La flama, esa villana

Lo detecté el año pasado, cuando anduvimos por Asturias en agosto. Cada vez hay más turistas climáticos que se marchan al norte de España para disfrutar de las noches en rebequita. Muchos usan la excusa del Camino de Santiago, pero lo de pegarse una pechá de andar es la excusa. Huyen de la calor y prefieren las ampollas en los pies que las quemaduras en la piel.

El viernes por la tarde tenía que hacer un mandaíllo en Granada. Abrían la tienda de 17 a 21 horas. Salí a las calles del Zaidín a las 20.15 y la flama me dejó noqueado. Porque ya había reservado para cenar, que si no… Eso sí: de la terraza pedí que nos pasaran al interior, por el amor de Dios. 

Había pensado salir de excursión, ayer, pero lo dejamos en paseo mañanero por el Albaicín y vuelta al amparo del ventilador. Y ya si eso, una escapadilla vespertina al centro comercial, convertido en destino vacacional. ¿Para hacer qué? ¡Da igual! Es lo de menos. Para estar fresquitos.  

En un futuro no muy lejano, cobrarán entrada en los centros comerciales climatizados. Lo importante no será el contenido, sino su temperatura. Instalarán zonas comunes frente a grandes pantallas de televisión con imágenes de la tundra siberiana, los icebergs y los mares árticos embravecidos y nos llevaremos las tortillas, las sandías y las cervezas en una neverilla, igual que ahora las bajamos al rebalaje o a las pozas de los ríos.

El alcalde de Granada ha abierto el debate de la tasa turística —con la que estoy de acuerdo, ojo— justo cuando los hoteleros capitalinos tienen bajo mínimos las reservas para julio y agosto. A este ritmo, habrá que pagar a los turistas para que vengan al infierno de los +40 grados. Y verás tú si el modelo de sol abrasador en playas atestadas no acaba haciendo aguas. Sobre todo, si hay medusas. 

Para tasa turística, la que podrían implantar en el norte peninsular. Una tasa climática que cobre medio euro por turista y día por cada grado de diferencia con relación a su ciudad de procedencia, de acuerdo a las mediciones de la AEMET. Si va de Granada a Santander y pasa de los 43 grados a los 23, tendrá que apoquinar 10 euros del ala. ¡Un chollo, en realidad, dados los precios de la electricidad y el lujo asiático que supone encender el aire acondicionado!

A los amigos con piscina habrá que empezar a hacerles la pelota para que, apenas llegue mayo, nos inviten a sus barbacoas. Si teletrabajan, la opción de pasar seis meses en España y seis en el Dinamarca, Islandia o el mismísimo Polo Sur, tampoco será tan descabellada.

Lo que sea con tal de escapar de la Flama, a la que Marvel debería convertir en una de las grandes villanas de sus películas, enfrentándola en singular combate a Iceman, el Hombre de Hielo.

Siento el desbarre de hoy, pero es que, con estas temperaturas, ¿qué demonios quieren que les diga?

Jesús Lens

Buenas propuestas electorales

El que haya tantas candidaturas a las próximas elecciones municipales tiene un efecto que puede ser a la vez positivo y negativo: la cantidad y variedad de propuestas para la Granada del futuro. Corrijo. Negativo, no. Abrumador.

Seguir la actualidad electoral de estos días es asistir una incesante batería de ideas y sugerencias -también de extravagancias y ocurrencias- sobre cómo mejorar nuestra tierra, tanto a corto como a medio y largo plazo.

Dos de las que han parecido más interesantes las han sugerido Ciudadanos y, cada uno a su manera, el PSOE y la confluencia de Cambril. Los naranjas plantean que la UGR se convierta en referente en ciberseguridad, uno de los nichos de mercado del futuro que puede servir para aprovechar el talento local y atraer el foráneo.

Según Ciudadanos, no hay ninguna universidad española que tenga un grado en materia de ciberseguridad, por lo que sería tomar la delantera en un campo al que, efectivamente, se le augura un futuro prometedor.

Por su parte, tanto PSOE como los Unidos Podemos Adelante de Cambril plantean, además de un corredor verde por el Monachil y la renaturalización del Genil, la polémica, pero cada vez más necesaria tasa turística.

¿De verdad piensa alguien que dejaría de venir a Granada un significativo número de viajeros por pagar dos o tres euros diarios en concepto de tasa turística? El turismo, que es una imprescindible fuente de ingresos para la economía granadina, también conlleva una serie de gastos que una tasa turística podría contribuir a mitigar.

Todos queremos un Albaicín limpio, por ejemplo. Limpio y bien cuidado. Accesible y transitable. Un Albaicín que, además de ser cómodo y habitable para los vecinos, resulte atractivo para los turistas y viajeros. Pero eso es caro. Muy caro. Y una tasa turística permitiría sufragar parte del coste de mantenimiento.

Una duda. ¿Se han manifestado los partidos sobre el precio de la entrada a la Alhambra? Si queremos que el monumento se abra más a la ciudad y colabore con su día a día cultural, además de contribuir al sostenimiento de la OCG, ¿no haría falta mirar lo del precio de la entrada, subiendo la general y aumentando los descuentos para diferentes colectivos especiales, granadinos incluidos?

Jesús Lens