El culo del alcalde

Celebramos que los grandes partidos ya tienen confeccionadas sus listas electorales con este artículo que comienza glosando las virtudes del culo de nuestro alcalde.

¡Enhorabuena, alcalde! Disculpe que hable de su culo y no de su pompis, pero es que ese término me provoca repelús y, sin embargo, hablar de culos siempre me ha parecido una actividad tan ilustrativa, divertida y encantadora como la de hablar de películas, viajes o baloncesto.

Enhorabuena, pues, por haber decidido dejar su culo bien aposentado en el sillón de la alcaldía de Granada. Estoy seguro de que los miles de votantes que condujeron sus posaderas a lo más granado de la Plaza del Carmen estarán más que satisfechos con dicha decisión y puedo imaginar que hasta quiénes no comulgan con sus ideas, programas y actuaciones también agradecerán este ejercicio de seriedad y compromiso con los ciudadanos.

¡Un culo, un sillón!

Estimado alcalde, queridos lectores: no hay retranca ni dobles sentidos en esta culera columna. Lo tengo escrito, publicado, dicho y repetido: no entiendo la necesidad compulsiva de tanto culo inquieto necesitado de compaginar el bastón de mando de su localidad con un acta de congresista o senador. Desconfío de esos iluminados, convencidos de que ellos y solo ellos pueden servir a los ciudadanos, los días pares en sus asuntos cercanos y domésticos y, los impares, en los más lejanos y trascendentales.

Cuando un partido presenta en sus listas a esos candidatos proteicos, multiplicadores y superhéroes, tiendo a pensar que el resto de sujetos que se cobijan bajo sus siglas son unos torpes, tontos e inútiles; unos auténticos Don Nadie.

La cuestión es: ¿deben estar prohibidas, por ley, las duplicidades de cargos electos? Reconozco que estoy cansado de tanta ley, decreto y reglamento que empieza a regular hasta cómo tenemos que acostarnos para dormir por la noche. Pero también reconozco, como nos recuerda Concha Caballero, que fue necesaria una normativa para que la gente lleve bolsas orgánicas a los supermercados y centros comerciales, evitando el despilfarro económico y ecológico que suponían las bolsas de plástico. ¿Seguimos siendo ciudadanos de palo y zanahoria?

El problema es que, no habiendo listas abiertas, no podemos elegir, premiar y confiar en los candidatos de un partido que se comprometan a ocupar un solo puesto orgánico y a permanecer en él por el período elegido e ignorar, penalizar y censurar a los que sienten el irresistible canto de sirenas de empresas más nobles, dignas, elevadas y seguramente más productivas, sean en el sector público o en el privado.

Señor candidato: si usted fue elegido concejal y pronto se cansó, aburrió o hartó de trabajar por los asuntos que nos preocupan a los vecinos, si las cosas de casa le dejan insatisfecho y le saben a poco, gustando de verse y oírse en Sevilla, Madrid, Bruselas o Estrasburgo, donde seguramente se sentirá usía más satisfecho y realizado, por favor, absténgase de pedir mi voto en ulteriores contiendas electorales. Sencillamente, no me fío de usted.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

Lo que escribimos los pasados 15-0: 2008, 2009 y 2010 (nada. ese día no estuvimos).

HUEL-GA-NIVET

La columna de hoy de IDEAL viene inspirada por una ambulancia que el pasado miércoles no podía abrirse paso, a la altura de Correos, dado el follón de tráfico montado en el Centro de Granada, relacionada con la columna de la semana pasada.

Ya está liado el pifostio en Puerta Real, con la calle Ganivet cortada. Por obras, claro. Y la pregunta es: ¿era necesario?

Hace un par de años, cuando la crisis económica y financiera internacional se mostró en toda su crudeza, Obama emergió como el Mesías salvador que refundaría el capitalismo, embridaría a los poderes fácticos de Wall Street y devolvería el poder al pueblo. Paradójicamente y desde entonces, todas las elecciones celebradas en otros países de nuestro entorno capitalista han aupado al poder a las derechas, siempre más proclives a la desregulación y al libre mercado. Nada ha cambiado. Todo sigue igual. Salvado el sistema financiero, millones de personas han perdido su empleo mientras el estado del bienestar se nos va por el sumidero. ¿Es de extrañar, por tanto, que los directivos y los gurús de la economía especulativa y cortoplacista sigan siendo los reyes del mambo y hagan de su capa un sayo?

Es lo que tiene estar en el convencimiento de que, hagas lo que hagas, todo seguirá igual. Como nuestro alcalde, PP Torres, de vuelta a las obras teniendo al Ayuntamiento en la ruina, moroso perdido, con una cola de acreedores en la puerta de la Plaza del Carmen casi tan larga como la del paro.

Granada vive en el caos. Entre las obras del metro y el colapso de la circunvalación, circular en coche por las calles de la ciudad es un puro dislate, penitencia por los pecados cometidos en esta vida y alguna anterior. Los trabajadores de la Rober llevan varios viernes de huelga y los empleados de Inagra parecen abocados a empezar la suya dentro de poco. Los pagos pendientes del Ayuntamiento tienen estranguladas las economías de decenas y decenas de empresas, pero PP Torres va a agrandar las aceras de la calle Ganivet, una obra de importancia estratégica vital.

De importancia estratégica, por supuesto, para contentar a sus votantes del Centro, a los que dedica todo su cariño, desvelos e inversiones municipales. Con la que está cayendo, sólo a quién está muy seguro de repetir mandato se le ocurriría añadir una dosis más de insania a la locura colectiva que es esta Granada.

El Ayuntamiento parece gobernar para mayor gloria de su electorado cautivo, rico y céntrico, condenando al olvido a la Granada metropolitana y a la de los barrios populares y convirtiendo en una pesadilla el acceso a la ciudad para cualquiera que viva en el extrarradio. Pero, ¿hasta cuándo durará este estado de cosas? Por ejemplo, la Gran Vía agoniza en silencio, tras la marcha de varias dependencias de la Junta a los Mondragones. Muy bonita, rehabilitada y ancheada, por la Gran Vía ya no pasa nadie.

¿Es esta la inaccesible, caótica y fantasmal Granada que queremos? Porque los encastillamientos corren un riesgo: provocar el efecto rebote. Y el rebote, entre miles de granadinos, no es nada desdeñable.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.