La llamada de la ciencia

Una llamada que fue una llamarada. Una llamada que me sacó la sonrisa, me inflamó el ánimo y me hizo respirar, por fin. Una llamada que terminó con una zozobra constante. Una llamada que compartí con la familia y los amigos más cercanos. Fue LA llamada que (casi) todos deseamos recibir. La llamada tras la que dejé de comprobar el móvil una y otra vez, esperando desesperadamente que entrara un SMS.

Hacía lustros que no miraba los SMS con tanta ansiedad y frenesí. Ni la confirmación (o no) de los amores de juventud me generaba tanto desasosiego como el silencio administrativo de la Consejería de Salud, que parecía haberme olvidado. O tener mal mi número. O estar sin cobertura. ¡Ays!

Entonces, la llamada. Y la cita. Para ayer martes por la tarde en mi centro de salud. Y la confirmación. El recuerdo. Para dentro de tres semanas. Como habrán supuesto ustedes, ¡me han pegado el primer chute de vacuna! Ya tengo al ARN mensajero haciendo de las suyas dentro de este cuerpo de señor mayor, que lo ha recibido con alegría y alborozo. Eso sí, como dejé escrito este texto antes del chute, por lo que pudiera pasar tras el pinchazo, no les puedo hablar de los efectos secundarios.

Las redes sociales me devuelven todas las mañanas los recuerdos de años anteriores. En 2020 por estas fechas estábamos en plena desescalada y cada espacio de libertad recuperada lo celebrábamos como el triple decisivo de nuestro equipo de baloncesto. Un café, una cerveza, un corte de pelo, un paseo, una carrerita… De la vacuna, ni una palabra.

Lo comentábamos el pasado domingo, comiendo con unos amigos: “La ciencia. Joder con la ciencia”. Vale que no es un análisis especialmente profundo y que la frase no aparecerá impresa en los sobrecillos de azúcar que endulzan nuestros cafés mañaneros, pero el sentimiento de rendida admiración estaba ahí.

Me siento afortunado. La vacuna es un logro sin precedentes conseguido en tiempo récord que ha vencido las reticencias de los más pesimistas sobre plazos, autorizaciones, pruebas, etc. Aun así, la pandemia dista mucho de haber terminado y marcha a diferentes velocidades en todo el mundo. Mientras todos los países no dispongan de las dosis necesarias para vacunar al 70% de su población, como mínimo, será un logro incompleto. Pero hoy solo tengo una cosa que decir: ¡gracias a ciencia, que nos ha dado tanto!

Jesús Lens

Me he regalado una agenda

Viejunismo puro, lo sé. Una agenda de las de toda la vida. Bueno, más bien su versión hipster. Una agenda cultureta, con sus citas de autores, ilustraciones, historias, efemérides y buenrollismo militante. “Cuida tu tiempo”, reza en la portada. Y ahí está la clave. En el tiempo.

Junto a la agenda del 2021 tengo la del 2020, blanca e inmaculada. Vacía, sola y abandonada. Miserable y con telarañas, fiel reflejo del año que felizmente se termina.

Me gusta apuntar citas y convocatorias en las agendas de papel. Ir anotando los compromisos a boli y, después, dejar impresiones sobre cómo fue la cosa. Cuando vivíamos en la realidad de antaño, usaba las agendas también como diario. Una vez leí que tomar notas sencillas y a mano de lo que se dice en las reuniones, conferencias, tertulias y presentaciones hace que los contenidos se fijen con más fuerza en la memoria.

Dentro de mi caos y mi desorden habitual, siempre procuraba llevar encima la agenda. Ahí anotaba, también, las ideas fuerza para mis charlas, clases y presentaciones y esbozos para futuros relatos, columnas y artículos. Apuntes de las películas que veía en el cine, de los restaurantes que visitaba, de los conciertos y las exposiciones a los que asistía, de los libros que leía.

Pero la clave de una agenda es tener citas y convocatorias a las que acudir. Analógicas, quiero decir. Es necesario tener reuniones que atender. Presenciales, me refiero. Eventos a los que ir y en los que participar. En primera persona, por supuesto. En la gestión de nuestra vida virtual, Google se basta y se sobra para convocarnos y conectarnos. En ocasiones, incluso por su cuenta y riesgo, casi sin nosotros querer.

¿Saben ustedes la ilusión que me hace abrir la agenda del 2021 y empezar a anotar citas para los primeros meses del año? Ahora mismo tengo ya dos confirmadas, en la confianza de que se podrán celebrar y podré asistir. Una es para BCNegra y otra para un ciclo de conferencias en Málaga. Ambas negras y criminales, literariamente hablando.

Las cosas empiezan a moverse. No sé ustedes, pero ahora sí le tengo fe al 2021. Las imágenes de las personas vacunándose han sido un chute de energía y optimismo. Ni en mis mejores sueños pensé que llegarían antes del final del año. Veo luz al final del túnel y mi agenda recogerá cada uno de los pasos que nos irán devolviendo a la vida de antaño. O a algo parecido.

Jesús Lens