VIAJES ESTÁTICOS CON CHEMA MADOZ

Cuaversos visuales dedicados

a las personas que viajan

leyendo, soñando, imaginando…

 

Sostenía el escritor español Noel Clarasó que «Viajar sólo sirve para amar más nuestro rincón natal.»

 

No estoy de acuerdo. Yo lo replantearía diciendo que viajar también sirve para amar más nuestro rincón natal.

 

Además, viajar es un estado de ánimo, siendo posible recorrer el mundo desde la comodidad y la confortabilidad del hogar. Parafraseando al estadista inglés Benjamín Disraeli, «Como todos los grandes viajeros, yo he visto más cosas de las que recuerdo, y recuerdo más cosas de las que he visto.»

 

En estas semanas de casa, recogimiento y tranquila serenidad, releo a Cees Nooteboom: «Hace mucho tiempo, cuando aún no podía saber lo que sé ahora, opté por el movimiento, y más adelante, cuando ya sabía mucho más, comprendí que este movimiento me permitía encontrar la calma indispensable para escribir, que el movimiento y la calma, en cuanto unión de contrarios, se equilibran mutuamente.»

 

Completamos estas líneas con la poesía visual de Chema Madoz, un fotógrafo cuya imaginación no tiene límites.

 

Jesús Lens.

LÍBANO, UN VIAJE EN EL TIEMPO

Hoy salió en IDEAL el reportaje del Líbano. Una doble página muy sugerente, con sus fotos y extraordinariamente maquetada.

 

Es un puro reportaje de viajes. Espero haber conseguido transmitir la esencia de un país tan pequeño como rico en historia y cultura. También lo pueden leer, todo ello, en la edición digital del periódico, viendo la galería de fotos. A golpe de click: «Líbano, un viaje en el tiempo».

 

Ojalá les guste.

 

Jesús Lens.

LÍBANO

Ayer anticipábamos este fin de semana que vamos a dedicar al Líbano con una foto muy sencilla. Las de hoy, ilustrando la columna de IDEAL, no lo son tanto, por desgracia. Mañana sí tocamos una cara más amable del Líbano. Por cierto, ¿han comprado la edición impresa del periódico? ¿Han reparado en un importante detalle?

 

Lo escuché mientras me lavaba los dientes, en el boletín radiofónico de la mañana: «Líbano lanza tres misiles contra Israel». Y me dio un escalofrío. Porque sólo hacía tres días que había regresado de mi viaje por aquellas tierras mediterráneas. Después, a lo largo de la mañana, las webs de los periódicos abundaban en ello: «Israel responde al ataque con misiles lanzado desde Líbano.»

 

Cuando decidí pasar las Navidades en el Oriente Próximo, nada hacía pensar que se iba a producir una escalada bélica como ésta, aunque la verdad sea dicha, Oriente Próximo, violencia y odio cerval parecen ser sinónimos desde tiempos inmemoriales.

 

Las sensaciones vividas a lo largo de estas dos semanas han sido extremas. Por un lado, la magia de una ciudad milenaria como Damasco, cargada de historia y una belleza todavía suspendida en el tiempo. Después, la singular orografía libanesa, el súbito tránsito de los bosques de cedros cubiertos por la nieve a la paz de un Mediterráneo en calma. La quietud de las majestuosas ruinas romanas de Baalbek y los paseos por los zocos medievales de ciudades como Tiro y Sidón. Y la radical modernidad más chic y cool de una Beirut vibrante, divertida e hiperactiva.

 

Pero, por la noche, en la seguridad del hotel, poníamos la televisión y sus imágenes nos ponían los pelos de punta. Porque si, en general, los informativos occidentales suelen mostrar a los árabes furibundos, clamando venganza y poco menos que echando espumarajos por la boca, los noticieros del país mostraban los cadáveres de los niños palestinos, muertos por los misiles israelíes.

 

Y, por la mañana, te levantabas y salías de nuevo a hacer turismo por las tierras que vieron nacer la historia de la humanidad, tal y como la conocemos, de una belleza sin igual, pero tristemente situadas en un lugar muy próximo al centro del infierno.

 

Esquizofrenia viajera (así lo contamos en su día, desde Damasco), como la que nos asaltó cuando arribamos a la ciudad de Trípoli y subimos al famoso castillo de Saint Giles, construido durante las Cruzadas, y nos lo encontramos literalmente tomado por el ejército libanés. No es que hubiera unos cuantos militares por allá. Es que el ejército parecía haber instalado en el mismo su cuartel general. En la puerta, tres tanquetas perfectamente equipadas con sus ametralladoras y, circulando por el interior del castillo, decenas de soldados impecablemente pertrechados, con sus chalecos antibalas, sus cascos y, por supuesto, sus armas reglamentarias.

 

Aunque no decían nada, nos miraban extrañados, ataviados con nuestros vaqueros y forros polares, armados de nuestras diminutas cámaras digitales. Y, entonces, surgía la famosa pregunta que, en algún momento, se hace todo viajero y que fuera inmortalizada por Bruce Chatwin: «¿qué hago yo aquí?» Y, la verdad, de vuelta en casa, horrorizado antes las noticias que nos llegan de Oriente Próximo, todavía no he terminado de encontrar una respuesta.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

IMÁGENES DEL LÍBANO I

A modo de anticipo de la columna de mañana de IDEAL y de un reportaje que espero publique el periódico el sábado, en la sección Vivir, sobre el reciente viaje al Líbano, subo esta foto.

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Me gusta porque, sobre el sol del Mediterráneo, aparece una bandera que incorpora un cedro. Me gusta porque, en tiempos de oscuridad, es una foto luminosa. Me gusta porque la pesca está en el origen del hombre, porque me gusta el mar, adoro los puertos y, bueno, porque es una imagen muy sencilla.

Jesús Lens.  

DE NUEVO EN ESTAMBUL

Y de nuevo en tránsito. Pero antes de nada, una buena noticia. Hace unas semanas hablábamos de José Cendón, periodista secuestrado en Somalia. Hoy es un buen día. Ha sido liberado. Menos mal. Un tránsito a horas más insensatas que a la venida. Al final, apenas dormí. Estuve leyendo «Tokio Blues» cuando cayó la noche sobre Damasco y después salí a comprar unas tortas horneadas, de queso y tomate, para cenar algo. Y seguí leyendo.

 

Y, después, la vorágine del transporte, las colas, los visados de salida, el pago de las tasas… en este caso, muy facilitado todo por el buen trabajo de Talan, nuestro hombre en el Damasco más burocrático y pesado.

 

El avión, el sueño, el desembarco en Turquía, pasar los controles del Tránsito Internacional… En estos momentos, uno pagaría mucho dinero por tener una varita mágica que le depositara en su cama del Zaidín granadino. Pero todo esto forma parte del viaje, claro.

 

Las ojeras me deben llegar por los suelos. Había pensado descargar las fotos y empezar a trabajarlas, pero no hay ganas.

 

En vez de subirlas a las entradas viajeras ya escritas, haré como con las fotos de Senegal: aprovechar cada una de ellas para añadir un párrafo que sirva para contextualizarlas. Y así, recordar momentos, paisajes y personas, pero primando la imagen por encima de las palabras. Aunque no tengo mucha confianza en estas fotos, la verdad.

 

Pero será mañana. Hoy aún me queda llegar a Madrid y de allí coger el bus en la Estación Sur. Voy a llegar hecho una piltrafa integral. Menos mal que me esperan un poquito de jamón y un Roscón de Reyes esta noche. Y, sobre todo, el calor de la familia, que se echa de menos cuando uno se va a dar tumbos por esos mundos.

 

Ya van llegando nuevas propuestas de viajes. Ideas. Sugerencias. Invitaciones…

 

Pero es tiempo de descansar. Es momento de aposentar todo lo visto, de digerir las sensaciones vividas y de gozar con el evanescente recuerdo del viaje que termina.

 

Es tiempo, también, de trazar esos necesarios propósitos de año nuevo y empezar a cumplirlos desde el principio. Correr, leer, estudiar, ver buen cine, estrechar lazos con los amigos… lo normal, vamos. Es tiempo de volver a una normalidad que, después de este viaje será mucho más tranquila y reposada que en los meses recién terminados, afortunadamente.

 

El principio de año, por tanto, se presenta sereno y ordenado. Hay que aquilatar los conocimientos adquiridos en este viaje, hay que volver a la montaña y hay que leer y estudiar más. Y escribir, claro. Escribir sin prisas pero sin pausas.

 

En fin, que tengan ustedes un buen lunes ya que el mío, cansado y somnoliento, no lo será hasta que termine de traspasar la barrera que supondrá la Cabalgata de Reyes entre la estación de autobuses de Granada y la casa de mi hermano.

 

Eso sí, leer, estoy leyendo una jartá 😉 Y Murakami, como preveía a en mi salida, será mi personal primera gran revelación del 2009. Lo está siendo, de hecho.

 

Buen día para todos.

 

Y no gasten mucho. Que la belleza está en el interior 😉

 

Jesús Lens.