De 24 a 7

Ahí va el artículo que publicaba ayer en IDEAL. ¿Es posible hacer la revolución durmiendo?

Lo descubrí en este inquietante y preclaro artículo de Evgeny Morozov. Me impresionó. Quizá me impresionó tanto porque ese día había madrugado más que de costumbre y el despertador me arrancó de un sueño extraordinario, vívido, plástico. Uno de esos sueños que parecen reales.

 Dormir peligro

Soñar. Soñar es gratis. ¿Cuántas veces no habré utilizado esa expresión, de forma figurada? Y, sin embargo, al leer a Morozov caí en la cuenta de literalidad del enunciado: ¡soñar es gratis! En un mundo absolutamente mercantilizado en el que todo se compra y se vende… ¿cómo es posible que algo tan placentero, divertido y excitante como soñar siga siendo gratis?

Decidí que esa noche me iría a dormir mucho antes de lo habitual. Lo hice de forma discreta y silenciosa. Como pidiendo perdón. Y es que parece que, si duermes mucho, desperdicias el tiempo y le restas valor a tus días. Que aprovechas menos la jornada. Que haces el tonto. Sin embargo, a nada que lo pensemos, tendremos que convenir que, en este mundo desarrollado, conectado y vertiginoso; solo cuando dormimos somos auténticamente libres. Y, además, revolucionarios.

 Dormir sueños libres

Que yo sepa y de momento, nuestros sueños, nuestros son. Únicos. Personales. Intransferibles. Inembargables. Yo soy yo, mis circunstancias… y mis sueños; podría haber concluido el filósofo. Solo desde las 24 horas en que me voy a dormir hasta las 7 horas a las que me despierto soy verdaderamente libre; amo de mi destino y capitán de mi alma.

Horas en las que, además, no producimos. Ni compramos. Ni consumimos. Horas en las que no trabajamos, respondemos, pensamos, planificamos, instalamos, reparamos, organizamos, diseñamos, mandamos… ¡horas en las que no hacemos! ¡Nada! Tan solo dormir. Y soñar. Horas que igualan a ricos y a pobres; a listos y a tontos; a patrones y a empleados.

 dormir

En Inglaterra se ha montado un gran escándalo tras la muerte de un joven becario que llevaba trabajando 72 horas sin parar. Es la quintaesencia del capitalismo más salvaje y depredador: robarnos hasta el descanso. Fijo que, ahora mismo, hay empresas trabajando en algún plan para rentabilizar y exprimir las horas de sueño de los 7.000 millones de habitantes que en el mundo somos. ¿Cómo lo harán? ¿Compraventa de sueños? ¿Pastillas para no dormir durante semanas y semanas? ¡Ay, el día en que las horas se conviertan en papel-moneda y se pueda especular con ellas! Entonces sí. Entonces habrán ganado la batalla definitiva.

 Dormir soñar

Mientras, nos queda dormir. ¡Dormir es resistir! Y ya sabemos que el que resiste, gana. Dormir… no para descansar. Ni para desconectar. Ni para regenerar. Ni por necesidad u obligación. Dormir porque sí. Dormir como fin en sí mismo. Dormir para soñar. Dormir como una de las Bellas Artes. Dormir para, de 24 a 7, ser libres. Dormir para reivindicar el poder de los sueños. Porque soñar es de las pocas cosas que, hoy día, no nos pueden arrebatar.

En Twitter: @Jesus_Lens