal. La obsesión por el tiempo. Y es que el tiempo es importante. Y esos ladrones de tiempo que nos roban la fuerza vital, quizá no se merezcan morir apaleados. Pero una yoya a tiempo…

 Peeters Dándole vueltas

O ese cuarteto que, en “Constelación”, es capaz de protagonizar una siniestra historia negra y criminal, incluyendo un conato de amor fou, en pleno vuelo transatlántico. ¡Cómo juega Peeters con las perspectivas y los puntos de vista, con la visión parcial, única e intransferible de cada personaje!

Porque la realidad no es individual, como nos demuestran los perros que protagonizan “El país de la felicidad”. Y, cuando trata de serla, acabas con una camisa de fuerza.

 Peeters Constelación

Y luego está la soledad. Y los desencuentros. Y ahí entra Tomine. ¿Os acordáis de ZP, solo, por saber hablar inglés, en las Cumbres mundiales? ¿Y RJ, el pobre? Pues para rumiar las soledades, nada mejor que leer “Sonámbulo y otras historias”, en las que el presente es duro, sobre todo cuando flashes del pasado se cuelan en él.

Un tipo con fiebre al que una antigua novia va a cuidar. Un pobre diablo al que una amiga quiere animar su más que probablemente triste cumpleaños. Y lo que pasa. O lo que no pasa, más bien. O esa letal hora del almuerzo, un mediodía cualquiera, en un curro cualquiera. O, hablando de curros, esos curros de verano en los que la expresión “matar el tiempo” adquiere toda su dimensión.

 Tomine 2

Y luego están esas personas, los Otros. Los que forman parte de las estadísticas, pero nunca tienen nombre ni apellidos. Los Otros. Los diferentes. Los que circulan por carreteras secundarias y no tienen ganas de conducir por las autopistas.

Sí. Yo creo que les votaría como Presidente, a Frederik Peeters y Adrian Tomine; después de leer los cómics que han publicado. Porque si los que están ahí son los normales… ¡viva la a-normalidad!

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Y ahora, a ver los 15 de marzo de 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012.

Dublinés

Lee uno palabras como James Joyce, Ulises o Dublineses y le entra una especie de miedo paralizante, de pereza inconmensurable, de tedio supino, de superior aburrimiento.

Lo siento, pero es así. Al menos, a mí me pasa.

¿Qué me llevó, pues, a comprar y leer una obra como “Dublinés”, de Alfonso Zapico?

Teniendo en cuenta de que “es una obra llena de detalles, está centrada en la vida de James Joyce y recorre con el autor los momentos, las conversaciones, las penurias y las aventuras con las que se fue construyendo una de las grandes figuras del siglo XX”, sería como para hacérselo ver, ¿no crees?

Ahora que, ¿y si nos encontramos a Joyce “escribiendo novelas o bebiendo cerveza? Es posible que le veas vacilándole a Yeats o riéndose de Proust en su propia cara. Si te lo cruzas, conviene no molestarle… Es mucho mejor reírse con él”.

¿Ein? ¿Perdón? ¿Reírse con… Joyce? ¿Con James Joyce? ¿Estamos locos, se nos ha ido la pinza o es que, quizá, Eduardo Madina había bebido demasiadas pintas al escribir ese párrafo anterior?

Pues no, amigos. No. Resulta que, efectivamente, James Joyce puede ser un cachondo. Al menos, eso piensa Alfonso Zapico. Y así nos presenta al autor de algunas de las obras más, más, más (*)… de la literatura universal: un juerguista nato, un irresponsable, un niño grande egoísta y sinvergüenza que vivía en los pubs y que cada libra que tenía, se la gastaba en una buena farra.

Alfonso Zapico ha escrito y dibujado un fastuoso álbum en que ha recreado el Dublín de los años 20 así como las grandes (y pequeñas) capitales europeas en las Joyce residió a lo largo de su vida. Un álbum fastuoso y desenfadado en el que veremos al genio irlandés echando la pota después de agarrar una kurda, a su hermano hecho un basilisco por tener que aguantar a un gorrón como el literato y a la señora Joyce hecha una energúmena, cansada de las golferías de su díscolo esposo.

Disfrutaremos con los paseos de Joyce por esa Dublín que, después, describiría con todo lujo de detalles en sus libros. Sentiremos la atmósfera de los pubs y descubriremos el proceso creativo de un autor que, no por consagrado, era menos humano que el resto de sus semejantes, con sus imperfecciones, infidelidades y miserias a cuestas.

Le veremos descubrir el amor y el sexo, comportarse como un irresponsable y caprichoso, viajar por toda Europa, pegando sablazos a todos los que se le ponían a tiro. Le encontraremos dando clases de inglés para sobrevivir y aquejado de la melancolía, la morriña y la saudade por su Irlanda perdida. Conoceremos esas leyendas que tanto le gustaban y le escucharemos entonar esas baladas que todo buen irlandés lleva impresas en su ADN más profundo.

Decíamos que “Dublinés” es un álbum fascinante. Fastuoso y desenfadado. Es uno de los grandes tebeos, o cómics, publicados por la imprescindible editorial Astiberri en su más que delicioso catálogo.

Penséis lo que penséis de Joyce, no dejéis de leer “Dublinés”. Eso no te garantiza que, después, leerás el “Ulises”. Pero sí, a buen seguro, que le tendrás menos manía.

Jesús Lens

(*) Que cada uno añada los objetivos que, consideren, mejor pegan en ese espacio.