Si me ven estos días, no piensen que padezco clorosis, ictericia o que me estoy enmoheciendo. La extraña tonalidad verde de mi piel es consecuencia de haberme levantado ayer sábado a las 6 am para convertirme en pieza. En pieza artística. (Menos ésta, todas las fotos son de Ariel C. Rojas)

Disculpen el acceso de vanidad, pero no todos los días posa uno en pelota picá, completamente pintado de verde, para formar parte de la obra de un reputado fotógrafo. Y es que Spencer Tunick vino a Granada para hacer uno de sus icónicos retratos. En este caso, el motivo ha sido el verde que te quiero verde… ¡Milnoh! El verde de la 1925 de Cervezas Alhambra.
Les confieso que soy pudoroso y me cuesta mostrar el cuerpo. En los vestuarios, tras la pachanga de básket, me ducho rápido y con discreción. ¡Esos complejos! Por eso dudaba si, a pesar de haberme apuntado y escrito una columna titulada ‘Voy a posar en bolas’, comprometiéndome a desnudarme en mitad de un olivar, sería capaz de hacerlo.

En el Metro, semivacío, buscaba a posibles compañeros de performance. Di con uno que ya había posado para Tunick, en 2011, en la Bienal de Sao Paulo. Lo hizo con su hermano, que ya falleció, y quiere rendirle homenaje. Me dice que fue algo muy espiritual.
Les ahorro los detalles hasta el momento de quitarse la ropa. Ya es de día y estamos entre los árboles. Tenemos una lata de pintura y la primera imprimación nos la damos cada uno a nosotros mismos. Luego necesitaremos ayuda, que la espalda y parte de los solomillos y las lorzas requieren de una mano amiga para dejarnos niquelaos. ¡Qué bien, haber encontrado a Juanje!

No hay vergüenza. Al estar concentrados en la tarea, te olvidas de la desnudez. Y una vez que empiezas a caminar junto a cientos de personas idénticas no hay diferencia de edad, altura, peso, género o nacionalidad. Somos una masa compacta que acata las órdenes marciales de Spencer. Hasta tres personas caerán al suelo por los rigores del calor. No pasa nada.

De vuelta, cuando una horda de seres pintados de verde, como los lagartos de ‘V’ o el increíble Hulk —ya vestidos, eso sí— tomamos el Metro, las caras de estupefacción de los viajeros son divertidísimas. Una nena llora en brazos de su padre. De inmediato, siente curiosidad. Como yo, que me lo he pasado teta posando en bolas para fundirme con los olivos.
Jesús Lens







