De brote en brote

Me la crucé mientras caminaba por una larga y céntrica calle de Granada que se estrecha durante buena parte de su recorrido, siendo matemáticamente imposible que dos personas mantengan un metro y medio de separación entrambas.

Todos los viandantes sufríamos nuestra incómoda mascarilla. Todos menos ella, una mujer de treinta y tantos que, alegre y despreocupadamente, hablaba con su comadre y reía a mandíbula batiente.

Por un momento sentí la tentación de plantarme frente a ella y pedirle explicaciones. ¿Por qué? ¿Por qué ella no y todos los demás sí? Lo mismo es portadora de anticuerpos de la Covid-19. O tiene dispensa papal y/o bula pontificia. Puede ser. O no. El caso es que me irritó sobremanera. Porque hay personas que actúan como si esto no fuera con ellas. Como si estuviesen por encima del bien y del mal. La mentalidad antivacunas, o sea.

En las últimas 24 horas, en el barrio no ha dejado de escucharse un runrún sobre un posible brote, que se declara ya abortado. Se oye hablar del brote de la barbacoa del Genil, del brote provocado por una boda del extrarradio… Y todo esto, sin abrirse las fronteras.

La OMS no deja de elevar el tono de sus alarmas y advertencias en todas sus comparecencias. En el mundo, cada día se bate el récord de contagios del día anterior. En Andalucía tenemos varios brotes activos, cuatro de ellos en Granada. Todo ello, por desgracia, me hace empezar a ser pesimista, viéndonos otra vez confinados antes incluso de la temida llegada del otoño. Verbigracia: Lisboa.

La mayor parte de la gente se comporta de forma razonable e inteligente. Pero también hay una insensata minoría que hace lo que le da la gana. Desaprensivos que nos ponen en peligro y comprometen nuestra salud… y nuestra economía, que tan de la mano van en las actuales circunstancias.

Ayer por la mañana amanecí pensando en subir a la Alhambra antes de que la vuelvan a cerrar, en no demorar el fraternal rito anual de cruzar a nado el cabo Sacratif, en disfrutar de todas las cañas posibles en las terrazas de los bares, en apurar los conciertos al aire libre.

También me descubrí haciendo una lista mental de las cosas de casa que echado de menos —y también de más— durante el confinamiento, cada vez más convencido de que, o nos lo tomamos en serio, o nos tocará volver a empezar.

Jesús Lens