España trasnochada

¡Cómo nos ponemos con los trastornos que provoca el cambio de hora en nuestros ritmos circadianos y otras sesudas cuestiones sobre el sueño, la vigilia, la luz y la oscuridad!

No se habla tanto, sin embargo, sobre las ojeras y el mal humor de los miles de espectadores que nos obligamos a permanecer despiertos hasta bien entrada la madrugada del lunes, viendo el debate electoral.

Les confieso dos cosas. La primera es que di varias cabezadas, algunas tirando a largas, esperando el minuto de oro de los candidatos. La segunda es que me incorporé tarde al debate, que estuve en el cine viendo una película que es todo un mazazo. ‘Parásitos’, se llama. Y aquí me tienen, haciendo un titánico esfuerzo por no jugar con el título de la película y el papel de esos políticos nuestros, incapaces de pactar, llegar a acuerdos y formar un gobierno que dure más allá de un puñado de meses.

El debate fue un continuo deja vu que me dejó una plomiza sensación de estar viviendo en un interminable día de la marmota. Las mismas acusaciones, las mismas promesas falsas e incumplidas, las mismas vaguedades… Sólo el iracundo dedo amenazador de un mentirosísimo Abascal aportó algo nuevo y diferente. Para peor, por desgracia.

Tuve el tino de apagar la tele sin dejarme enmarañar por los análisis de los diferentes contertulios ni por las valoraciones de los propios contendientes, de forma que el daño a mi sueño fue sólo parcial. ¿Hasta qué hora duró todo aquello? ¿Hasta qué hora aguantaron ustedes? ¿Qué sentido tiene, un lunes, tratar de mantenernos despiertos hasta más de las dos de la mañana con el tinglado electoral? ¿Qué pasa con la productividad, el descanso, la conciliación y el sentido común?

Los horarios del debate son una muestra más de que vivimos en un país sin lógica ni criterio; absurdo, trasnochado y surrealista. Nuestros representantes institucionales habitan en un universo de política-ficción que se permite despropósitos como el del lunes, atentando contra cualquier racionalidad horaria y… sigo mañana, que ahora voy a ver si me da tiempo a descabezar una siestecilla.

Jesús Lens

El CIS Campeador

¡Qué bien me ha venido lo del CIS para escribir esta columna, que me debatía entre el Ayuntamiento y la nada! Les confieso que estaba tentado de escribir sobre lo de la cena privada en el claustro de nuestro consistorio, disfrutada por los invitados de la cofradía del Huerto de los Olivos con motivo de la clausura del XV Congreso Nacional de Hermandades con la Advocación de la Oración en el Huerto. Sin embargo, sólo con leer todo eso, así seguido, me he agotado. De ahí que el CIS venga a espabilarme cuando estaba a pique de quedarme muerto.

Empecemos por los tópicos, por los lugares comunes: recuerden que la auténtica encuesta, la única con un grado de fiabilidad del 100%, es la del próximo 10-N. Esto es como lo de ‘esta noche, a las 3 serán las 2’ del pasado sábado.

¿Hacemos chistes sobre el Masterchef Tezanos o, por contra, recordamos que el CIS acertó con los resultados de las pasadas elecciones? ¡Qué pereza! ¡Qué sensación de deja vu! ¡Y yo que pensaba que el CIS me iba a salvar la columna! Porque, no sé ustedes, pero la horquilla que le da al PSOE entre 133 y 150 escaños me parece entre demasiado amplia… ¿y generosa? No tardaremos en salir de dudas.

Entro en el desglose por provincias y un nuevo chasco desde el punto de vista de la excitación informativa: en Granada, todo sigue igual. Ni el efecto VOX llenando el Palacio de los Deportes, ni el desembarco de Errejón ni el previsible batacazo de las huestes de Rivera se dejan sentir en nuestra tierra, donde parece que se repetirán los resultados de las pasadas elecciones. Al menos, según el CIS.

Una duda: ¿saben ustedes si estarán en casa el 10-N? ¿Han comprobado si les coincide con algún evento familiar o social que les impediría ir a votar? Y, en este caso, ¿han solicitado ya el voto por correo? En las pasadas elecciones había mucho meneo con ese tema. Mucha movilización. En esta ocasión, sin embargo, percibo una cierta abulia al respecto.

Jesús Lens