Una ventana africana

En realidad, este proyecto empezó hace más de diez años.

Por situarlo en el espacio… “Una ventana africana” nació enfrente de este cartel, la segunda vez que fui a Marruecos y, cruzando el Atlas, me vi seducido por las tierras del Gran Sur.

Zagora, Marruecos. Puerta del desierto del Sahara

Tombuctú como promesa, como destino, como quimera, como sueño.

Desde entonces, Malí, Etiopía, Burkina Faso, Egipto, Tanzania y, por supuesto, Senegal; han sido algunos de los países que he visitado, una o más veces.

Pero yo ya conocía África.

Como todos.

Porque la había visto en el cine. ¿A que sí? “Las verdes colinas de África”, “Hatari!”, “Mogambo” o “La Reina de África” están en nuestro imaginario colectivo, desde niños.

¿Os acordáis del brutal éxito de “Memorias de África”? ¿Y la indignación, con “Diamantes de sangre”?

El proyecto al que hemos dado virtualidad hoy viernes, “Una ventana africana”, trata de unir el cine y la visión que Occidente ha transmitido del llamado Continente Negro con su historia real.

Y con mis percepciones como viajero, por los sitios por los que he ido transitando.

Ryszard Kapuscinsci, cuyo libro “Ébano” es fundacional, necesario y esencial; nos recordaba que África no es un país. Ni tiene un solo color. Desde “Una ventana africana” vamos a tratar de ver las muchas Áfricas que en el mundo son, que en mundo hay. Dentro y fuera del continente.

Y comenzamos con la visión que nos ha realizado, en primicia y en exclusiva, nuestro querido Colin Bertholet. Uno de sus maravillosos Garabatos Digitales que, además de una explosión de color, son un prodigio de sensibilidad.

"África" Garabato Digital de Colin Bertholet

Tener amigos como Colin, que aceptan cualquier reto y saben entender tan bien y con tanta precisión lo que uno piensa, quiere y necesita; es un privilegio.

De todo este proyecto saldrá un libro, que ya llevo muy avanzado. Pero ya tendremos ocasión de ir hablando de ello.

De momento, ¿qué tal si le das al Me Gusta a la página de Facebook de “Una ventana africana”?

El viaje acaba de comenzar…

Lens, el Africano.

El por y el para qué

Pocas veces, tan pocas palabras han sido tan explicativas y justificadoras de una idea, un proyecto, un trabajo que nos llevará decenas y decenas de horas de esfuerzo y placer; de ver, buscar, leer, escrutar, resumir, compilar y, sobre todo, escribir y teclear.

Y en ello estamos.

Avanzamos.

¡Y seguimos!

Jesús #Áfricacine Lens

Veamos, los anteriores 2 de agosto: 2008, 2009, 2010 y 2011.

SOS Tombuctú

Hoy, en el fantástico Suplemento V de los periódicos de Vocento, como IDEAL, publicamos este reportaje sobre una tragedia que… bueno, que a continuación contamos.

Durante el primer cuarto del siglo XIX se desató entre los más avezados exploradores europeos la carrera por ser el primero en llegar a Tombuctú, la mítica estación caravanera del corazón de África… y volver para contarlo. Tombuctú, una de las ciudades santas del Islam, estaba vetada para los no musulmanes y viajeros infatigables, como el escocés Laing, terminarían pagando con su vida la osadía de entrar en sus calles. En 1827, el francés René Caillé, disfrazado como los nativos y simulando ser un religioso practicante, conseguiría pasar dos semanas en la conocida como Ciudad de los 333 santos y regresar a Europa para contar su viaje, en forma de diario.

La historia, siempre empeñada en repetirse, hace que dos siglos después, Tombuctú haya vuelto a convertirse en una ciudad cerrada, de facto, a los no musulmanes. El 1 de abril de este año, la ciudad cayó en poder del Movimiento Nacional de Liberación del Azawad, un grupo insurgente formado por tuaregs e islamistas radicales que ha aplicado en la región la sharia, la estricta ley islámica, como ordenamiento jurídico, tras proclamar la secesión del Malí de lo que han llamado el Estado Islámico de Azawad.

Tombuctú, ciudad fundada en el siglo XI, se enriqueció gracias al comercio de la sal y llegó a convertirse en una de las capitales culturales del mundo musulmán, atrayendo a poetas, pensadores, científicos y arquitectos de reconocido prestigio, como el granadino Es Saheli que, nacido en 1290, conoció en La Meca al rey del Malí y le acompañó de vuelta a su ciudad, en la que residiría hasta su muerte, en 1346. Es Saheli, a través de su trabajo con barro y troncos de madera, dio origen al famoso estilo arquitectónico sudanés con que están construidos buena parte de los grandes monumentos del África subsahariana. Así, fruto de su importancia histórica, cultural y religiosa, Tombuctú fue declarada por la UNESCO como ciudad Patrimonio de la Humanidad.

En Tombuctú se encuentra, por ejemplo, una biblioteca financiada por la Junta de Andalucía que alberga miles de libros, documentos y manuscritos recopilados a lo largo de los años por la familia de Ali ben Ziyad, un musulmán expulsado de Toledo en 1468 que, en su exilio, arrastró consigo ese importantísimo caudal bibliográfico. Tras cruzar el Estrecho, Marruecos y el Sáhara, ben Ziyad y los andalusíes que le acompañaban se establecieron en la ribera del Níger, manteniendo e incrementando una colección de textos que terminaría por dispersarse en el siglo XIX. Habiéndose dado por perdida, uno de los descendientes de aquellos andalusíes, Ismael Diadié, consiguió volver a recopilar buena parte de unos textos en los que se cuenta la intrahistoria de la región, del comercio y las caravanas; crónicas de viajes, documentos religiosos y otros muchos de carácter fantástico y fabuloso que narran leyendas, cuentos y relatos; no en vano, un célebre proverbio maliense reza que “El oro viene del sur, la sal del norte y el dinero del país del hombre blanco; pero los cuentos maravillosos y la palabra de Dios sólo se encuentran en Tombuctú”.

Precisamente por su importancia religiosa, cultural e intelectual, Tombuctú se convirtió en una de las ciudades de peregrinación más reconocidas del mundo musulmán y en ella recalaron numerosos sabios y estudiosos cuyas tumbas y mausoleos, en su calidad de hombres santos, eran honradas por sus seguidores y descendientes, que conformaban importantes y fervorosas cofradías. Hasta ahora. Hasta que el integrismo musulmán más ciego y reduccionista ha decidido que rezar a un santón, para que conceda una gracia al oferente, va contra la voluntad de Alá.

Estos días, el mundo asiste, impotente, a la sistemática destrucción de tumbas, monumentos y mausoleos por parte de la acción combinada de los tuaregs y los islamistas radicales en la ciudad de Tombuctú, en lo que Diallo Fadima, ministra de cultura del Malí, ha calificado como un crimen de guerra. Igualmente resulta paradigmático que los tuaregs estén colaborando con los islamistas radicales en la imposición de una sharia que prohíbe la música en una región en la que se viene celebrando desde 2001 el famoso Festival au Désert, una cita musical y cultural que atraía viajeros de todo el mundo y que servía para dar a conocer no solo la música tradicional tuareg, sino también buena parte de su cultura nómada y ancestral. En la edición de 2012 del Festival au Désert participó el mismísimo Bono, el líder de U2. Y la web del Festival anuncia la celebración de la próxima edición para los días 10,11 y 12 de enero de 2013.

¿Será posible, dentro de seis meses, volver a escuchar el desgarrado lamento de las guitarras que hacen sonar el blues africano y disfrutar con las carreras de camellos sobre las blancas arenas del desierto del Sáhara o la intransigencia integrista habrá triunfado y un nuevo periodo de oscuridad, cerrazón y bloqueo se cernirá sobre Tombuctú, volviendo a dejarla aislada y sola en mitad del desierto?

Los gobiernos de muchos países, incluido el español, han condenado enérgicamente los ataques al patrimonio histórico, artístico y cultural de Tombuctú, pero la destrucción continúa y las imágenes de los monumentos echados abajo, piedra a piedra, se clavan en nuestra retina y nuestra conciencia como aguijones envenenados y ponzoñosos.

Jesús Lens.

Viajero y escritor.