¡Vosotros sois los héroes!

Ahí va el (comentado y discutido) artículo del domingo, en las páginas de opinión de IDEAL. ¿Estás de acuerdo? ¿Por qué?

Quedarse es más difícil que irse, más arriesgado que marcharse, más valiente que huir, más honroso que esfumarse.

Permanecer, cuando las cosas se ponen realmente difíciles y empiezan a ir de mal en peor, cuando la situación se complica y se hace realmente peligrosa; demuestra un talante, una forma de ser templada, corajuda y arrojada. Osada, absurda e inconsciente, quizá. Pero remarcable. Notablemente remarcable.

Ejemplos como el de Pedro Ros, por ejemplo, el único ciudadano blanco que se quedó en la ciudad maliense de Segou, con su esposa Genevieve y su hijo de corta edad, afrontando serenamente la amenaza de las milicias islamistas radicales que estuvieron a punto de tomar la ciudad y pese a los consejos, ruegos y casi súplicas de las autoridades diplomáticas españolas, que le insistían en que evacuase su casa, su ciudad, su vida.

Pedro Ros Malí

Cuando leía la historia de Pedro me acordaba de una de las películas que más me han conmocionado en los últimos tiempos. Documentándome para mi próximo libro, sobre cine y África, vi una joya titulada “De dioses y hombres”, dirigida en 2010 por Xavier Beauvois. Se trata de un western contemporáneo protagonizado por unos monjes cistercienses que vivían en su monasterio, radicado en una zona montañosa de Argelia, a finales del siglo pasado.

De dioses y hombres

El siglo pasado, aunque haya introducido el término “western” en el párrafo anterior, es el siglo XX. Y los monjes protagonistas, efectivamente, son dignos herederos de la heroica estirpe de personajes hawksianos como el sheriff de “Río Bravo” o los aviadores de “Solo los ángeles tienen alas”. Porque, en los años noventa, cuando Argelia se vio desangrada por una especialmente cruenta y aterradora guerra civil en la que el terrorismo segó la vida de miles y miles de personas, degolladas a sangre fría en la mayor parte de los casos; un grupo de monjes cistercienses, aun a sabiendas del riesgo que corrían, se quedaron en su monasterio, colaborando con la comunidad en la que estaban imbricados, cultivando sus huertos, manteniendo el dispensario médico y ayudando a todos los que precisaban de auxilio, con independencia de su credo, origen, procedencia o extracción.

De dioses y hombres

La película, rodada con una sensibilidad exquisita, muestra los miedos, las dudas y las zozobras de los monjes. Sin necesidad de aspavientos o melodramas, vemos a los monjes dialogar, discutir, opinar y, finalmente, tomar una decisión: quedarse. Posiblemente, la más difícil de sus vidas. Pero también la más consecuente, comprometida y honrosa. Aunque pudiera costarles la muerte.

Basada en hechos reales y en un procedimiento que aún se encuentra sub júdice, en Francia, “De dioses y hombres” es una obra maestra del cine que conmueve hasta las entrañas sin necesidad de manipular al espectador ni de espolear sus más bajas pasiones. De hecho, la cámara actúa a modo de espejo y los actores que interpretan a los monjes parecen dirigirse al espectador y preguntarle: Y tú, ¿qué harías?

De dioses y hombres

La figura del religioso que, aun en las circunstancias más adversas, permanece a pie firme y sin retroceder un milímetro, apoyando y defendiendo a las personas de la comunidad que han confiado en él; es recurrente en muchas películas cuya trama se desarrolla en África. Desde “Mogambo” e “Historia de una monja” hasta la más reciente “Disparando a perros”.

Sirvan estas líneas como reconocimiento y homenaje a esas personas y organizaciones, seglares y religiosas, que se quedan cuando todos los demás se marchan. Misioneros, médicos, diplomáticos, soldados, cooperantes, periodistas… o personas normales y corrientes, como Pedro.

¡Vosotros sois los héroes!

Jesús Lens

A ver los 4 de febrero de 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012

¡Aquí estamos!

Leo las entradas blogueras de los tres años anteriores, desde que “Pateando el Mundo” está en Granadablogs, y me tiro de los pelos (abajo, los enlaces, como hacemos siempre, para recordar en qué estábamos, entonces).

Hace tres, estaba camino de Siria, haciendo escala en Estambul. Y el pasado año acababa de volver de Senegal, impregnado de su Teranga, hospitalidad y buen rollo.

¿Y en 2011?

En 2011, aquí estoy.

Y no sé muy bien el porqué, ya que aún me quedan unos días de vacaciones.

Pero… ¡cualquiera se iba! Con la que está cayendo (que ya le vale, a la frasecita de los coj…)

Pero… ¡cómo te vas a ir, alma de cántaro!

Anda, bonico, estate quietecico y deja el pasaporte guardadico, como dice nuestra querida Panchy, al menos hasta Semana Santa.

Y eso he hecho. Quedarme.

No me pregunten muy bien la razón. Ni yo mismo la sé. Yo creo que es por culpa de uno de los efectos más perversos de la crisis: el miedo paralizante. El temor reverencial.

Aunque puedas, estate quieto. No te vayas. No te metas en nada. ¡Alto! STOP. Piénsatelo. O, mejor aún, no te lo pienses. Solo… quédate. Inmóvil. ¿Por qué? Porque sí. Porque es lo que toca. Porque no está el patio para irse. Por lo que pueda pasar. No sea que…

Así las cosas, aquí estamos.

Aquí seguimos.

Pensar que me he cogido cuatro días de permiso para no ir a ningún sitio, la verdad que me desasosiega. Hasta me molesta, oiga. Que estoy aprovechando el tiempo, claro que sí. Pero que a mí, las vacaciones, me gustan para irme al quinto pino. O al sexto carajo. Y más allá.

Y más rabia me da al hablar con mi querida Silviña, que está ultimando el petate para irse… ¡al Senegal y la Casamance, nada menos! No hay justicia en este mundo. ¡Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!

Y este año, sin saber exactamente la razón, aquí estamos…

Jesús estático Lens

Leo, y agonizo de envidia: 2008, 2009 y 2010.

De vuelta. De nuevo

No sé la razón, pero de un tiempo a esta parte, suelo comentar más las vueltas que las idas. Los recuerdos de los viajes que los planes. Las vivencias que las intenciones.

Esta última ha sido una microescapada brevísima y laboral, aunque con tiempo para escuchar al magnífico Antonio Serrano en ese templo que es el Café Central. ¡Qué nos gustó!

Aún así, lo comentamos: hemos vuelto.

Y me acuerdo de un cuento que escribí y que he perdido, que no encuentro. Sobre las idas y las venidas.

Y me acuerdo de ese cuento perdido al leer esta frase de Jack London:

“Me convertí en vagabundo…, en fin, porque es simplemente más fácil irse que quedarse”.

Por esta vez, hemos vuelto.

Buenas noches. Buenos días.

Jesús vueltista Lens.