¡Menuda banda, la del Calibre.38!

– Y ahí estás túúúúúúúúúúu!!!!!!

– Y ahí estás túúúúúúúúúúú!!!!!

La canción era pelín cansina, lo reconozco, pero cuando Ricardo Bosque me habló de la nueva época de la revista Calibre.38, fue lo que pensé:

– Y ahí tienes que estar túúúúúúúúú!!!!!!!

Y ahí estamos, claro. Si pincháis aquí, veréis que un servidor forma parte de esas malas juntas que son la Banda del Calibre.38. Ya sabéis, al que buen Bosque se arrima…

Aprovecho para invitaros a disfrutar del último número del .38 en su formato antiguo, en la que tenemos un par de colaboraciones que, creo, no conocéis. Pero que, sobre todo, es un pedazo de documento tan imprescindible como los del Wikileaks.

Y, por supuesto, os animo a suscribiros y a seguir esta nueva etapa del .38, más directa, más continua, más pegada a la actualidad negra y criminal.

Porque, en los tiempos que corren, empuñar la Calibre.38 empieza a ser más necesario que nunca.

Jesús de la Banda Lens.

Jazz-es

Bajo el marchamo de “jazz” caben tantos estilos, variedades y corrientes musicales como nuestra imaginación sea capaz de imaginar. Porque las etiquetas solo existen para ser arrancadas y las fronteras, para ser eliminadas.

Así, el ciclo Jazz in Blue que estamos disfrutando en el Teatro CajaGRANADA nos ha permitido alucinar con la capacidad vocálica de Lionel Loueke y con su facilidad para improvisar percusiones imposibles que nos dará la posibilidad de disfrutar del baterista Ignacio Berroa.

Pero detengámonos en dos de los artistas que repiten en Granada, tras haber dejado un inmejorable sabor de boca tras su paso por el Festival de Jazz o por el Jazz en la costa.

Uno es Avishai Cohen, que estará con nosotros este jueves 28 de abril, presentando su nuevo disco: “Seven seas”. Un disco cuya música, como ocurre en los últimos trabajos del contrabajista israelí, es tan personal, única e intransferible, que sólo puede ser de su autor. Uno de esos discos que, desde su primer acorde, son reconocibles y perfectamente identificables. Porque Avishai Cohen es un género en sí mismo.

Desde el primer acorde de la primera canción, titulada “Dreaming”, entramos en el universo Cohen, en un universo sonoro repleto de matices en el que el diálogo entre el contrabajo y el piano alcanza unas cotas de sensibilidad difíciles de explicar. Hace unos años, en el Festival de Jazz de Granada, su interpretación de “Remembering”, de su disco “At home”, arrancó escalofríos, gritos alborozados y aplausos entusiastas a todos los afortunados presentes. Y un par de años después, arrasó el Parque del Majuelo de Almuñécar. ¡Un ciclón! (AQUÍ una versión de dicho tema)

Y también nos llega Eric Truffaz, con su recién publicado “In between” bajo el brazo. Eric dejó fuera del Isabel la Católica, hace un par de años, a una buena cantidad de jóvenes extranjeros que portaban carteles de cartón en sus manos, manuscritos, clamando por una entrada para escuchar al genial trompetista. Y su concierto, desde luego, no dejó indiferente a nadie, con su posmodernidad arrasadora, sus samplers y sus máquinas.

En su último trabajo, Truffaz no renuncia a esa posmodernidad, por supuesto. Tras haber incorporado la potente voz del rapero Nya a trabajos como “The dawn”, en su nuevo trabajo cuenta con los habituales Benoit Corboz, Marcello Giuliani al bajo y Marc Erbetta a la batería y percusiones. AQUÍ podéis escuchar bastante de este último trabajo, cargado de envolventes atmósferas de lo más sugerente.

Dejar pasar la oportunidad es escuchar a lo mejor y más nuevo que viene con el marchamo de Blue Note sería un error imperdonable. Sobre todo cuando las texturas y los estilos de cada uno de los músicos son tan distintas, tan contemporáneas, tan globales, tan universales.

Be Curious, My Friend.

¡Luego no digáis que no avisamos!

Jesús Lens.

La vuelta, la pulsión por viajar o la ilusión recuperada

(Lo siento, pero las fotos que ilustran estas notas son mías. Aténganse, pues. Se corresponden, justo, a nuestro último y postrer paseo moscovita. Si las pincháis, se ven más grandes ;-))

No sé cuando empecé a viajar. En realidad, creo que fue cuando leía los relatos de Jack London sobre Alaska o las novelas sobre naufragios en los Mares del Sur, las aventuras de Sandokán o las epopeyas de los personajes de Julio Verne.

San Basilio. Moscú. Rusia.

Ni quiero ponerme nostálgico ni defender la lectura de clásicos de la literatura como parte primordial de mi educación sentimental, pero tengo claro que yo llegué al viaje (y a la acción, y a casi todo lo importante de la vida) a través de los libros. Y de las películas, por supuesto, con esos barcos de vela cortando las olas del océano, cabeceando y salpicando con espuma a los aguerridos marinos; o los cowboys a caballo, recorriendo las míticas paraderas del Oeste americano. Tanto será que escribimos todo un libro sobre el tema 😉

Aún así, me cuesta trabajo recordar cuándo empecé a viajar, físicamente hablando. Por poner una fecha concreta en el tiempo, fue a los veinte años que Jorge, Curro y yo cogimos un autobús en Granada y nos marchamos a París, una Semana Santa. Después, en verano, padecimos una sofocante ola de calor el Portugal. Antes habíamos deambulado por Sevilla y Madrid. Sí. Yo creo que fue aquel tercero de carrera cuando empecé a irme. Y, desde entonces, ya no paré.

Plaza Roja. Moscú. Rusia

El placer por las culturas diferentes, el virus por los viajes más largos, extraños y complicados comenzó más tarde. Una vez que estaba en paro y me fui con Manolo, paradójicamente, a un país muy cercano: Marruecos.

O sea, que empecé tarde. Como casi siempre. Pero después he hecho lo posible (y, a veces, hasta lo imposible) por recuperar el tiempo perdido. También como casi siempre. Con la última visita a Rusia, creo que son unos 35 los países que he visitado. 35 de casi 200. ¡Lo que me queda! Aunque a algunos de esos países he ido más de una, dos y hasta cinco veces. Y lo que te rondaré morena.

Moscú. Rusia

Pero lo importante de estas notas, más que hacer recuento o balance, es recordar que hace un par de años creí haber perdido la pulsión por el viaje. Sentía que, también en esto de viajar, había perdido el swing.

Los primeros síntomas los sentí en los Balcanes, desplazándonos de noche en trenes desvencijados, durmiendo de cualquier manera en vagones para nada cómodos o confortables, intentando ganar tiempo y economizar recursos. Cuando, de madrugada y entre sueños inquietos, los policías de Serbia, Bosnia o Croacia irrumpían sorpresivamente en los compartimentos para comprobar los pasaportes, no podía evitar plantearme aquello del “¿qué hago yo aquí?” a que tantas veces hemos hecho referencia.

Acabé muy cansado de aquel viaje. Demasiado.

Me fui, después, a pasar las Navidades al Oriente Medio. Pero aquello, más que un viaje, fue una huída. Menos mal que estaban allí Lillian, Talía, Jose y Daniel, para cuidar de aquellos pedazos.

San Basilio. Moscú. Rusia.

Pero lo peor estaba por venir, cuando me fui a Tailandia, sin comprobar temperaturas o condiciones, humedad o todo lo que cualquier viajero debería mirar. Calor infernal, humedad insoportable, un programa insensato… ¡Torpe, que eres un torpe! Pocas veces he soñado tanto con el hogar y con el no menos célebre “Home, sweet home”.

¿Se había terminado un ciclo, igual que una vez cambié las botas de montaña por las zapatillas de corredor?

¿Era posible que me hubiera “curado” de mi pulsión por viajar, de ese sempiterno cosquilleo en los pies que me obligaba, cada puñado de meses, a hacer el petate y a salir por las puertas de casa, hacia un destino más o menos lejano, más o menos cercano?

Fue en Perú, en Cuzco, donde me di cuenta, afortunadamente, de que no. De que seguía infectado por la compulsiva necesidad de viajar. Cuanto más lejos mejor. Solo, tranquilo, relajado, caminando por el Valle del Sol y descubriendo las maravillas naturales, culturales y paisajísticas del Perú volví a reconciliarme con los placeres de estar fuera.

Moscú. Rusia.

Después llegaron Marruecos (otra vez), Senegal (nuevamente) y, ahora, Rusia. Qué bueno, haber compartido destino con los amigos de La Arrancaílla Canaria y los imprescindibles Panchi, Álvaro y, por supuesto, Cuate Pepe. Y Cuba, claro.

En realidad, ha sido demasiado estatismo para un año, de Pascua a Ramos. Pero no pasa nada. La vida vuelve a bullir y yo vuelvo a mirar mapas, a leer epopeyas y a soñar con tierras lejanas, horizontes de grandeza, mares tempestuosos y temperaturas extremas.

Moscú. Rusia.

Lo decía hace unos meses. I’m back. Y es cierto. Hoy, cansado, ojeroso y macilento, cuando nos aprestamos a volver a una necesaria y deseable rutina en absoluto rutinaria, miro detenidamente mi pasaporte, lleno de sellos y visados, y sostengo que, efectivamente, he vuelto.

Jesús Lens.