Rovi, Moderna, Pfizer y el PTS

Ayer podíamos leer dos buenas, dos grandes noticias en IDEAL. Y ambas de carácter económico. ¡La repanocha! La primera rezaba así: “La subida del aceite marca el fin de la crisis del olivar tras dos años de venta a pérdidas”. Para mí, es uno de los grandes misterios por resolver de nuestra economía. Cuando hablamos del aceite de oliva y nos ponemos poéticos, lo definimos como oro líquido. Será por sus propiedades saludables y nutricionales, que no por su precio en el mercado mayorista.

En parte, este cambio de tendencia tiene que ver con la supresión de los aranceles en Estados Unidos, una vez desalojado Trump de la Casa Blanca. ¡Para que luego digan que las elecciones yanquis no nos afectan! Tanto o más que las de Madriz. Y sin necesidad de ver a Ayuso haciendo como que corre un domingo cualquiera.

La otra buenísima noticia: “Rovi fabricará en el PTS el principio activo para las vacunas de Moderna”. ¡Ahora sí! Por fin cobra todo el sentido tener un Parque Tecnológico de la Salud en Granada en tiempos de pandemia. Porque ojo al subtitular: “El laboratorio refuerza su colaboración en el proceso de producción y hará de Granada la primera planta de España con tecnología de ARN mensajero”.

Lo más ilusionante es que no hablamos de una inversión diferida en el tiempo, que fuentes de Rovi hablan del tercer trimestre de 2021. No sé cuánto supondrá todo esto en términos puramente cuantitativos, pero cualitativamente, Granada acaba de dar un paso de gigante en su posicionamiento global como ciudad de la ciencia. ¡Esto habría que celebrarlo a lo grande! Una vez que una inmensa mayoría estemos vacunados, se entiende. Incluyendo a los astrazínicos.

Como ya les he contado otras veces, este año estoy caminando 10 kilómetros diarios. Por su cercanía al Zaidín, muchas noches recorro el PTS escuchando los programas de Pódium Podcast, otra de mis adicciones más recientes. Siempre que paso por el edificio de Genyo y veo el logo el Pfizer en la puerta, me entra un no sé qué por el cuerpo.

No sé si en dichas instalaciones también se está trabajando en algo relacionado con la vacuna. ¿Se imaginan, Granada como centro neurálgico de dos productos que, hoy por hoy, son lo más parecido a la piedra filosofal que imaginarse pueda? Ayer, martes y 13, se volvió a demostrar que todo es posible en Granada. Esta vez, en clave positiva. ¡Salud!

Jesús Lens

¡Pónganmela! ¡Póngansela!

Para viajar al Malí, hace ya la intemerata de años, me tuve que poner mil y una vacunas. La mayoría eran voluntarias, aunque recomendables, incluyendo la profilaxis de la malaria, enfermedad que sigue sin vacuna. Pero había una sin la que no podías entrar a la mayoría de países de África: la de la fiebre amarilla. Era requisito sine qua non. Como tener el pasaporte en regla y pagar una morterada por los visados.

Nunca dudé en pincharme todo lo que me proponían los expertos del Centro de Vacunación Internacional, de la polio a la hepatitis A, el tifus o el cólera. Y la fiebre amarilla, claro. Porque, insisto, si no tenías tu carné de vacunación en perfecto estado de revista, te quedabas en tierra.

Quién me iba a decir, tantos años después, que volvería a estar preocupado por las vacunas y que la cuestión del certificado iba a generar tanta controversia en la Europa del siglo XXI. Vaya por delante que me quiero vacunar. Cuanto antes, mejor. Por edad me toca la AstraZeneca, que no parece tan buena y resolutiva como otras, pero entre el 0% de protección y el 75%, ¿qué quieren que les diga? Ojalá hubiera barra libre de Moderna y Pfizer, pero no es el caso.

Sorprende que muchos de los que hace unos meses dudaban de que las vacunas para la Covid-19 se pudieran desarrollar en tampoco tiempo, ahora se muestren desdeñosos ante una protección del 75%, mirándola por encima del hombro. Con cuatro millones de personas paradas y otro millón en ERTE, ponernos de forma masiva toda vacuna testada que esté disponible en el mercado es un ejercicio de responsabilidad social y solidaridad comunitaria. Y si ahora no nos toca la mejor, ya que hay personas de riesgo que la necesitan antes que nosotros, que nos pongan la siguiente en el escalafón.

¿Y la obligatoriedad? Tema espinoso. Ya antes de la pandemia detestaba furibundamente a los antivacunas por ser unos magufos egoístas que se aprovechaban de la inmunidad del rebaño, el ejemplo mejor acabado de los progres-regres, como los llamaría el hermano Ángel, célebre profesor de los Maristas.

Será complicado obligar a que todo el mundo se vacune, pero el cartel de ‘Reservado el derecho de admisión’ va a adquirir una nueva dimensión, hará correr ríos de tinta y no tardará en judicializarse. Yo, por si acaso, ya he desempolvado mi vieja cartilla de vacunación, tan bonica ella.

Jesús Lens