Torres más altas

Este verano volví al Valle de Lecrín, también conocido como el Valle de la Alegría. No me canso de sus paisajes ni de la paz y la tranquilidad que se respiran en él. Es uno de los enclaves mágicos que tenemos en Granada. Otro más.

Foto que hice desde la ermita del Cristo del Zapato

El Valle, sin embargo, estaba que ardía. Lo demostraban unos carteles repartidos por buena parte de las calles de sus pueblos y en lugares visibles desde la carretera. ‘Di no a las torres’. El Valle estaba en guerra contra las torres de alta tensión de hasta 80 metros de altura que la Red Eléctrica de España había previsto tender entre Benahaux (Almería) y Saleres.

Acostumbrados a la indolencia y a la pasividad con las que asumimos en Granada los atentados contra nuestro patrimonio industrial, paisajístico, cultural y monumental, resulta fascinante y esperanzadora la capacidad de movilización de las plataformas de El Valle, que han recabado 12.000 firmas en contra de la infraestructura.Y un dato igualmente revelador: más de 4.000 alegaciones al estudio de impacto ambiental.

El quejío, esta vez, ha llegado lejos, en tiempo y forma. Tanto que la Junta de Andalucía se ha mojado y solicita a la Red Eléctrica de España que, por lo menos, le eche una pensada al tema y se plantee cambiar el recorrido del nuevo tendido eléctrico.

No creo que haya mucha gente en contra de la modernidad y el desarrollo que suponen este tipo de infraestructuras. Lo hemos comprobado con la demandada autopista eléctrica de la zona norte de nuestra provincia entre Caparacena-Baza-La Ribina, sin ir más lejos. Pero ¿tiene sentido entrar a saco en un lugar tan especial como El Valle de Lecrín, parte importante de cuya economía depende de la preservación de su entorno natural y paisajístico? Discutible. Muy discutible.

Ojalá que la presión ejercida por las plataformas vecinales y la propuesta de la Junta de Andalucía no caigan en saco roto y los responsables de REE se replanteen el trazado final de las invasivas infraestructuras eléctricas, que torres más altas han caído en nuestra tierra… sin necesidad de llegar a la confrontación.

Jesús Lens

El Valle encantado

Iba a utilizar al clásico de John Ford para hablar sobre el Valle de Lecrín, pero el pasado al que hace referencia “¡Qué verde era mi valle!” no sería justo ni acertado. Hoy por hoy, el Valle es un lugar feraz, vivo y palpitante.

Foto que hice desde la ermita del Cristo del Zapato

Tiro de memoria en busca de otros valles cinéfilos, pero como amante del western que soy, los que se me vienen a la cabeza son oscuros y de venganza, valles de violencia y de muerte. Y no es eso, no. Es precisamente lo contrario.

El pasado agosto, cuando viajaba por toda nuestra provincia para escribir la serie Verano en Bermudas, visité el Valle. Así comencé aquella crónica: “La Autovía de la Costa Tropical es una de las mejores cosas que nos han pasado a los granadinos, pero su rápido trazado conlleva un efecto colateral: olvidar que las carreteras secundarias también existen. Por ejemplo, las que nos conducen al Valle de Lecrín, una de las comarcas más exuberantes de Granada”. (Seguir leyendo AQUÍ)

No dejo de recordar aquella excursión cada vez que leo noticias sobre el proyecto de instalación de la llamada autopista eléctrica en el Valle. Las primeras informaciones hablaban de una inversión de 100 millones de euros y venían cargadas positivismo: beneficios, plantas fotovoltaicas, parques eólicos, riqueza, desarrollo… ¿Cómo no estar a favor de semejante maná?

Pronto empezaron a llegar las primeras críticas al proyecto. Las quejas de los ecologistas se dan por descontadas en este tipo de conflictos, pero que un buen número de vecinos, alcaldes, instituciones y empresarios se hayan aunado para levantar su voz contra los planes de Red Eléctrica de España resulta muy elocuente. (Leer AQUÍ la información de Jorge Pastor)

La plataforma “No a las torres” señala que la instalación de la autopista eléctrica provocaría un daño irreparable en el Valle de Lecrín e “incrementaría de forma exponencial el empobrecimiento y la despoblación, condenando al Valle a convertirse en un bosque de torres de alta tensión en lugar de ser el mejor ejemplo de olivar nazarí que existe y candidato a patrimonio mundial”. (Ver AQUÍ la galería de fotos que hice en 2008 y publicó IDEAL)

Tema arduo y complejo, pero los datos que van desgranando los vecinos y colectivos afectados dejan bien a las claras que se trata de un proyecto brutalmente invasivo cuyos teóricos beneficios podrían no compensar los perjuicios que arrostrarán. ¡Qué triste sería pasar del Valle Encantado a suspirar por su verdor perdido, quién sabe en aras de qué quimeras!

Jesús Lens

Café alpujarreño con Eduardo Castro

Quedamos en el Chencho, el mismo garito zaidinero donde nos encontramos hace unos meses, por pura casualidad. La idea era hablar de una actividad que estamos preparando para GRAVITE, el festival sobre el Viaje en el Tiempo que arranca a final de este mes, pero en cuanto dejamos más o menos resuelta la cuestión, comenzamos a hablar de La Alpujarra.

Se lo he contado en otras ocasiones: el libro que más me ha influido en mi desaforada pasión por la inigualable comarca granadina fue la Guía General de la Alpujarra, un tocho de 450 páginas publicado en 1992 por la antigua Caja de Ahorros. A mis veinte añitos tiraba mucho de las Guías del Trotamundos, de marcado carácter práctico y utilitarista. Asomarme a la magna obra de Eduardo Castro fue doblemente revelador: se trataba de una guía cargada de erudición, historia y literatura que, además, nos descubría un territorio mítico y majestuoso… que se encontraba a tiro de piedra, accediéndose a él a través del km. 37 de la antigua carretera de la Costa, cruzando el Puente del Tablate.

Al tratarse de una magnífica edición repleta de fotografías, el libro de Eduardo pesaba lo suyo. Siempre me dio igual: era lo primero que echaba a la mochila cuando subía a La Alpujarra y nunca me faltó en ningún recodo del camino, por lejos que me encontrara.

25 años después de su publicación y completamente agotado, la Diputación de Granada reeditó el libro con el título de “La Alpujarra en caballos de vapor”. Tal y como se expresa en su nota introductoria: “no esperen encontrar una guía turística al uso actualmente extendido entre viajeros solo interesados en cuestiones intrascendentes, sino el relato detallado de su propio recorrido por la comarca”. Un recorrido, además, que incluye el maravilloso trayecto entre Granada y el Puente del Tablate, a través del Valle de Lecrín.

Las cuatro o cinco veces que fui a La Alpujarra el año pasado tiré de los caballos de vapor de Eduardo, deleitándome con su erudición, con la magia de las poesías que se incluyen en el libro, con las explicaciones topográficas, geográficas y etnográficas y con la historia, tan bellamente, tan sugestivamente narrada.

Si algo me enseñó Eduardo Castro, y la reedición de su libro vuelve a demostrar, es que no hay viaje más excitante que el viaje alpujarreño.

Jesús Lens