Habitar un mundo de fantasía

Reconozco que fue mi culpa. Fui poco previsor y llegamos al Cabo de Gata el pasado sábado sin más planes que visitar Rodalquilar, donde no había una cama libre, por lo que terminamos durmiendo en una localidad cercana que nos pareció infumable. Y hostil. Demasiada gente abarrotada en las terrazas, ausencia de mascarillas entre los jóvenes que petardean en el paseo marítimo, sablazos por doquier, cafeterías que no cumplen las medidas sanitarias más básicas…

Salimos a escape en busca de horizontes más abiertos, de lugares más solitarios. Y entonces leí lo de la polémica entre Moulinsart, la empresa que gestiona los derechos de Hergé y el autonombrado cónsul de Syldavia, el país imaginario en el que transcurren tantas historias del mítico Tintin.

Enric Reverté, tintinólogo con pedigrí, expide pasaportes de Syldavia por 12 euros nada más. O nada menos, para los abogados de Moulinsart, que acusan a Reverté de hacer negocio con ellos. El cónsul honorario se defiende diciendo que, si quisiera enriquecerse, los expediría por 50 pavos. Que los 12 que cobra se van en la manufactura y envío del jocoso documento a sus felices destinatarios.

Mientras asistimos a esta polémica, entre divertidos y sorprendidos, Francia amenaza con cerrar su frontera con Cataluña, dado el descontrol sanitario y la falta de reacción de los responsables de la Generalitat. El concepto de terruño empieza a adquirir una significación especial, además de espacial, y el pasaporte habitual, tal y como lo conocemos, corre el riesgo de convertirse en una inútil reliquia, en un recuerdo de un pasado que nadie sabe cuándo regresará.

Este verano, cualquier desplazamiento sensato, si eso existe en las presentes circunstancias, debe permitir al viajero tener la autonomía suficiente como volver a su casa en apenas unas horas. Horas contadas.

En los próximos meses será mucho más sencillo, práctico y razonable utilizar el pasaporte enviado por el cónsul de Syldavia que el expedido por nuestro ministerio del Interior. Mucho mejor quedarse en casa leyendo tebeos de Tintin un sábado por la noche que hacer botellón con todos los colegas o salir de barbacoa multitudinaria.

Ahora que el mundo real se ha vuelto tan hostil y amenazador, no está de más soñar con geografías imaginarias, trazando una cartografía de la ficción que nos permita vivir mil una aventuras desde la comodidad y la seguridad de la tumbona, la cama o el sofá. Y cuando salgamos, favor de recordar ‘Canción triste de Hill Street’: tengan cuidado ahí fuera.

Jesús Lens

Llega Tintín

¿Sois Tintinófilos? Es casualidad. Esta mañana hablábamos de la magia del cine y os invitábamos a esta «Cinema Paradiso» y ahora nos llegan el cartel y algunas imágenes de una de las películas fantásticas más esperadas de los últimos años: el «Tintín» de Steven Spielberg y Peter Jackson, «El secreto del unicornio».

¿Qué impresión os causan?

Jesús que no conoce a Tintín para nada Lens

PD.- Preparad vuestro ingenio y capacidad de síntesis. Estamos preparando una entrada de lo más jugoso. Y juguetón.

3D AL RESCATE DEL CINE

Hoy es día de Cuaversos, pero la actualidad manda. En IDEAL publicamos estas notas sobre el 3D, que espero siembren comentarios y generen debate. ¿Es el futuro del cine? Una idea surgida tras el análisis de la merma de espectadores que publicábamos hace unos días.

 

 Además, los Cuaversos son tórridos y, por tanto, en la tarde noche lucirán mejor.  

 

Las cifras hechas públicas por el Ministerio de Cultura sobre el dramático descenso de espectadores que acuden puntualmente a una sala de cine han hecho que, otro año más, salten todas las alarmas, sobre todo, porque se calcula que en nuestro país se han realizado 350 millones de descargas ilegales de películas en el año 2008.

 

Aunque no tiene lógica que España sea, después de China, el país más bucanero y pirata del mundo, también es verdad que en esta fuga masiva de espectadores de las salas concurren una serie de circunstancias que deberían hacer reflexionar a los distribuidores y exhibidores.

 

En primer lugar, el cine es caro. Por lo general, al precio de la entrada hay que sumarle el del parking y el de las inevitables palomitas y refrescos que la mayoría de la gente se ha acostumbrado a comprar. Que no son obligatorias, por supuesto, pero que forman parte de un rito agradable y placentero, como tomarse un postre después de una buena comida.

 

En segundo lugar, las condiciones de exhibición de muchas salas, sobre todo las más céntricas y accesibles, son tan precarias que una buena tele y un home cinema en el salón de casa se convierten en inmejorable platea para disfrutar de una buena película.

 

Por todo ello, si las salas de cine no quieren morir de inanición, han de ofrecer al espectador una experiencia distinta a la de meramente ver una película, algo que se puede hacer en todo momento y en cualquier lugar a través de las televisiones panorámicas, las pantallas de ordenador o los DVD portátiles.

 

El primer paso, tras el éxito inicial de los multicines de pequeño formato, fue la vuelta a las pantallas de tamaño XXL sobre las que se proyectan los grandes estrenos del año en tecnología digital.

 

Y, a la vuelta de la esquina, ya asoma la que se anuncia como la tercera gran revolución de la historia del cine: tras la irrupción del sonoro y el triunfo del color, llega el 3D. Las tres dimensiones.

 

Bien es cierto que los precedentes no son muy ilusionantes. Aquellas primeras películas en 3D de los años 50, como «La criatura de la laguna negra», eran francamente malas y las experiencias de los 80, con las gafas bicolores de cartón para ver las entregas de turno de las sagas de tiburón y viernes 13, tampoco fueron para tirar cohetes, precisamente.

 

Pero las cosas han cambiado. Ahora, las gafas son de plástico y las películas proyectadas en formato digital permiten que las imágenes se vean con una precisión milimétrica. Pero, sobre todo, la diferencia radica en que el 3D ya no es un añadido técnico a posteriori, una especie de truco de feria para impresionar al espectador; sino que los nuevos proyectos están pensados, desde su gestación, para ser filmados y exhibidos utilizando esta nueva tecnología.

 

Pero ¿hay otros indicios que nos permitan pensar que, esta vez sí, se impondrán definitivamente las tres dimensiones, después de haber fracasado en otras ocasiones? Cualquiera que haya visto una proyección en IMAX dará fe de lo realmente impresionante que resulta una película en dicho formato, hasta el punto de que el tópico de que te sientes transportado al otro lado de la pantalla, por fin, se hace cierto.

 

Además, la nómina de gurúes y visionarios de Hollywood que se están apuntando al carro del 3D demuestra que, esta vez, la cosa no va de farol. El primero y más importante: James Cameron, cuya ansiada epopeya futurista, «Avatar», ha ido aplazando su fecha de estreno hasta haberse asegurado que el desarrollo tecnológico que precisaba la filmación y exhibición de la cinta estaba a su alcance. Y no es un dato baladí ya que «Avatar» es la primera película de ficción de Cameron desde que arrasara entre crítica y público, años ha, con la histórica «Titanic».

 

Dreamworks ya ha anunciado que su próximo gran proyecto, «Monstruos contra Aliens», será filmado en 3D y John Lasseter, cabeza visible de la rompedora Pixar, ha señalado que la próxima entrega de «Toy story» y la tercera parte de «Ice age» utilizarán la misma tecnología.

 

Steven Spielberg y Peter Jackson, por su parte, también están preparando su trilogía sobre Tintín en formato 3D. Una trilogía que cuenta con un presupuesto de lujo y con un reparto de lo mas esperanzador, con Jamie Bell (el niño de «Billy Elliot») interpretando al célebre periodista surgido de la imaginación del belga Hergé y con participación de actores como Daniel Craig. Y así hasta otros treinta proyectos que ya están en preproducción.

 

Un problema imprevisto, sin embargo, amenaza con ensombrecer el halagüeño panorama que Hollywood había diseñado para reactivar el mundo del cine: la maldita crisis financiera que ha terminado por contaminar a las economías de todo el mundo. Y es que la adaptación de las salas a la tecnología 3D es costosa. Y justo cuando los grandes estudios habían preparado un plan para reconvertir quince mil salas en EE.UU. a formato digital en 3D… se cerraron los mercados internacionales de crédito.

 

Así las cosas, el mundo del cine se enfrenta a un momento crucial. Si la reconversión de las salas termina de llevarse a cabo y el 3D consigue los espectaculares resultados visuales que todos los datos hacen pronosticar, se hará con el favor del público y éste acudirá en masa a los cines para gastarse los 15 o 20 euros que costará cada entrada, de forma que el estreno de una de estas películas tendrá la misma importancia y consideración que tiene el ir a un concierto o a una representación teatral.

 

Sin embargo, si la crisis no permite que los empresarios acometan, a lo grande, la necesaria transformación que precisan las salas cinematográficas para proyectar las películas en 3D, la sangría de espectadores seguirá en aumento, lo que terminará de poner en jaque la supervivencia del cine como gran espectáculo comunitario y de masas. Interesante coyuntura, pues, ésta en la que nos encontramos. Ya veremos qué nos depara el futuro.          

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.