TRUE BLOOD

Lo que más me gusta de “True blood” es que el personaje que no es medio gilipollas es porque es gilipollas y medio, con Jason Stackhouse a la cabeza, un mastuerzo, un cacho de pan que está más bueno que el pan, cuyo cerebro parece un queso gruyere carcomido por los gusanos. Pero lo sabe. Sabe que es tonto. De bote. Y de baba. ¿Y su hermana, Sookie, que tiene el don de escuchar los pensamientos de todos los que le rodean, y no ha llegado más que a camarera del Merlotte´s? Para lo único que le sirve su talento es para confirmar, cuando sale con hombres, que se la quieren tirar…

Y, conste que todavía no he dicho un “joder”, “mierda” o “the fucking shit”, que ya estaba viendo la cara de algunos de vosotros, jejeje.

Si hacemos caso a las series de la HBO, el nivel dialéctico del común de los mortales, en USA, es paupérrimo. Y, en el caso de “True Blood”, lo del Sur tiene que ser ya una cosa terrible. Y es que el Sur de los Estados Unidos tiene que ser para verlo. Que no para vivirlo. Y, por eso, cuando los vampiros deciden salir del ataúd, después de que se haya inventado una sangre sintética que les permite saciar su sed sin necesidad de dejar secos y marchitos a los humanos, resultan mucho más interesantes, versados y atractivos de esos vulgares hombrecillos de andar por casa.

De hecho, Lafayette debería ser una loca vampiresa total, que es la única que se salva de la quema.

No me ha enganchado tanto como otras series HBO, pero la insania de “True Blood” también es contagiosa y, en apenas una semana, he visto la primera temporada completa. Lo que tampoco tiene tanto mérito, que son sólo episodios. Sólo doce, pero eso sí: repletos de vísceras, sangre, mordiscos, estacas y más sangre. Y más vísceras.

Lo más interesante, claro: las relaciones entre vampiros y humanos. Para ellos, nosotros somos nada más que un puñado de carne mortal, sentimentaloide, débil e insustancial. Una mera fuente de alimento. Para nosotros, ellos son un grupo de no vivos, amorales y poco fiables tipejos.

La clave: ellos no son humanos. Nosotros no somos vampiros.

El conflicto: ¿nos arrejuntamos o nos separamos, segregamos y dividimos?

Porque, a la hora de la verdad, el Fangtasia es un club muy molón, aunque sea de y para vampiros. Y a las chicas les gusta ir. Y mezclarse con sus nuevos amiguitos de luengos colmillos. Y dejarse dar una chupadita, que tampoco pasa nada, ni es contagioso.

Pero es que, además, la sangre de vampiro, popularmente conocida como V, es adictiva para los humanos. Les transporta a paraísos artificiales tan estimulantes que ni la heroína ni la cocaína. Y, así, la mezcla, el tráfico y el mestizaje de humanos y vampiros será tan peligroso como imposible de contener, aunque haya un asesino en serie que no esté de acuerdo con todo ello, en el pueblucho de Bon Temps en que transcurre la trama de una serie gamberra, deslenguada, provocativa y provocadora, sexualmente explícita, a ratos repugnante y repulsiva; a ratos tierna y divertida.

La conclusión: que veremos la segunda de “True Blood”, por supuesto.

Jesús Lens, enamorado, platónicamente, del Deep South Yanqui 😉