Tira por la sombra, bonico

Les contaba ayer que el domingo sustituimos una excursión por un paseíllo tempranero por el Albaicín. Mi intención era hacer el recorrido que siempre recomiendo a los amigos que vienen de fuera y disponen de tres o cuatro horas para pasear. Pero el viajero propone, a la sombra y cómodamente sentado, y el astro rey dispone.

Que sí. Que podíamos haber madrugado. Pero que no. Que ya va bien, toda la semana con el estrés, para andar también con bullas el domingo. Así las cosas y como echamos a andar a eso de las diez, ya hacía calor. Todavía no era la Flama, pero apuntaba maneras. La consigna era clara, por tanto: ¡tira por la sombra, bonico! 

A mí me gusta subir a la Alhambra por el Realejo, bajar la Cuesta de los Chinos, cruzar el Darro y tirar por la Cuesta del Chapiz hasta coger el Camino del Sacromonte. Al llegar al ensanche de las cuevas flamencas, tomar por la Verea de Enmedio y desembocar en el Albaycín para callejear sin rumbo por su dédalo de calles. Para regresar: Paseo de los Tristes y Carrera del Darro. Voy a sonar chauvinista total, pero la belleza de ese recorrido es difícil de igualar. 

En esta ocasión, callejeamos hasta llegar a Plaza Nueva y, buscando la sombra, fuimos por Santa Ana hasta llegar a Puente de Espinosa. Y allí, la primera sorpresa. ¿Han visto ustedes el edificio en ruinas que, tapiado, se encuentra al final de esa calle? Sus elegantes pinturas murales contrastan con la mugre de las pintadas. Alucinante.

En ese punto me dio el volunto de hacer una ruta por las mejores – peores ruinas de Granada. ¡Qué gran paseo nos saldría! Es una idea para darle una vuelta. Y sacarnos los colores. 

Al llegar al inicio del Camino del Sacromonte y tras cumplimentar a Enrique Morente en forma de grafiti y a Chorrojumo como escultura, aprovechamos que era día de entrada libre para asomarnos a la Casa del Chapiz donde está radicada la Escuela de Estudios Árabes, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Forma parte de la Dobla de Oro y, como les digo, los domingos es de acceso gratuito. ¿La conocen? ¡Es espectacular! Pero otro día les hablo de ella con más detenimiento. 

Llegados a ese punto y a la vista de la calor, decidimos plegar velas y volver al barrio. Tiramos por San Juan de los Reyes y en cada calle perpendicular nos detuvimos para disfrutar del punto de fuga que ofrece la Alhambra.

Es una vista de la que uno no se cansa jamás. Nos alargamos hasta El Bañuelo, pero ya no teníamos humor viajero. Eso sí: nos comprometimos a cumplimentar la Dobla de Oro… en otro momento. 

Hicimos parada en Los Italianos. Una granizada de limón bien fría nos dio alas para volver al Zaidín. Tirando por la sombra. Por Ánimas y la calle de la Colcha, donde siempre hay corriente. Y ahí, otra idea: los empedrados, que pueden dar juego.

Jesús Lens

Pateando el Albaicín

El miércoles, después de un café tempranero, quedé con mi colega y buen amigo Gustavo, que teníamos trabajo de campo por hacer. En Acento Comunicación estamos inmersos en un apasionante curro sobre el Albaicín y, después de buscar documentación escrita y virtual, tocaba patear las calles, encontrar perspectivas y tomar fotos.

Lo bueno de salir de amanecida, además de evitar el calor, es que apenas había nadie por las calles, excepción hecha de los corredores más madrugadores. Así, pudimos cruzar la Puerta de las Granadas en solitario y deleitarnos en absoluto silencio con las perspectivas del barrio desde el mirador de la Churra.

Pudimos hacer fotos de los puentes de Cabrera y Espinosa, completamente vacíos, y asomarnos al acueducto de la Acequia de Romayla con toda tranquilidad, aunque tampoco es que suela haber colas para ver esta parte de la Alhambra, la verdad sea dicha.

No había un alma en el camino del Avellano y, un rato después, apenas nos cruzamos con nadie por la Verea de Enmedio, uno de los paseos más alucinantes del mundo.

A eso de las once y media de la mañana llevábamos en las piernas un buen puñado de kilómetros, en las retinas -y en las cámaras de fotos- un floreciente ramillete de imágenes y, en el cuerpo, un sinfín de sensaciones e impresiones.

Gustavo todavía se quedó en el barrio, que tenía entrevistas por hacer. Yo aproveché para recorrer el Albaicín un rato más. Esta vez, al trote cochinero. Subí a San Miguel Alto, me refresqué en la Fuente del Aceytuno y volé hasta el Zaidín. Tras una ducha, me abalancé sobre el portátil, que tenía mucho por escribir.

Recorridos cinematográficos, los senderos del agua, los desafíos de la gastronomía, la protección del patrimonio, personajes singulares, Cármenes de ensueño, vida diaria, presión turística, historia y memoria, retos de futuro y un largo etcétera. En eso estamos, estos días.

Al final de la jornada, mientras Inglaterra y Croacia se jugaban el pase a la Final del Mundial, Gustavo me mandaba una información imprescindible para terminar in extremis mi espetada entrega del suplemento Gourmet de hoy, que les animo a leer, con gusto… y con hambre. Y, entre risas y buen humor, se despedía: “25 kilómetros caminados, marca la aplicación del móvil. Que lo mismo no es exacto, pero que ha sido… ¡otro día en la oficina!”

Jesús Lens