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Safaris humanos o lo peor del horror

Es una de esas frases que nunca veremos en un sobrecillo de azúcar a la hora del café. “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Lo dijo Lord Acton en el siglo XIX y, por desgracia, no ha perdido vigencia. Cuando hablamos de corrupción pensamos en cuestiones económicas. En mordidas, sobornos, cohechos y prevaricaciones. ¿Pero qué pasa con la corrupción moral?

No sé ustedes, pero esta semana he sentido asco, pavor, indignación y dolor a raudales al leer lo de los safaris humanos en Bosnia durante el asedio de Sarajevo. Es de las cosas más nauseabundas que imaginarse puedan. Ricos y poderosos pagando cifras cercanas a los 100.000 euros para apostarse en las colinas de alrededor de la capital bosnia y disparar a los ciudadanos inermes que trataban de sobrevivir al acoso de los serbios. Y más dinero aún si la potencial víctima era un niño. ¡Qué ganas de vomitar! Y qué ganas de que la fiscalía italiana que por fin está investigando esta ignominia consiga acusar, con nombre y apellidos, a esa hez humana.

¿A que les parece increíble e inaudito que algo así pudiera ocurrir? Pues déjenme que les diga que los buenos aficionados al noir ya teníamos información y conocimiento de ello, dado que se lo habíamos leído a uno de los grandes escritores españoles contemporáneos: Víctor del Árbol, ganador del Premio Nadal entre otros muchos galardones. 

Hace ahora un año, en esta misma sección, les recomendaba leer ‘El tiempo de las fieras’. Y como tantas veces, lo único que escribía sobre su argumento era esto: “¿Y de la trama? De la trama no les cuento nada en absoluto. Sólo les diré que es apasionante, global y con muchas conexiones entre presente y pasado, como es marca de la casa en un Víctor del Árbol más negro, criminal, existencialista y desatado que nunca”.

Pienso que no pasa nada si ahora les desvelo que uno de los hilos argumentales de esa gran novela es precisamente el de esos vomitivos ‘safaris humanos’ que se dieron durante las guerras balcánicas. Lean ‘El tiempo de las fieras’ y se pondrán en la piel de las víctimas además de escarbar en el sucio y podrido cerebro de esos ricos y todopoderosos que tratan de justificar su inaceptable proceder. 

Sobre la caza del hombre hay otras novelas y películas siempre estremecedoras. Les recomiendo ‘La presa desnuda’, la impresionante película ‘africana’ de Cornel Wilde, de 1966. O la más antigua aún ‘El malvado Zaroff’, de 1932. Si les interesa esa terrible historia, recuerden este cómic del que también les hablé hace meses: “Un aristócrata que, bajo el barniz de la civilización, se muestra como una bestia sangrienta obsesionada con su presa”. Así se describe al protagonista de ‘Zaroff’, el tebeo de Runberg y Miville-Deschênes publicado por Norma Editorial y que, por desgracia, se ha vuelto a poner de actualidad. 

Y una película igualmente estremecedora: ‘El sendero de la traición’ de Costa-Gavras, protagonizada por una sensacional Debra Winger y un inquietante Tom Berenger en el papel de un abnegado padre de dos criaturas que, supremacista blanco convencido, en sus ratos libres se dedica a ir a cónclaves del Ku Klux Klan y a organizar cacerías de seres humanos de color. Se trata de un thriller portentoso que resulta tristemente vigente. 

Y ahora caigo en que Roca Editorial publicó ‘La cacería’, de Steffen Jacobsen, un thriller presentado en BCNegra hace un par de años y en el que se cuenta, de nuevo, un safari humano. Qué pena constatar una vez más que la realidad supera a la más cruel de las ficciones. 

Jesús Lens 


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