TREME

«El arte es la mentira que nos ayuda a ver la verdad»
Pablo Picasso

 

No pude evitarlo. Aunque después me dice Cristina Macía que hago chistes pésimos, no pude evitar poner un Twitt con las palabras «Tremenda Treme» juntas.

Hay libros, películas o series cuyas expectativas son tan altas que cumplirlas se convierte casi, casi en misión imposible. Ha pasado, parece, con «The Pacific». La teórica segunda parte de ESTA  «Hermanos de sangre», firmada por el mismo equipo de producción (Hanks & Spielberg) de su hermana mayor y promocionada hasta el infinito como la serie más cara de la historia de la televisión, ha dejado fríos a los espectadores.

Con «Treme» podía pasar lo mismo. Viene firmada por David Simon, uno de los genios de la televisión del siglo XXI cuya «The wire» es una referencia constante y permanentemente citada por todos los medios como paradigma y ejemplo. Sin ir más lejos, un largo reportaje sobre el narcotráfico, publicado en El País hace unos días, se abría con una referencia a dicha serie. Después, con ESTA «Generation Kill», Simon puso su mirada en la Guerra de Irak y en las relaciones entre los soldados norteamericanos allí destinados, a través de una narración hiperrealista que también cosechó el aplauso de la crítica.

Por eso, desde que anunció que su siguiente trabajo televisivo versaría sobre la Nueva Orleans post-Katrina, todos los aficionados al buen cine nos relamíamos con delectación. Porque, como no nos cansamos de repetir, buena parte del mejor cine del siglo XXI se está haciendo en la televisión.

Y llegó el momento del estreno. A Carlos Boyero, como podemos leer AQUÍ, le había gustado. Y a David Trueba, TAMBIÉN.

¿Y a mí? Pues mucho. Mucho, mucho. Es verdad, como dice Trueba, que el cameo de Elvis Costello no termina de estar logrado o de tener demasiado sentido. Pero la presentación de los personajes, muchos y muy distintos, las relaciones entre ellos y sus ambiciones y propósitos en la vida están excepcionalmente conseguidos. Del trombonista arruinado («¡toquemos por la pasta, colegas!») que recala en el destartalado bar de su ex-mujer al DJ mitómano aficionado a la enología que se le está bebiendo la bodega de su restaurante a su no-novia. Del jefe indio más cebezota del mundo a ese activista histriónico casado con una abogada liberal.

Un puzzle de personas cualquiera que son cualquier cosa excepto personajes banales, inanes o intrascendentes. Porque lo bueno de las series de Simon es que son pedazos de realidad que desbordan la pantalla. Esos garitos, esos bares, esas calles, esos conciertos, los desfiles, las casas… De Estados Unidos siempre he querido conocer Nueva York, la Ruta 66, el Gran Cañón y el Monumental Valley… y Nueva Orleans.

Tras ver el piloto de «Treme», que ya ha renovado contrato para otros diez episodios de su segunda temporada, ir a Nueva Orleans será más una obligación, una necesidad que un deseo, después de conocer a esos personajes, luchadores natos, que intentan reconstruir su ciudad y recuperar un patrimonio que va más allá de lo puramente arquitectónico. Porque Nueva Orleans es su música, su comida, su libertad, su anarquía creativa… Nueva Orleans es un estado mental.

Terminemos esta (primera) aproximación a «Treme» con unas palabras de su creador, el tan referido Simon: «The wire» iba sobre cómo el poder y el dinero se relacionan con una ciudad. «Treme» trata sobre la cultura. Cuando ya no se recuerde a EE UU por nuestra ideología, alguien entrará en un bar en Katmandú y podrá oír a Michael Jackson, a John Coltrane o a Otis Redding. El origen de eso son los músicos que empezaron aquí con Louis Armstrong. Esa es nuestra exportación al mundo. Y ese legado peligró con el Katrina. No la música, pero sí su punto de origen, Treme, el barrio más europeo, latino y tercermundista de EE UU pudo haber desaparecido».

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

BURLANDO A LA PARCA

Hoy publicamos en la web de NOVELPOL la reseña de una novela muy publicitada: «Burlando a la parca», de Josh Bazell, editada por Anagrama.

 

Comienza así:

 

«Viendo los faldones de los suplementos culturales, en que se anuncia como una novela desopilante que mezcla a Los Soprano con House, tengo sensaciones encontradas.

 

Por un lado, me gusta que un libro se haga notar apelando a dos de las series de televisión más rompedoras, atractivas e interesantes del panorama audiovisual. Por otro, puede dar la sensación de no ser más que un truco barato para captar la atención de un público diferente al lector habitual.

 

Sin embargo, está publicada por una editorial seria y solvente como es Anagrama, descubridora de talentos a contracorriente, defensora del humor más mordaz y sardónico de extracción anglosajona, así que, esperanzados, le hincamos el diente.»

 

Para seguir leyendo, pinchar AQUÍ.

WAY DOWN IN THE HOLE

Los Cuaversos de hoy… con un protagonista muy especial. La letra, abajo. ¿Saben de dónde es?


 
When you walk through the garden
you gotta watch your back
well I beg your pardon
walk the straight and narrow track
if you walk with Jesus
he’s gonna save your soul
you gotta keep the devil
way down in the hole
he’s got the fire and the fury
at his command
well you don’t have to worry
if you hold on to Jesus hand
we’ll all be safe from Satan
when the thunder rolls
just gotta help me keep the devil
way down in the hole
All the angels sing about Jesus’ mighty sword
and they’ll shield you with their wings
and keep you close to the lord
don’t pay heed to temptation
for his hands are so cold
you gotta help me keep the devil
way down in the hole

Más:

Y una más… con la resolúción del ¿enigma?:

GENERATION KILL

– ¿Qué se siente al matar?
– No sé. Supongo que está de puta madre


No terminó de engancharme el primer episodio de la nueva serie de HBO. Y, la verdad, pienso que quizá no me pilló en buen momento porque los dos siguientes me han parecido espectaculares, extraordinarios y muy, muy clarividentes.

El diálogo con el que empieza esta reseña transcurre después de las imágenes nos mostraran la más feroz ejecución llevada a cabo por un francotirador que jamás vi en pantalla alguna. Con la dosis justa de distanciamiento, sin apreciar los rostros de los ejecutados, pero viendo cómo sus cabezas explotan en la distancia.

Algo brutal y sobrecogedor. “¿Qué se siente al matar? No sé. Supongo que está de puta madre.” Y lo dice un tipo que pretende cuidar su karma, por encima de todo.

 


Los protagonistas de “Generation kill” son los jóvenes Marines norteamericanos desplazados a Irak que, mayoritariamente, tienen un sólo anhelo: matar enemigos. O, más precisamente, matar. Y punto.

 

Chavales que comen golosinas a destajo, que se filman con sus cámaras digitales de vídeo con la esperanza de conseguir imágenes espectaculares que vender a la CNN y cuya prioridad, cada día, es encontrar un momento y un lugar adecuados para cagar. Chavales que se pasan el tiempo cuestionando su hombría y/o sus tendencias homoeróticas.

Impresiona el despliegue de medios que los americanos gastan en Irak. Pero, sobre todo, impresiona que luego no tengan pilas para las gafas de visión nocturna o que el lubricante para las ametralladoras no vaya bien con la arena del desierto. ¿Los despropósitos de la mayor maquinaria bélica de todos los tiempos?

 

Y, luego, los personajes protagonistas. Empezando por ese Padrino con problemas en las cuerdas vocales, que tanto recuerda al Kilgore de “Apocalypse Now”. Lo importante para él no es la guerra, sino las batallas. En concreto, cualquier escaramuza o escarceo bélico que le pueda reportar una distinción, un reconocimiento o, sencillamente, el destacarse de las demás unidades en liza. Así, cuando uno de sus ayudantes le dice que la orden que acaba de dar convierte un reconocimiento en un asalto, el Padrino responde, fríamente: “Cuestión de semántica”. Aunque ello suponga, en realidad, la muerte de personas.

Luego está el fanático, suicida y a la vez cobarde Capitán América, absolutamente inescrupuloso con los protocolos, y para el que cualquier persona con chilaba, hombre, mujer o niño, es un enemigo potencial. Tenemos al sargento que se preocupa de otros protocolos: los de aseo, que medirá con lupa el tamaño del bigote de los soldados, para evitar que el ejército se convierta en un nido de hippies.

Más personajes curiosos. El traductor que traduce lo que le da la gana porque los psicólogos le han dicho que lo importante es mantener alta la moral de la tropa o el periodista de la revista Rolling Stone que se ha comprado un flamante chaleco antibalas por E-Bay.

 

Y está la tropa, claro, con un Hombre de Hielo que hace maravillas con un Ton Tón casero, más efectivo que la información de la inteligencia americana o el atolondrado postadolescente que sólo quiere matar, matar y matar, a cualquier precio. Como se aburre, en un momento dado, quiere disparar a dos perros que andan desorientados, al alcance de su arma. Su compañero le hace entrar en razón:

– “No matamos a los perros. Matamos a la gente.”

Un postadolescente que se presta al fuego enemigo porque dice que se pone más nervioso viendo un partido de baloncesto en casa que en el frente de Irak. “¡Cuánto daño han hecho los videojuegos y el rap a la juventud, banalizando la violencia!”, sostiene un sargento después de asistir al disparatado comportamiento del soldado.

Y está la radio, el elemento que amalgama a toda la tropa y les mantiene en contacto. Tipo Duro 1 hablando con Tipo Duro 2, éste con Caos y aquél con Asesino. Las comunicaciones por radio, que se quedan grabadas en el recuerdo del espectador, efectivamente.

 

“A partir de ahora vamos a ganarnos la fama”, dice uno de los personajes cuando empieza la acción. De momento, poca fama, mucha miseria, mucho dolor, incomprensión… y poco más. Y ahí es donde radica, precisamente, la grandeza de esta serie: en contar con todo lujo de detalles el sinsentido de una contienda que sigue abierta y que nadie entiende por y para qué.

Sí. Me está gustando, y mucho, esta “Generation Kill”.

Seguimos.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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