Los inexistentes odiosos ocho

Es de primero de Comunicación en cualquier escuela del siglo XXI: no te empeñes en ser el primero a toda costa. El primero en dar la noticia o en compartirla. Contrasta cualquier información antes de darle pábulo. Consulta otras fuentes. Confirma y asegúrate, no vayas a indignarte antes de tiempo y por las razones equivocadas.

A partir de ahora podemos poner un ejemplo palmario de cómo hacer el ridículo mediático citando nada menos que al ministro encargado de la policía y la información, Grande-Marlaska, a quien debió pasársele consultar al responsable de la investigación del asalto de los odiosos ocho encapuchados de Malasaña antes de liarla parda y, de paso, poner al pie de los caballos al mismísimo Pedro Sánchez.

Después lo han intentado reconducir, pero sin dar un paso atrás, por la vía de un forzadísimo sostenella y no enmendalla. ¡Qué la realidad no te joda el titular y/o la tesis! Porque el mal ya estaba hecho, tal y como podíamos leer ayer en decenas de columnas de opinión de diferentes medios de comunicación.

Cruda realidad y ficción interesada cabalgan en líneas paralelas que, sin embargo, empiezan a cruzarse e interferirse mucho antes de siquiera acercarse al infinito. Ese periodismo fatuo y engolado que escribe patéticas crónicas pseudopoéticas de lo que pasaba por las cabezas de los odiosos ocho que nunca existieron.

A partir de ahora, junto al reclamo del clickbait con las fotos nunca vistas de… o las 10 cosas que no sabías sobre… habrá que sumar el periodismo de ficción basado en hechos reales que nadie sabe si llegaron a ocurrir. Un periodismo que haga incendiar las redes y enardecer a los nuestros, provocando reacciones que se conviertan en noticia.

Que la cosa tampoco es nueva. Recuerden el famoso telegrama de W. R. Hearst a su corresponsal en Cuba: “Tú pon las ilustraciones y yo pondré la guerra”, refiriéndose al contencioso con España. Lo importante no son los hechos. Lo importante es la reacción. Y si no hay hechos que la provoquen, se inventan. Verbigracia, el robo de las elecciones en Estados Unidos o las acusaciones de Daniel Ortega a Sergio Ramírez.

La verdad es cada vez más esquiva. Nuestra responsabilidad como ciudadanos es exigirla, buscarla y defenderla a toda costa. Y la responsabilidad de los medios de comunicación es no negociar con ella, convertirse en sus adalides. Parece mentira, en 2021, tener que escribir obviedades como estas. Por desgracia, es necesario.

Jesús Lens