cBc vuelve a Salobreña

Lo diré una y mil veces: quien tiene un amigo, tiene un tesoro. Pero si ese amigo es Colin, el tesoro incrementa exponencialmente su valor. Me manda un SMS preguntándome que cuándo bajamos a la Semana Negra de Salobreña, mi Cuate Pepe y yo. Le digo que el viernes. Me dice que le mande unas palabras, para hacer un cartelillo, para anunciar la firma de libros en el stand que Antonio, el Librero Loco de 1616 Books tiene instalado en el Auditorium de la Villa o, por la noche, en el Fusión, que toca Ernesto Aurignac. Y a visitar la obra de Luis Villaescusa, en el garito de nuestro querido Mariano, el JA…

 

Y mirad lo que ha preparado:

cBc Negra

Un Colin que diseñó este impresionante cartel, para la Semana Negra, que espero traerme firmado y dedicado por su autor. Lo dicho: Colin, eres más grande que la misma Vin, ahora que estamos reivindicando el Granadian Style… Y ahora, un enlace con la información que Inés Gallastegui ha hecho de la inauguración de la II Semana de Cine Negro de Salobreña. Y, aquí, todo el programa de esta cita imprescindible.

 

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La marca del meridiano

¡Vaya año llevamos los aficionados al género negro y criminal! Los grandes premios literarios de este país parecen haberse rendido, definitivamente, al poder de las novelas policíacas y buena parte de los grandes autores españoles del género están copando los titulares de la prensa cultural: Andreu Martín, Juan Madrid, Mariano Sánchez Soler y, por supuesto, Lorenzo Silva. Si a ello sumamos que el inspector Méndez de González Ledesma ha vuelto a las calles de Barcelona… ¡podemos proclamar que estamos de enhorabuena!

 Maestros de la Novela Negra Española

No es momento de reflexionar sobre esta consideración comercial del género negro y policial ni de denunciar a algunos de los culpables de este éxito y brutal popularización, pero el hecho de que “La marca del meridiano”, de Lorenzo Silva, se llevara el Planeta, es la mejor prueba de que lo policial vende, gusta y es demandado por la gente.

De la saga de Bevilacqua y Chamorro lo he leído todo. A estas alturas, seréis pocos los que no sabréis que estos dos personajes son dos guardias civiles adscritos a la resolución de homicidios y que, por tanto, buena parte de la España menos urbana es su demarcación.

 La marca del meridiano

Eso les ha permitido recorrer buena parte de su geografía, peninsular e insular, que aquella noche de charla y descubrimiento bajo las estrellas, en el Roque los Muchachos, marcó un hito importante en la relación de los Guardias. Una relación profesional, personal y emocional, que no amorosa o sexual.

Lo habré escrito todas y cada una de las veces que he reseñado las novelas de Silva con estos protagonistas: la mayor virtud de sus personajes es que son absolutamente normales y corrientes. Dos funcionarios a los que también han recortado las nóminas y que no tienen grandes traumas a sus espaldas ni adolecen de grandes vicios ni tienen que luchar contra tentaciones, fantasmas o devoradores monstruos internos.

No se drogan ni lo han hecho nunca. Al menos, nunca han sido adictos. Ni alcohólicos. Ni violentos. Lo más, un divorcio. Se trata de dos funcionarios con un trabajo que realizar. Un trabajo complicado, exigente y duro. Muy duro. Sobre todo, cuando el cuerpo que aparece colgado de un puente es el de otro Guardia Civil, retirado, con el que Bevilacqua trabajó al principio de su carrera.

Hoy por hoy, no hay en España un escritor que describa mejor y con mayor rigurosidad una investigación policial que Lorenzo Silva: las relaciones entre los investigadores, los forenses y los jueces; las demarcaciones y las competencias de los distintos cuerpos policiales, las escuchas, los seguimientos, las vigilancias, los interrogatorios…

 Lorenzo Silva

Quién espere acción, chutes de adrenalina, ensaladas de tiros y persecuciones a toda velocidad, con “La marca del meridiano” se va a llevar una gran sorpresa: no hace falta nada de eso para disfrutar de una novela que engancha. Una de esas novelas cuyos personajes te acompañan y se hacen querer. Personajes a los que tomas aprecio. Porque te los crees. Porque son de carne y hueso. Porque respiran, sudan, pasan hambre y sed, se enfadan, ironizan, discuten, ríen y, sobre todo, cumplen con su trabajo.

Profesionales. Funcionarios. Gente de a pie que, con su labor diaria, hacen funcionar un país y evitan que todo se vaya a la mierda. Gente que, de esa manera, permite que se haga justicia.

 Novela Negra Española

Y si no has leído nada de la saga de Bevilacqua y Chamorro antes… ¡tampoco pasa nada! Puedes sumergirte en “La marca del meridiano” con total tranquilidad, sin miedo a perderte clave alguna. Silva, sin necesidad de alardes o aspavientos, nos cuenta una historia interesantísima y ha construido una novela excelente, a la altura de sus personajes.

@jesus_lens

A ver los 6 de febrero de 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012.

La zona

Apenas escuché al Jefe Taibo el comienzo de su presentación de “La zona”, en Semana Negra, supe que tenía que comprarla. Y leerla. A toda velocidad. Porque si a Paco Ignacio se le había metido en la cabeza el runrún de Nigeria, ¿qué os voy a contar yo, que llevo todo esto año tratando de dar cuerpo a nuevo proyecto literario-cinematográfico con África como protagonista?

El resto de la presentación de la nueva novela de Juan Miguel Aguilera y Javier Negrete terminó de convencerme de que, posiblemente, “La zona” iba a ser uno de los grandes libros de Semana Negra, junto a “Cenital”, de Emilio Bueso. Al menos, en su dimensión más terrorífica y de ciencia ficción que puramente policíaca. Lo que pasa es que, posiblemente y por desgracia, las historias que nos cuentan Bueso y el dúo Aguilera & Negrete tienen mucho más de ciencia que de ficción. Lo que no dejaría de ser terrible, por supuesto.

“La zona”, efectivamente, comienza en Nigeria, tiempo ha. Allí, la compañía farmacéutica Janus tiene instalados unos laboratorios en los que determinados científicos investigan en unas condiciones más “abiertas” de lo que podrían hacer en sus países de origen. Como que la ética se relaja, cuando uno trabaja en determinados ambientes. Como que sus habitantes son más maleables, más accesibles, a la hora de hacer ciertas experimentaciones, como tuvimos ocasión de leer y ver en “El jardinero fiel”, novela escrita por John Le Carré y trasladada a la pantalla por Fernando Meirelles.

Pasa el tiempo y, aquí y ahora, en un lugar tan improbable como la zona agrícola de El Ejido, estalla una alerta sanitaria por una posible amenaza biológica de origen desconocido. Una experta española proveniente de un organismo internacional con sede en Suiza y un joven becario inglés se plantan en Almería con el fin de aclarar la situación, seguramente algún tipo de anomalía sin la menor importancia, y allí se encuentran con el ejército, que ha trazado un perímetro infranqueable en torno a la zona caliente, y con Aguirre, médico de la localidad de Matavientos, centro neurálgico de la alarma.

Vestidos con sus trajes de aislamiento, con todo su equipo en ristre y escoltados por algunos soldados, los protagonistas entran en la zona y, a partir de ahí…

A partir de ahí, si quieres saber más, tendrás que hacer una cosa muy sencilla: ir a una librería y comprar un ejemplar de “La Zona”. O pedirlo por Internet, claro. Que, con este calor, echarse a las calles cuesta trabajo. Pero, desde luego, tienes que hacerte con la novela de Aguilera y Negrete. Porque sus quinientas cincuenta páginas son de esas que te mantienen imantado al libro, de las que te impiden apagar la luz por la noche, aunque ya te escuezan los ojos. Una novela de las que te obligan a seguir con la lectura, sí o también.

Sin contar nada que pueda reventar la trama de la novela, diremos que, si entrar en la zona caliente resulta relativamente sencillo a los personajes; salir no lo será tanto. Y que, en la narración, hay referentes a historias clásicas de grupos heterogéneos de personas muy distintas entre sí que, por mor de las circunstancias, se ven obligados a convivir durante unas horas y a enfrentar peligros y amenazas muy diferentes. En “La diligencia” eran los indios; en “Río Bravo” eran los sicarios contratados por un cacique; en “El enigma de otro mundo” está claro lo que eran y en “Asalto a la comisaría del distrito 13” eran bandas de pandilleros.

¿Qué, quién y por qué amenaza al grupo de investigadores que se internan en “La zona”?

Ya tardas en comprar el libro, leerlo y descubrirlo. ¡Y disfrutarlo!

Jesús Lens

Y con este último aPostado llegamos al final del propósito que nos hicimos cuando julio terminaba: una propuesta lúdico-cultural para cada uno de los días del mes más irreal y fantasmagórico del año. Creo que lo hemos cumplido.

¿Y los 31 de agosto de 20082009, 2010 y 2011?

19 cámaras

En mi personal y subjetivo mundo literario, los personajes de las novelas que voy leyendo se dividen en dos: aquellos con los que saldría a tomarme una Alhambra Especial bien fría en alguno de mis bares favoritos y esos otros con los que no compartiría ni una apresurada 0,0 en el tranco de la esquina.

Ojo, la distinción no es entre buenos y malos. Mis afinidades no tienen que ver con que unos ayuden a las ancianitas a cruzar la calle y otros apiolen a todo bicho viviente. Ni mucho menos. De lo que se trata es de empatizar con los personajes. De conectar con ellos a través de las páginas del libro. De sentirlos vivos, reales y auténticos. De que sean creíbles y cercanos; cargando a cuestas con sus grandezas y sus miserias, con sus penas y sus alegrías, con sus manías, sus tics, sus aficiones, sus adicciones, sus fallos, sus caídas y sus levantadas…

Así las cosas y recién terminada “19 cámaras”, la última novela de Jon Arretxe (*) publicada en la colección Cosecha Roja de la editorial Erein; me gustaría proponer a todos sus personajes que se pillaran un par de coches y se vinieran a Granada, a vaciar dos o tres barriles de cerveza. En el Alegría, por ejemplo. A todos sin excepción. Desde el protagonista, ese Touré, un burkinés inmigrante ilegal en Bilbao que decidió hacerse vidente, pensando que a la gente le hace falta un poquito de magia y va repartiendo tarjetas por la Pequeña África, el barrio de San Francisco de Bilbao; a Cristina, la sobrina de la Loles, camarera en un bareto de La Palanca.

Y a los libreros. Y a las chicas nigerianas. Y a Charo y al Mariachi, por supuesto, aunque por momentos hayan resultado irritantes y molestos. Pero les queremos. Porque todos ellos forman parte de un microcosmos en el que Jon Arretxe nos introduce con pasmosa facilidad, haciéndonos sentir cómodos, acogiéndonos con afecto, ternura y simpatía.

Y eso que las vidas de la mayoría de los personajes no son fáciles. Lo de hacerse vidente, para Touré, ha sido más una necesidad para poder comer que una revelación mística: con la crisis, ya no hay trabajo en la construcción. Y toca buscarse la vida. Solo que la vida, para un burkinés sin papeles, en Bilbao, no es fácil. Ni para él ni para otros muchos inmigrantes que, al calor del milagro económico español, eran recibidos con los brazos abiertos para hacer los trabajos más duros, esos trabajos en los que los españoles, nuevos ricos, ya no querían ni pensar; con horarios interminables y en condiciones laborales más que precarias.

Ahora, los inmigrantes sobran. Son un lastre para las cuentas públicas y, dicen, su peso en el déficit parece empujarnos a todos hacia el despeñadero. Por eso, grupos vecinales empiezan a patrullar las calles, para hacerlas más seguras, dado que la policía parece estar en otras cosas. Y, así, lo mismo se ahoga un inmigrante magrebí un día que, poco después, una nigeriana aparece en un contenedor de basura. Muerta, claro.

Y ahí tenemos a Touré, olisqueando en asuntos de cuernos y echando los caurís a un nigeriano de lo más amenazador. Un Touré al que todo el mundo le hace la misma pregunta, cuando le proponen lo mismo ir a coger percebes que a ver un partido de la Champions a San Mamés o que hacer una prueba para un coro operístico: “¿Es que tienes algo mejor que hacer?”

Una pregunta que, resume, a la perfección, la existencia cada vez más precaria de millones de personas que han perdido las riendas de sus vidas y, en mitad de esta tormenta entre financiera, económica, solar y planetaria; hacen lo que pueden.

Menos mal que hay autores como Jon Arretxe que, con su mirada y su prosa, nos descubren a estos personajes con los que nos iríamos alegremente de potes. Por la zona de Ledesma. Incluso por Miribilla.

Porque, además de a su maravillosa galería de personajes, el autor también nos presenta las calles y los barrios de su ciudad, tratándolos con el mismo cariño y respeto. Pero con ojo crítico. Un ojo crítico que no es, precisamente, el que está detrás de esas cámaras que todo lo ven, que todo lo graban, que todo lo presencian. Pero que no provocan la más mínima reacción.

Como la vida misma, oiga. Como la vida misma…

Jesús Lens

A ver, los anteriores aPostados, que son ya 28, nada menos.

¿Y los 29 de agosto de 2008, 2009, 2010 y 2011?

(*) Reseñas de «Sueños de Tánger» y «Shamaran«, las dos novelas anteriores de Jon Arretxe.

Verano en rojo

¡Ay, aquel verano del 2010! Igual que uno siempre recordará qué hacía cuando cayeron las Torres Gemelas, los españoles siempre recordaremos dónde, cómo y con quién estábamos cuando Iniesta marcó su memorable gol a Holanda, aquel gol que no solo nos coronaba como Campeones del Mundo sino que nos permitía, por fin, sacudirnos históricos complejos de inferioridad con países como Alemania, Francia, Inglaterra, Italia o Argentina.

España vivió el Mundial de Sudáfrica entre la esperanza y el estupor; entre el miedo a perder y la pasión por ganar. Y así comienza la excelente novela de Berna González Habour, publicada por esa impresionante, magistral y espectacular, imprescindible colección que es la Serie Negra de RBA.

Efectivamente, “Verano en rojo” arranca cuando la inspectora de policía María Martín se apresta a ir a casa de su familia para ver los cuartos de final del Mundial. Solo que una llamada de Esteban, su segundo de abordo, le tuerce los planes: ha aparecido el cadáver de un hombre. Ahogado. En un lugar tan improbable como el estanque del parque Juan Carlos I de la capital del reino.

Mientras, un veterano periodista de sucesos, Luna, trata de sobrevivir a la resaca posterior a una monumental borrachera. En este caso, nada tiene que ver con los éxitos de la Roja. Muy al contrario, fue una de esas cogorzas tristes y desesperadas, rabiosas, al saberse que el periódico iba a despedir a un buen montón de compañeros, él incluido, por aquello de la rentabilidad y los cuadres contables a fin de ejercicio. Pero el instinto es el instinto y un buen fiambre no se puede dejar enfriar. Aunque, como en el caso de este jovencito, aún sin identificar, hubiera aparecido empapado en agua.

Y está Carlos, un viejo policía al que su corazón hizo cambiar las tensiones del caótico Madrid del siglo XXI por una apacible y más tranquila Santander. Y es que parece que el cadáver del muchacho puede ser el de un chavalito cuya desaparición fue denunciada en la señorial ciudad cántabra…

Teniendo en cuenta que el finado es joven, apenas un adolescente, la investigación acerca de su identidad y, posteriormente, de la autoría de su muerte, requerirá de la presencia de expertos informáticos como Tomás que, además de desbloquear teléfonos móviles y rastrear llamadas, sepan manejarse en universos virtuales tales como Tuenti o Facebook. Porque, nos guste más o nos guste menos, parte de nuestra vida está ahí dentro. O ahí fuera, según se mire. Y, a todo esto, España se prepara para recibir a Benedicto. Y el clero está revuelto.

Con estas mimbres y con estos personajes, Berna ha escrito una novela negra de libro, que sigue una investigación policíaca desde el principio hasta el final, de forma absolutamente rigurosa y canónica. Una investigación de manual, radicalmente contemporánea que, como siempre ocurre en las buenas novelas, afectará a los personajes y les irá conduciendo por tortuosos -a la vez que excitantes- caminos laborales, profesionales y personales de forma que, al final de la novela, no serán los mismos.

“Verano en rojo” es una novela que, si la subida del IVA y los recortes en cultura no lo evitan, acabará convertida en película. Yo ya empiezo a hacer cábalas con el casting. O, quizá, a Berta le propongan que desarrolle nuevas historias para convertir a sus personajes en los protagonistas de una serie de televisión que, al estilo de “The killing”, desentrañen las grandes contradicciones de esta España del siglo XXI que, por una parte, gana el Mundial, pero por otra, se sigue ahogando en la miseria de la mentira, la mediocridad, el disimulo, el miedo y la ocultación.

¡Lean, lean “Verano en rojo” y hablamos!

Los agradecimientos por el consejo, en forma de Alhambras, por favor. Especiales y muy frías, a ser posible. En el bar más cercano.

Jesús Lens

Veamos los aPostados anteriores. 22 ya, a estas alturas de agosto.

¿Y el 23 de agosto de 2008, 2009, 2010 y 2011, qué blogueamos?