El punto de vista, de nuevo. Hace unas semanas les recomendaba ver la película ‘Weapons’, una de las mejores del año, en la que la narración fragmentada era clave para su disfrute.
Esta tarde, el Club de lectura y cine de Granada Noir se reúne en Librería Picasso, la primera cita lectora del curso, y cómo cuenta Claudia Piñeiro lo que pasa en su poliédrica novela, ‘La muerte ajena, publicada por la editorial Alfaguara, será uno de los puntos fueres de la discusión. Y de la conversación, también. Que de todo habrá.

Todo comienza cuando Verónica Balda, exitosa periodista radiofónica, al terminar uno de sus programas, se entera de que una joven ha caído de un quinto piso en el barrio de Recoleta, Buenos Aires. Quédense con dos palabras: periodista y caer.
Claudia Piñeiro adopta en ‘La muerte ajena’ el estilo periodístico. O, mejor dicho, diferentes estilos periodísticos. Y narrativos, también. Porque la historia de Juliana Gutiérrez y su caída se contará desde puntos de vista incluso contradictorios y a partir de propuestas narrativas distintas. Unos, por ejemplo, insistirán en el concepto de ‘caída’. Otros incluirán una nueva variable que incluye verbos como ‘empujar’, ‘lanzar o ‘arrojar’. “Como es una constante en este programa, intentamos manejarnos con información, se sabe lo que se sabe, de eso trata el periodismo”, leemos al principio de la novela.
Que Juliana cayó desde un quinto piso es una verdad objetiva e incuestionable. Pero el buen periodismo no debe, no puede quedarse ahí. Igual que novela negra más exigente. La primera pregunta, siempre esencial, tratará el porqué. ¿Por qué cayó, Juliana? Una pregunta que te lleva inmediatamente a las siguientes: cuándo, cómo y de qué manera. Y, por fin, el quién. Siempre el quién.
¿Se cayó Juliana o la empujaron? Un tema que cobra mayor importancia aún al saberse que el apartamento en que se encontraba pertenece a un importante y conocido empresario argentino, poseedor de una gran fortuna.
Inciso: a Verónica, todo este asunto le va a afectar particularmente ya que, como pronto sabremos, Juliana es su hermana. A pesar de llevar otro apellido. Y no contamos nada más de su relación. Ni de sus vidas, que Piñeiro nos las irá desvelando poco a poco y es parte del disfrute.
En un momento dado de ‘La muerte ajena’, el periodismo, la narración en forma de crónica rigurosa y basada en hechos ciertos y constatados, se convertirá en otra cosa. Porque, como decíamos al principio, los hechos son los hechos… pero también la forma de contarlos. “Si ese material lo tomaba un escritor de ficción y encaraba el trabajo como un texto ‘basado en hechos reales’, un híbrido generoso que pusieron tan de moda las series de streaming, la cosa podía ser no sólo más sencilla, sino, incluso, más interesante”, sostendrá uno de los personajes.
Inciso-pregunta, de nuevo: ¿y si la forma de contarlos alterara los hechos? ¿Afecta la observación de la realidad a la propia realidad? ¿La transforma, su mera interpretación? El relato y esas zarandajas, ya saben.
Y es que Piñeiro, a la vez que nos cuenta una historia, nos habla del aquí y el ahora más rabiosamente contemporáneo. A la hora de seguir desarrollando la historia de Juliana, “yo votaba por la serie basada en hechos reales y Verónica por el documental. A todas luces, la serie ganaba en ritmo, en tensión narrativa, en composición de personajes. Verónica decía que el documental ganaba en verdad. Pero ¿a quién le importa hoy la verdad cuando se trata de contar una historia? ¿A quién le importa la verdad, a secas?”. Para darle una y mil vueltas.
Jesús Lens






