EN LA MUERTE DE UNOS INMIGRANTES

Hoy jueves no es Motril, pero otros quince inmigrantes han perdido la vida en mitad del Mediterráneo. Recordemos, de nuevo, las palabras del poema de más abajo. Descansen ahora en la paz que antes no tuvieron.
Parece que, camino de Granada, ha volcado una patera con treinta y pico de inmigrantes, de los que han desaparecido, probablemente muerto, catorce de ellos, entre las altas olas del Mediterráneo.

Cuando ocurren estas desgracias, uno se queda sin palabras.

Dejamos el poema que un joven del pueblo de Agüimes escribió sobre los jóvenes inmigrantes muertos en su intento de alcanzar El Dorado europeo, y que nos ha hecho seguir nuestro querido e imprescindible Antonio Lozano.

Descansen en la paz que no pudieron alcanzar en vida:

TESTIGO

Me llamo Risco,
y no me siento erosionado sino esculpido.
Tengo una forma extraña e irregular,
una forma hueca que amplifica los cantos de sirena con el silbido del viento.
Mi esencia es lítica,
un testigo impertérrito de abordajes continuos,
roca abrazada de espuma, mar y maderas nobles.
El mar, el mar,
paradigma de un misterio que vomita sus sobras de carne y hueso,
dejándome a mi vera un cuento ininteligible de ilusión perdida,
un cuento untado de yodo y salitre,
que espera con ansias ser arrastrado a las profundidades del recuerdo.
Pero esta vez, yo roca, sí que siento,
esta vez quiero ser roca porosa que afecte mi condición pétrea.
Por eso hoy, soy una estela informe como homenaje,
una lápida escrita
con lágrimas eternas de sal.

PD.- Noticia de última hora para introducir en el debate: «El G-8 da la espalda a África.»

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PÁJARO EN MANO

Lo más curioso de la Costa del Sol es que, en ella, nada es lo que parece. Hay alcaldes delincuentes que acaban enchironados, valientes jefes de la oposición… que terminan siendo estafadores sistemáticos, policías corruptos expedientados, jueces prevaricadores expulsados de sus carreras judiciales, banqueros blanqueadores de dinero… La Costa del Sol es uno de esos territorios míticos que está pidiendo a gritos que un novelista de raza le meta mano, a fondo y hasta el final.

Uno de nuestros grandes clásicos de la novela negra y criminal, Juan Madrid, le pega unos cuantos picotazos a esa Marbella de los paparazzi, las mafias rusas y el blanqueo de dinero a través de su última novela, “Pájaro en mano”, aunque, más pendiente de los personajes y de una trama paralela a la de la corrupción, no termina de hacer toda la sangre de podría -y debería- haber hecho.

A través de una narración ortodoxa y lineal, con varias tramas protagonizadas por diversos personajes, Juan Madrid nos conduce por los vericuetos de una Marbella canalla y corrupta en la que, como dijimos, nada ni nadie son lo que parecen. Los abogados sólo defienden sus intereses pecuniarios, los ex policías son investigadores privados que nadie entiende cómo tienen licencia, las azafatas de congresos son chicas guerreras que buscan pegar un braguetazo, los fotógrafos pueden tener remordimientos, las putas, albergar un buen corazón, los ex-boxeadores están como cabras locas y los policías cobran de bastantes más presupuestos que los generales del estado.


Hay chiringuitos con reservados en que, a las seis de la tarde, pueden pasar cosas increíbles. Mujeres de bandera que se ponen el mundo por montera y profesores de tenis con vocación frustrada de play boy. La Costa del Sol está llena de lupanares y casas de lenocinio, por supuesto, pero las (y los) meretrices pueden practicar el oficio más antiguo del mundo en bastantes sitios más, incluyendo algunas de las más señoriales edificaciones de la Milla de Oro.

Y en este decorado es en el que Juan Madrid sitúa la trama de su novela. Una trama aparentemente sencilla, pero que tiene muchas ramificaciones y que, sobre todo al final, alberga un buen puñado de sorpresas, consiguiendo una espectacular e imprevisible resolución de todas las historias que ha contado. Sus personajes son muy potentes y están bien trazados, de una forma tan sencilla como efectiva. Y, sin embargo, nos queda la sensación de que el autor ha dejado escapar con vida a su presa… otra vez.

Hace ya algunos años, tras leer otra de las novelas de Juan, escribíamos lo siguiente: “Sinceramente, no pienso que «Grupo de noche» sea de las mejores novelas de Juan Madrid. Intenta abarcar demasiados temas en apenas doscientas páginas y, en muchos casos, acaba yéndose por las ramas, quedando en el lector una cierta sensación de insatisfacción, de estar ante una novela fallida porque, para que hubieran encajado todas las piezas de forma coherente, habrían sido necesarias otras trescientas páginas más.”

Punto por punto, es casi lo mismo que podríamos decir sobre este “Pájaro en mano”, finalista del Preimio Hammett de Semana Negra junto a «El imán y la brújula», «Chamamé», «El bulevar del miedo» y «Delincuente argentino», que se lee muy bien, es muy correcto, ortodoxo y está extraordinariamente bien escrito, con historias y personajes muy potentes… pero que termina resultando insatisfactorio. Quizá porque a los maestros, y no cabe duda de que Juan Madrid lo es, hay que exigirles siempre lo mejor.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

IMÁGENES IMPOSIBLES: WHO WATCHES THE WATCHMEN?

Con esta foto, que podríamos añadir a nuestro archivo de Imágenes Imposibles, enviada por el añorado Abel, traemos eco de una de las películas más esperadas de la próxima temporada, basada en la obra maestra de los tebeos: Watchmen. ¿Quién vigila a los vigilantes?


La película:

El tebeo:

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AMIGOS

Yo me fui primero. Un abrazo, un par de besos, un “nos vemos en Gijón dentro de unos días” y, sin una mirada atrás, salí de casa, tirando de la puerta, camino de Madrid, dejando a Lorenzo y a Rebeca terminando de preparar su equipaje antes de marcharse, ellos también, después de haber compartido una semana de charlas, proyectos, recuerdos, anécdotas, comidas, entradas y salidas.

Lorenzo y Rebeca vinieron de Santa Clara, Cuba. Y la pasamos bien hablando de lo divino y lo humano, viendo algunos de los documentales que, calentitos, se trajeron de la Isla. Organizamos un estupendo encuentro bloguero-literario con decenas de amigos y, después, compartimos birras, chistes y tapas en bares y terrazas de toda Granada.

Pero lo bueno siempre se acaba. Ellos tenían que continuar viaje y, nosotros, retomar la normalidad de nuestras vidas. Hoy, sábado, en casa, por la tarde, aún huele a la malanga y la yuca con que Lorenzo hizo su famoso Ajiaco (que no Caldosa, su hermana pequeña y pobre.) Aún se oyen los graznidos del Cuervo Reposado, retumban los goles de España y resuena el eco de los boleros que cantábamos, aquí sentados, con la Peña de los Calabacinos.

Menos mal que, cuando tiré de la puerta, el viernes por la mañana, me iba al encuentro de otro buen puñado de amigos. En este caso, a Madrid, a la sesión final del Advanced Management Program del exigente Instituto de Empresa que, a lo largo de buena parte de los viernes y sábados de lo que va de 2008, nos ha estado quitando tiempo, pero, a la vez, nos ha permitido no sólo aprender cosas distintas y abrirnos horizontes insospechados, sino, sobre todo, conocer a un puñado de personas que, con el discurrir de las sesiones de trabajo, nos hemos ido convirtiendo en colegas y amigos, en la sede de la Fundación ESNA.


Eran duras, las sesiones del AMP. Muchas horas concentradas, muchos temas y muy distintos. Y, siempre, requiriéndose la participación activa y la interacción de quiénes disfrutamos de ellos. Perdiendo el miedo al ridículo y echándonos al barro en muchas ocasiones, los colegas del AMP hemos terminado por conocernos muy bien, estableciéndose vínculos y nexos muy fuertes entre todos nosotros. Siendo muy distintos, pensando de forma muy diferente, viniendo de empresas muy variopintas y contemplando la vida a través de visiones muy personales; las extraordinarias relaciones generadas entre nosotros han culminado en Madrid, tomando tapas en distintos bares tras el acto de clausura del curso, en la sede del IE y, por la noche, bebiendo mojitos y margaritas en el Floridita, de clara inspiración cubana.


Es lo que tiene la amistad. Que nos despedimos en Granada de unos amigos cubanos para irnos a Madrid a terminar tomando copas con unos amigos granadinos en un bar cubano, cantando boleros, entonando el “Lágrimas negras”, bebiendo Cuervo Reposado y Ron Havana. Y charlando. Y riendo. Riendo siempre.

Cosas de la amistad.

Hoy debería estar en la Playa de Cabria, comiendo sardinas con la peña del baloncesto. Pero falló la logística. Quizá me podría haber quedado otro día más en Madrid, con los colegas del AMP. Pero estoy cansado y me apetece estar en casa, con mi Sacai, tranquilos, comiendo pasta italiana, viendo “Hermanos de sangre”, saliendo a correr un rato para, después, en el silencio de la tarde, dejar agradecido testimonio de tantos y tantos amigos que vienen a dar sentido a esta vida felizmente amable que la fortuna nos ha regalado. Una vida que tenemos la obligación, ética y moral, de aprovechar y disfrutar al ciento por ciento, exprimiéndole hasta la última gota de jugo. Aunque para eso, a veces y paradójicamente, haya que irse a dormir antes de lo que nos apetecería.

Un abrazo, amigos.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.