El AVE Tortuga

Tanto esperar, tanto esperar… y nos ha llegado un AVE tortuga, el más lento de España. Un tren de mediana velocidad que conecta Granada con Madrid en tres horas y media, sólo una menos que el ALSA de toda la vida.

El guirigay montado en torno al AVE más tardón de la historia y el cabreo generalizado de la peña parten de dos problemas, gordos, pero bien conocidos desde hace años y años. ¿A santo de qué la sorpresa y los aspavientos por la conexión con Madrid a través de Antequera? Esta decisión nos vino impuesta hace lustros y debía estar más que descontada. ¿Ahora nos echamos las manos a la cabeza? ¡A buenas horas! De repente, tiramos de la calculadora para sumar los kilómetros que hace el AVE cuando gira a la izquierda en vez de subir recto. ¿De qué nos sorprendemos? ¿Esperaba alguien que tirara para Jaén y Linares, por ejemplo?

¿Y lo de la variante de Loja que nunca se hizo? ¿Acaso no estaba archisabido que, con este diseño de vía única por el trazado del siglo catapún, el AVE iba a tener que arrastrarse a la velocidad de un gusano artrítico? El único que no debía estar enterado es Pedro Sánchez, que urgió al ministro Ábalos a meterle mano a la susodicha variante… mientras pedía un helicóptero que le llevara al Falcon para volver a Madrid, que tenía cita con Pablo Iglesias y, a ese ritmo, iba a darle plantón.

Retraso tras retraso

 

Ojo: no digo que haya que conformarse. Ni muchísimo menos. Como con lo del no-soterramiento. Pero ya podíamos habernos indignado a medida que todas estas indignidades se iban sabiendo. Aunque hubiera sido una campaña de firmas en change.org. Pero no lo hicimos. Excepto los de la Marea Amarilla. Nos hemos ido callando, conformando y tragando y ahora nos hacemos los sorprendidos, agraviados y ofendidos.

¿Qué tal si, una vez aceptada y deglutida la realidad, empezamos a exigir a las autoridades competentes plazos creíbles y dotación presupuestaria suficiente para solucionar el despropósito de Loja y lo del soterramiento?

Jesús Lens

Ciudad de medianías

Disculpen si no me doy golpes de orgullo y fervor en el pecho por la ansiada llegada del AVE a su nido granadino. Que todavía está a medio terminar, por cierto: hasta que la entrada del tren de alta velocidad en nuestra ciudad no sea soterrada y mientras no se arregle lo de la variante de Loja, más que un AVE, tendremos un MEVE de media velocidad.

Todo ello no obsta para que me alegre sobremanera por el fin del aislamiento ferroviario, que una cosa no está reñida con la otra. ¿Puede uno estar contento y a la vez cabreado por la misma cosa? Y no estar loco, quiero decir… Inauguramos un tren de mediana velocidad que resulta capital para nuestra tierra y, a la vez, estrenamos a un vicealcalde de cuyas competencias no sabemos nada. ¿O es un medio alcalde? Por lo del 2+2 quiero decir, no me sean mal pensados.

Compareció Sebastián Pérez ante los medios el pasado lunes para, en realidad, no aclarar nada. O casi. Porque dejó bien claro cuál había sido el auténtico propósito de su campaña, el objetivo último de su programa electoral: “lo importante era que el PSOE de Paco Cuenca no siguiera en la alcaldía y lo hemos conseguido, así que objetivo cumplido”.

¡Pero hombre! Ya podría haber empezado —y terminado— por ahí el PP su campaña electoral. Nos habríamos ahorrado las disquisiciones sobre el túnel por el centro de la ciudad, las escaleras mecánicas a la Alhambra y la famosa pregunta de ¿y el cierre del anillo, pa’cuando? Lo importante era echar a Cuenca. Lo de un proyecto de ciudad y la quiebra de las arcas municipales… si eso ya tal, que diría Rajoy.

¡Por fin un punto de encuentro entre Luis Salvador y Sebastián Pérez! Desbancar a Cuenca. Hay que reconocer que tener objetivos claros y concretos sí que une. A ver si, a partir de ahí, se ponen de acuerdo en algunas otras cosillas. Como en todo lo demás, por ejemplo, desde las áreas de gobierno al papel que reservan a Vox.

Jesús Lens