Con Dalí, en Berlín

Nos pasó con Dalí como con ese vecino al que apenas dices hola cuando te lo cruzas en el rellano de casa, pero al que saludas con entusiasmo cuando te lo encuentras en el bar, tomando una caña o echando un café. Y si quiere la casualidad que topes con él fuera de tu ciudad, acabáis fundidos en un emocionado abrazo, como dos ciudadanos en el exilio embargados por la morriña y la nostalgia.

Habíamos salido del Museo del Espionaje, junto a Postdamer Platz, cuando nos topamos con la figura de un gran oso, símbolo de Berlín, decorado con la célebre imagen del artista del enhiesto bigote.

“Más de 400 obras originales de Dalí”, era el reclamo de un museo privado con diez años de existencia, dedicado al genio del surrealismo. Imposible resistirnos, ya que estábamos allí. Inciso: hace unos días, hablándoles en el suplemento Gourmet de IDEAL sobre algunos aspectos de la cocina berlinesa, les decía que comer y beber en la capital germana es relativamente barato y asequible (Leer AQUÍ). Entrar a los museos y a sus monumentos más significativos, sin embargo, no lo es. Ahí lo dejo… de momento.

De entre todas las piezas expuestas, destacaría unas de alto contenido erótico, fascinantes, sugerentes y atractivas. También me encantó la serie de estampas que Dalí hizo para un Quijote ilustrado, repleto de connotaciones fantasiosas, como corresponde al caballero de la flaca figura.

Me resultó especialmente emocionante un fotocollage de 1962, dedicado a Gala, Lydia y Lorca, figuras evanescentes sobre una hermosa vista de Port Lligat. Como les decía al comienzo de estas notas, siempre resulta grato encontrarte a un paisano cuando estás de viaje en el extranjero, ¿verdad, Inés?

Pequeñas esculturas, estampaciones muy noir dedicadas a la ‘Carmen’ de Merimée, una sala oscura en la que se proyecta en bucle ‘Un perro andaluz’ y un corto de Dalí para Disney y, una curiosidad muy especial: un tebeo de Nick Fury cuya portada está inspirada en los famosos relojes blandos de ‘La persistencia de la memoria’. Y es que Dalí no se termina nunca, ni en España ni en Berlín.

Jesús Lens