Blacksad. El infierno, el silencio

– “¿Cómo se imagina el infierno, señor Blacksad? Para mí es un lugar sin música … en completo silencio.”

Así se expresa uno de los personajes del último, premiadísimo e imprescindible álbum de Canales y Guarnido, “Blacksad. El infierno, el silencio”.

Y no le falta razón, ¿verdad que no?

Hoy hablamos de música, de Nueva Orleans, de la cuna del jazz y, sobre todo, de esa genialidad que es Blacksad, de la que ya hablamos AQUÍ.

Para saber más del último álbum de Canales y Guarnido, «Blacksad. El infierno, el silencio», daros un garbeo por nuestro Club de referencia, el Blue and Noir.

Jesús gatuno Lens

Blacksad 4

Cuando volvimos de Salobreña, después de aquel intenso fin de semana de Jazz en la Costa en que supimos que a Juanjo Guarnido, nuestro hombre en París, le habían concedido el Eisner por la cuarta entrega de Blacksad, me tiré como un poseso a mi biblioteca en busca de ese álbum que se abría con la maravillosa imagen del gato protagonista sumergido en el mar azul, languideciendo, con la ropa desarmada.

El título, igualmente evocativo: “El infierno, el silencio”.

Tumbado en el sofá, me sumergí en la nueva historia de Canales y Guarnido. Y ya no me moví hasta terminar el álbum. Que no se lee, no. Ni se devora. Es que se canibaliza. ¡No me extraña que, en Francia, estuviera entre los libros más vendidos, durante un montón de tiempo! Ojo, libros. No tebeos. Que en Francia no hacen distinciones.

En esta ocasión, Blacksad tiene que resolver un entuerto en esa Nueva Orleans que tanto nos gusta. Una Nueva Orleans que respira jazz callejero por los cuatro costados. El encargo: encontrar a un tipo desaparecido desde hace tiempo. Un punto de partida canónigo, de género negro por excelencia.

En su investigación, Blacksad irá topándose con personajes de todo pelaje, ni buenos ni malos sino todo lo contrario. Y con algunos ciertamente turbios. Lo mejor de las historias de Canales y Guarnido es que, habiendo leído e interiorizado a los clásicos históricos y a los clásicos contemporáneos del género negro, evitan cualquier atisbo de maniqueísmo.

Y, por supuesto, el arte que tiene Juanjo en humanizar a los animales que utiliza en las historias. O en animalizar a las personas. ¿Habrá algo más efectivo que convertir a un pingüino en un camarero? O ese viejo chivo loco, con la barbita prototípica.

Atentos a la definición que, el propio Guarnido, hace de su trabajo, de su arte: “La generación que tiene nuestra edad y que representa el grueso del mercado, se ha criado con las películas de Disney, y creo que combinarlo con el tratamiento un tanto atrevido por lo realista de los personajes zoo-morfos en un ambiente de género negro, con su pequeña dosis de caricatura e incluso de cartoon, si no ha tocado su fibra sensible, ¡ha sido como si lo hiciese!”

Y tanto que sí.

Un último detalle: los autores se declaran en deuda con William Claxton, por sus clásicas y veneradas fotografías sobre ese Nueva Orleans mítico que, repito, me arrebata (te recuerdo que, cuando vengas, debes fijarte). Cuando se dan la mano, en un proyecto, dos de los artistas que más admiras, el resultado solo puede ser uno: espectacular. Y eso me recuerda que tengo que terminar de ver «Treme» antes de que empiece la segunda temporada.

En serio, si todavía no has entrado en el universo Blacksad, hazte una pregunta: ¿a qué carajo esperas? Mira que, cuando hagan la película e inauguren el monumento a Blacksad en Salobreña, te tirarás de los pelos por no haber descubierto antes las maravillas que se ocultan en estos cuatro álbumes maravillosos…

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

Ahora, de año en año: 2008, 2009 y 2010

TREME

«El arte es la mentira que nos ayuda a ver la verdad»
Pablo Picasso

 

No pude evitarlo. Aunque después me dice Cristina Macía que hago chistes pésimos, no pude evitar poner un Twitt con las palabras «Tremenda Treme» juntas.

Hay libros, películas o series cuyas expectativas son tan altas que cumplirlas se convierte casi, casi en misión imposible. Ha pasado, parece, con «The Pacific». La teórica segunda parte de ESTA  «Hermanos de sangre», firmada por el mismo equipo de producción (Hanks & Spielberg) de su hermana mayor y promocionada hasta el infinito como la serie más cara de la historia de la televisión, ha dejado fríos a los espectadores.

Con «Treme» podía pasar lo mismo. Viene firmada por David Simon, uno de los genios de la televisión del siglo XXI cuya «The wire» es una referencia constante y permanentemente citada por todos los medios como paradigma y ejemplo. Sin ir más lejos, un largo reportaje sobre el narcotráfico, publicado en El País hace unos días, se abría con una referencia a dicha serie. Después, con ESTA «Generation Kill», Simon puso su mirada en la Guerra de Irak y en las relaciones entre los soldados norteamericanos allí destinados, a través de una narración hiperrealista que también cosechó el aplauso de la crítica.

Por eso, desde que anunció que su siguiente trabajo televisivo versaría sobre la Nueva Orleans post-Katrina, todos los aficionados al buen cine nos relamíamos con delectación. Porque, como no nos cansamos de repetir, buena parte del mejor cine del siglo XXI se está haciendo en la televisión.

Y llegó el momento del estreno. A Carlos Boyero, como podemos leer AQUÍ, le había gustado. Y a David Trueba, TAMBIÉN.

¿Y a mí? Pues mucho. Mucho, mucho. Es verdad, como dice Trueba, que el cameo de Elvis Costello no termina de estar logrado o de tener demasiado sentido. Pero la presentación de los personajes, muchos y muy distintos, las relaciones entre ellos y sus ambiciones y propósitos en la vida están excepcionalmente conseguidos. Del trombonista arruinado («¡toquemos por la pasta, colegas!») que recala en el destartalado bar de su ex-mujer al DJ mitómano aficionado a la enología que se le está bebiendo la bodega de su restaurante a su no-novia. Del jefe indio más cebezota del mundo a ese activista histriónico casado con una abogada liberal.

Un puzzle de personas cualquiera que son cualquier cosa excepto personajes banales, inanes o intrascendentes. Porque lo bueno de las series de Simon es que son pedazos de realidad que desbordan la pantalla. Esos garitos, esos bares, esas calles, esos conciertos, los desfiles, las casas… De Estados Unidos siempre he querido conocer Nueva York, la Ruta 66, el Gran Cañón y el Monumental Valley… y Nueva Orleans.

Tras ver el piloto de «Treme», que ya ha renovado contrato para otros diez episodios de su segunda temporada, ir a Nueva Orleans será más una obligación, una necesidad que un deseo, después de conocer a esos personajes, luchadores natos, que intentan reconstruir su ciudad y recuperar un patrimonio que va más allá de lo puramente arquitectónico. Porque Nueva Orleans es su música, su comida, su libertad, su anarquía creativa… Nueva Orleans es un estado mental.

Terminemos esta (primera) aproximación a «Treme» con unas palabras de su creador, el tan referido Simon: «The wire» iba sobre cómo el poder y el dinero se relacionan con una ciudad. «Treme» trata sobre la cultura. Cuando ya no se recuerde a EE UU por nuestra ideología, alguien entrará en un bar en Katmandú y podrá oír a Michael Jackson, a John Coltrane o a Otis Redding. El origen de eso son los músicos que empezaron aquí con Louis Armstrong. Esa es nuestra exportación al mundo. Y ese legado peligró con el Katrina. No la música, pero sí su punto de origen, Treme, el barrio más europeo, latino y tercermundista de EE UU pudo haber desaparecido».

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.