Predistribución

A ver qué parece este artículo, que comienza con un deseo felizmente cumplido. Hace unos días hablábamos de la Antifragilidad. Hoy, toca un nuevo palabro. O concepto, por ser más conceptuales.

Ojalá que, cuando estas líneas vean la luz en las páginas del periódico, la huelga de los empleados de INAGRA haya terminado y solo sea un recuerdo ya que, mientras escribo este artículo, la basura sin recoger, pudriéndose en las calles de Granada, ya se cuantifica en miles de toneladas.

Basura Granada

Pero no es esa la cifra que, en realidad, alimenta el debate ciudadano. Las cantidades que están en boca de todos son las de las nóminas de los empleados de la concesión municipal para el servicio integral de saneamiento de la ciudad de Granada, dado que, en el fragor de la negociación, empleados y directivos se han estado tirando a la cara lo mucho que cobran los unos y lo escandalosamente muchísimo que cobran los otros.

¡Es increíble a lo que nos ha llevado el Austercidio! De no estar en el paro, los curritos, los trabajadores de a pie, los funcionarios de escala básica, los empleados y, en general, todos los integrantes de las clases obreras y medias; solo tenemos un derecho: a pedir perdón y a postrarnos de rodillas, dando gracias por tener trabajo. Y, por supuesto, estamos moralmente obligados a permitir que nos bajen el sueldo, nos amplíen la jornada y nos reduzcan las prestaciones sociales mientras suben los impuestos, las tarifas de todos los servicios y los precios de todos los objetos y productos. Y sin rechistar, oiga.

Son trabajadores en defensa de sus derechos, no unos dediciosos
Son trabajadores en defensa de sus derechos, no unos dediciosos

Estamos en un momento de parálisis total y absoluto desconcierto. Miramos hacia Grecia o Portugal y no creemos lo que vemos. O no lo queremos creer. Sobre todo, no queremos creer que, si seguimos por este camino, estamos abocados a terminar como ellos. O peor, dadas nuestras proverbiales tasas de desempleo. Por eso me gusta tanto el concepto “predistribución”, acuñado por Jakob Hacker, politólogo de la Universidad de Yale y adoptado y popularizado por Ed Miliband, el líder del partido laborista inglés.

Hasta ahora, los estados y los gobiernos han dependido de los impuestos para corregir las ineficiencias y las desigualdades sociales propias de una sociedad capitalista y de una economía mercado como la nuestra. A través del cobro y del reparto de los impuestos, se hacía una redistribución de la riqueza y se mantenía un estado del bienestar en el que la mayoría de los ciudadanos encontraban una cierta confortabilidad.

Pero esta situación está cambiando a una velocidad vertiginosa. En primer lugar, y debido a la globalización, las grandes corporaciones y las fortunas más jugosas se las han ingeniado para tributar en paraísos fiscales y por cantidades irrisorias. No hay más que ver los beneficios astronómicos que consiguen en nuestro país las empresas tecnológicas más punteras, por ejemplo, y lo ridículo de su tributación. Por no hablar de las SICAV y de todos esos patriotas de boquilla y de bandera que no tienen empacho en fijar su domicilio en Mónaco, Luxemburgo o en las voraces Islas Caimán, si fuera menester, con tal de dar esquinazo al fisco.

Impuestos

Pero, además, el salvajemente desregularizado capitalismo que rige nuestras vidas se ha encargado de que los de arriba, muy pocos y cada vez más selectos, ganen insultantes cantidades de dinero mientras que los de en medio y los de abajo, cada vez tengamos menos capacidad adquisitiva, más gastos… y más obligaciones fiscales.

Así las cosas, y dado que la redistribución está fallando, lo que propone Hacker es propiciar una predistribución, esto es, tratar de estrechar lo más posible la brecha abisal que separa a los de arriba de los demás. ¿Y eso cómo se hace? Poniendo coto a los desmanes del mercado.

Es cierto. No es una idea especialmente nueva ni revolucionaria. A fin de cuentas, se trata de propiciar más empleo y mejores condiciones laborales y de empleabilidad para los trabajadores. Más seguridad. Más confianza. Más cogestión. Más responsabilidad compartida. Más trabajo en equipo. Más participación. Más colaboración. (Y esto nos lleva a otro concepto, el Coworking)

Impuestos

Y, sin embargo, la predistribución es justo lo contrario de las salvajes políticas neoliberales que, como la lluvia ácida, caen del cielo: un maná tóxico al que es imposible sustraerse y contra el que no se puede luchar ni oponer resistencia alguna.

No señores, no. Los trabajadores de INAGRA no son culpables. Lo serían si, por el salario que cobran, no cumplieran con su trabajo. Un trabajo tan duro e ingrato como sufrido… e imprescindible. ¿Insolidarios por no querer perder parte de su salario y por negarse a empeorar sus condiciones laborales? En absoluto. Consecuentes y orgullosos, sí. Luchadores y batalladores, también. Pero los insolidarios, los insolidarios de verdad, son esos otros que, bien parapetados y a cubierto de cualquier inclemencia, nunca tienen que bajar al contenedor a tirar la bolsa de basura, cada noche, antes de irse a dormir.

Jesús Lens