Los 80 años de Bob Dylan

Hace muchos, muchos años, siendo un mocoso, le vi en televisión. Era una tarde cualquiera, vestía unos extraños ropajes, un sombrero y su voz cavernosa me dio miedo. No tengo idea de qué canción entonaba. Solo sé que me pareció tan inquietante como atractivo. Se llamaba Dylan. Bob Dylan. Hoy lunes cumple 80 años y es un bajonazo, una estocada, un varapalo. Nos hacemos viejos. Es un hecho. Pero eso también es motivo alegría, ¿verdad? Porque seguimos aquí. Como él.

No ha habido músico más importante en mi vida. Mil y una veces he pinchado sus discos en directo, de Budokan al ‘Before de flood’, con The Band y seguimos conservando como oro en paño el vinilo de ‘The Freewheelin’ Bob Dylan’ de mi padre cuya portada me ha acompañado toda la vida como epítome de los sueños de juventud.

Aprendí inglés con las letras de Dylan, tratando de desentrañar sus significantes y significados y no sé la de veces que he utilizado en mis columnas lo de “algo está cambiando aquí, pero no sabe lo que es, ¿verdad, señor Jones?” ¡Ay, la balada del hombre delgado! Ese tipo que entra con un lápiz en la habitación donde no entiende nada. Ese sujeto arrollado por unos cambios que es incapaz de procesar o comprender. Esa generación descolocada que se queda sin referentes para interpretar lo que ocurre a su alrededor.

Qué risa me dio en su momento, cuando le concedieron el Nobel de Literatura y salieron los puristas criticando que la poesía de sus letras no era para tanto. En fin. Y qué cabreo en su última visita a Granada, con tanto indocumentado haciéndose selfies y hablando sin empacho durante el concierto, sin importarle lo que ocurría en el escenario. Alardear en las redes de que estaba allí era lo único importante.

Cómo flipé cuando los RATM versionearon el ‘Maggie’s Farm’, una preclara reforma agraria en forma de canción, y cuantas veces me he despertado en habitaciones de hotel, cansado y desubicado durante un viaje, y me he acordado del ‘Never Ending Tour’ que Dylan emprendió el 7 de junio de 1988 y en el que todavía sigue inmerso. ¡Eso es actitud! ¡Eso es vivir en la carretera! Y The Travelling Wilburys, por supuesto. ¡Eso es estilo!

Le vi las tres veces que estuvo en nuestra tierra. Ojalá que haya una cuarta a no mucho tardar. Mientras, ¡felicidades, Maestro!

Jesús Lens