El algoritmo y el tonto del pito

Hace unos días cometí un error garrafal: compartí dos vídeos en mis stories de Instagram. No debí hacerlo. Me equivoqué. Perdón. No volverá a ocurrir. Conste en acta que lo hice con la mejor de las intenciones. El primer vídeo recordaba el triunfo de la atleta Paula Radcliffe en una maratón, récord del mundo incluido. El segundo mostraba a una persona mayor cruzando la línea de meta al terminar una carrera, feliz y contenta. 

Vídeos motivacionales, inocentes, de los que no pueden cosechar nada más que adhesiones y aplausos. Nada de odio. Terreno vedado para haters. ¿Dónde está el problema, pues? En que, desde entonces, la joía red social no hace más que mostrarme imágenes de personas corriendo. Mañana tarde y noche. Personas de todo tipo y condición. Lo mismo me encuentro a Kipchoge acelerando por debajo de los 3 minutos el kilómetro que a venerables ancianos culminando variopintas hazañas atléticas. Gente que corre por asfalto o por la naturaleza, a pleno sol o bajo la nieve. 

Y ya no puedo más, de verdad se lo digo. Me agota, a pesar de estar tumbado en el sofá, ver ese caudal de kilómetros quemados en la pantalla del móvil. Sobre todo porque parecen afearme mi inmovilismo, esa existencia entre sedentaria y contemplativa que supone estar mirando el móvil. ¡Qué cansinez de gente corriendo! ¿Conocen ustedes el dicho de que no hay nada peor que darle a un tonto un pito? Pues sí lo hay: compartir un vídeo en Instagram. Ya me pasó hace meses, cuando le di al corazoncito de Me gusta al simpático baile de una jugadora ucraniana de voleibol y la tengo más vista que a la mayor parte de mis mejores amigos.  

Me devano los sesos pensando qué nuevo vídeo compartir para que el algoritmo cese en su empeño atlético. ¿Leones cazando en la sabana? ¡No, por favor! Para eso está La2. Descarto todo lo que suponga ver a gente bailar y cantar, por supuesto. ¿Y dándose porrazos? Eso puede tener su gracia. 

Hay que afinar. No quiero ni pensar si comparto el vídeo de alguno de nuestros políticos en campaña. ¿Se imaginan la matraca 24/7, como dicen los modernos? Aunque bien mirado, lo mismo así me desengancho de las redes y termino por eliminarlas de una maldita vez… 

Jesús Lens