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David Cronenberg encara a la muerte

No me voy a quejar por el despropósito de que ‘Los sudarios’, la película más reciente del maestro David Cronenberg, que es inquietante, perturbadora y magnífica; se haya estrenado directamente en Filmin y no en las salas de cine. Casi que lo agradezco, como si volviera a ser un cineasta underground y por descubrir. Lo que es una pollada. Y cósmica, además. Porque eso es síntoma de que a uno de los grandes genios del cine contemporáneo le cuesta encontrar financiación para sus películas. Y eso sí que es trágico. A saber qué nos estamos perdiendo… ¡El signo de los tiempos!

Tenía marcado en rojo el pasado fin de semana cinéfilo. De hecho, lo tenía marcado en verde, que el sábado tuvimos la muy visual y surrealista performance con Spencer Tunick para Cervezas Alhambra, tiñéndonos de verde ‘Milnoh’. Además, comenzamos Biotopías, nuestro festival dedicado a la naturaleza. Y como en los próximos días no tendré tiempo ni de verme, el sábado noche me lo reservé para ‘Los sudarios’ y el domingo para esa otra barbaridad de película, ‘Sirat’, que todavía estoy tratando de asimilar. No me extraña la cantidad de sueños raros que he tenido estas noches.

Centrémonos en ‘Los sudarios’ y empecemos por unas palabras de David Cronenberg: “Mi mujer murió y el dolor sigue ahí, no desaparecerá”. Efectivamente, Carolyn Zeifman falleció en 2017. El suyo fue un matrimonio largo, que se casaron en 1979. Y de ahí parte la historia, el guion de su nueva película. 

La premisa es tan sencilla como desasosegante: una App que permite ver en tiempo real el proceso de descomposición del cuerpo enterrado de un ser amado. Para ello, el cadáver se cubre con un sudario especial repleto de cámaras y sensores. Las tumbas tienen una pantalla que permite asomarse a lo que pasa bajo tierra y, de esa manera, seguir ‘en contacto’ con la persona querida y añorada, en vivo y en directo. Una forma de sustituir los clásicos álbumes de fotos o películas familiares que solo nos permiten mirar hacia atrás y vivir de recuerdos. 

¿Extraño, verdad? No podíamos esperar menos de Cronenberg, un cineasta fiel a sí mismo que lleva toda su carrera hablando de los límites del cuerpo y su relación con la tecnología y que, a sus 82 años, sigue siendo uno de los cineastas más modernos, contemporáneos y disruptivos del mundo.

Porque a la parte espiritual sobre el duelo, la pérdida y la (im)posibilidad de seguir adelante se unen otras cuestiones como el espionaje industrial, la piratería informática, el hackeo de las redes, las investigaciones médicas paralegales, la paranoia, la vigilancia y el control; el tráfico de órganos, el doble y, por supuesto, los beneficios, los riesgos y los peligros del uso de la inteligencia artificial. 

Pregunta: ¿convertiría a un ser querido fallecido en el avatar de su asistente virtual, poniéndole sus rasgos, sus expresiones y su voz para interactuar con ella o con él en su día a día a través del móvil y la tablet, el navegador del coche y el controlador domótico de su hogar inteligente? 

No les puedo recomendar fervorosamente que vean ‘Los sudarios’ diciendo que lo pasarán bien. Pero deben verla, sabiendo que el cine de Cronenberg siempre hiere, incomoda y hace que te revuelvas, en este caso, en el sofá de tu casa. No hace prisioneros. Su dirección es fría y aséptica, como la mesa en que se practican las autopsias. ¡Pero qué dirección! 

Lo mismo ocurre con Oliver Laxe y ‘Sirat’, otra película que (no) puedo recomendarte. Cine arriesgado, diferente y a contracorriente. Cine profundamente adulto, reflexivo y ¿desesperanzado? Cine magistral. 

Jesús Lens

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