Un día en Sylvania

No se enfaden mis amigos lojeños, pero me hacía ilusión viajar a un destino exótico esta Semana Santa y el reino de Sylvania me parece una opción inmejorable. Sylvania, ya lo saben ustedes, es el país que se enfrenta a Libertonia en ‘Sopa de ganso’, la obra maestra de humor surrealista de los Hermanos Marx.

¿Conocen la historia? Tras el primer número musical de la película, una imagen fija muestra la panorámica de Sylvania. Y por haces del destino, resultó ser Loja.

Cómo acabó Loja en una película de los célebres cómicos estadounidenses es uno de esos misterios por resolver que ha dado lugar a diferentes elucubraciones.

La más sensata y factible, aplicando el principio de la navaja de Ockham, sería la del cineasta granadino Val del Omar, hijo de padre lojeño y que hizo fotos de diversas zonas de Andalucía para la Paramount. Cuando algún meritorio del estudio vio la foto desde la que se contemplan la Alcazaba y la iglesia de la Encarnación, tuvo claro que aquello era Sylvania.

Nos hicimos fotos en el Mirador, claro. Y recorrimos la parte medieval de la maravillosa ciudad de Loja, que no todo iban a ser películas. Turistas como nosotros, escasos. Lo que son las cosas: tanto quejarnos por no poder salir de la provincia y apenas un alma disfrutando de la arquitectura y la historia lojeñas.

El museo de la ciudad, en plena alcazaba, alberga piezas interesantes, pero lo mejor es su emplazamiento, que tanta historia ha visto pasar. Me gustaron mucho las placas que jalonan diversas calles, plazas y edificios de la ciudad con frases del poeta y filósofo Ibn al-Jatib. Por ejemplo: «Consigue la riqueza lícitamente y sé consciente de que gracias a ella se alcanzan lejanas metas». ¿No les parece de lo más actual?

Y ahora que estamos en Pascua, una reflexión que no debería caer en saco roto: «Las flechas de la muerte no se desvían ni yerran, lo que el tiempo te pone en la mano te lo arrebata… Ante la llegada de la muerte  todos somos iguales  lo mismo el que porta la espada que la que luce pendientes».

Jesús Lens

El futuro turístico de Granada

Fue en el Alhambra Palace, cuya maravillosa terraza tanto echo de menos. Hablamos largo y tendido. Hablar, en la segunda acepción del término: mantener una conversación con otra persona. Aunque es nervioso por naturaleza y fijo que estaba loco por revolotear por otros corrillos, Manuel Olivares aguantó a pie firme. No estábamos de acuerdo en muchas cosas, pero me gustó que aquel concejal del Ayuntamiento de Granada, además de oír, también escuchara.

En esta vida hay dos clases de políticos: quienes dialogan y escuchan durante las conversaciones y quienes, como el que oye llover, solo tratan de imponer su versión de los hechos. Su verdad. Su opinión. Su historia.

El pasado viernes, al leer mi columna sobre los planes impulsados por la concejalía de Turismo, Manuel Olivares tuvo el detalle de contarme más en profundidad varios de los proyectos en que están trabajando. Y hablo en plural porque me dejó muy claro que, en esto, son muchos los agentes, los técnicos y las instituciones implicados. (Leer AQUÍ esa columna)

Sobre el proyecto museológico ‘Granada y los viajeros románticos’, me garantizó que va a ser muy potente, lo que de me produce una especial alegría. Y me adelantó que la señalética proyectada, adaptada a los requerimientos de la UNESCO, va a ser inclusiva, una iniciativa pionera en Europa.

Pero lo que más me gustó es saber que la concejalía de Turismo del Ayuntamiento está involucrada en un proyecto con la UGR llamado a tener gran impacto visual. Y en varias iniciativas con la Diputación, orientadas a conseguir más pernoctaciones en la provincia. En concreto, el diseño de rutas temáticas en que ambas instituciones están trabajando conjuntamente me resulta muy esperanzador.

Acostumbrados a que cada institución haga la guerra por su cuenta e, incluso, a ver cómo se torpedean las iniciativas de unos y otros, resulta estimulante comprobar que, por debajo del ruido y la furia mediáticos, hay políticos y técnicos currando en beneficio de la ciudadanía, más allá de colores y siglas; de filias y fobias.

En estos tiempos tan complicados en que nos nutrimos casi unánimemente de malas noticias, me ha supuesto un chute de optimismo saber que, aprovechando el parón impuesto por La Cosa, los responsables de la principal industria granadina están trabajando juntos y repensando el futuro turístico que está por venir. Ojalá que estos esfuerzos lleguen a buen puerto. Y un brindis por los políticos que, además de hablar, escuchan. ¡Salud!

Jesús Lens

Por tierra de fuentes

Tengo mono de viajar. ¿A que me lo han leído en más de una ocasión este verano? Pues aprovechando que ayer tenía la mañana más o menos tranquila, fuimos a Deifontes, la Fuente de Dios.

50 años en Granada y no lo conocía. Fue en junio, trabajando en aquel suplemento sobre el patrimonio de nuestros pueblos, que me quedé prendado de Deifontes, literariamente hablando. Manantiales, fuentes, restos romanos, misticismo…

Llegamos temprano. Dejamos el coche junto a los lavaderos y subimos caminando hacia el centro del pueblo. Como nos encontramos la Iglesia de San Martín abierta, aprovechamos para visitar su gran artesonado mudéjar. ¿Soy yo o los templos que mantienen estos maravillosos techados siguen oliendo eternamente a madera? Su torre, reconvertida en campanario, no puede disimular sus orígenes como mezquita. El sincretismo, o sea.

De ahí pasamos al Palacio de los Marqueses de Casablanca, un auténtico oasis en un pueblo donde el agua mana abundante y generosamente de sus fuentes, para solaz del acalorado viajero. Y es que el sol, aunque no hayamos llegado al mediodía, ya aprieta. Palacio, ojo, reconvertido en Ayuntamiento. Y sede de otras dependencias municipales, de asuntos sociales a policía local. Sus jardines, hermosamente cuidados, son un remanso de paz en un pueblo que respira calma y tranquilidad por los cuatro costados.

Entonces me acordé de Juarma, dibujante y novelista, natural de Deifontes y autor de ‘Al final siempre ganan los monstruos’, una novela punk con mucha droga que transcurre en Villa de la Fuente, “un pueblo cualquier del sur de España”, como señaló en una entrevista. Y me acuerdo también de ‘Twin Peaks’ y de los muchos secretos que se ocultan detrás de un precioso entorno. Es lo que tiene que te guste viajar y disfrutar del patrimonio y los paisajes… sin olvidar la pulsión por la novela negra.

Nos trasladamos al Nacimiento, un enclave natural donde el agua es la gran protagonista. Aprovechamos para hacer un alto en el camino en la Venta del Nacimiento, el mismo sitio donde, hace siglos, se detuvieron Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz en su camino hacia a Granada. Antaño, allí paraban las diligencias. Hoy, un loro enjaulado le pone color —y jaleo— a su terraza mientras un gato implora algo de comer con la mirada.

Antes de volver a casa, visitamos la presa romana de Barcinas, de los siglos II y I a.C. ¡Cuántos tesoros por descubrir, en esta Granada nuestra! Se nos queda pendiente la Atalaya. La visitaremos en otoño, mientras hacemos el recorrido circular del Sendero de las Fuentes, que promete ser de lo más agradable.

Jesús Lens