Entre artesonados y mocárabes

Me ha vuelto a ocurrir. El pasado fin de semana. Fue necesaria la visita de una amiga a Granada para que me decidiera a caminar por mi propia ciudad, mirándola con ojos de viajero.

Elisabeth, hija de mis queridos y añorados Rebeca Murga y Lorenzo Lunar, brillantes escritores cubanos de Santa Clara, pasó el fin de semana en nuestra ciudad y, además de pasear por la zona de expansión de la Granada del siglo XXI, el PTS y el Zaidín; visitamos el Centro, por supuesto. El histórico… y el otro. El Centro de toda la vida. Ese Centro por el que siempre transitamos entre las prisas y las bullas.

Quiso la casualidad -o no- que entráramos en dos edificios en los que había estado pocos días antes por cuestiones puramente profesionales. En primer lugar, la Madraza. Aprovechamos una visita guiada al edificio, tranquila y relajada, que nos permitió contextualizar la enorme belleza de uno de los espacios emblemáticos de la UGR: la primera universidad de nuestra tierra, que data de 1349, de los tiempos de Yusuf I.

El artesonado del Salón de Caballeros quita el hipo. La hipnótica contemplación de la armadura de madera ensamblada, del siglo XIV y origen mudéjar, puede provocar tortícolis. Pero es que los mocárabes policromados del Oratorio, además de elevar la vista hacia el cielo, conducen el alma al paraíso.

Y tenemos el Corral del Carbón, frente con frente con la Alcaicería, el antiguo mercado de la seda… convertido hoy en infernal muestrario del Kitsch turístico más desbocado.

Siempre que voy a este singular edificio, lo hago acelerado, para comprar unas entradas del Festival de Música y Danza o recoger el programa de Cines del Sur. Entrar, resolver y salir. Pero, ¿han reparado ustedes en la joya que es la portada de ese edificio? Sus yeserías, la bóveda de mocárables -otra vez- la decoración cúfica… Y el interior, por supuesto.

Si la Madraza fue la primera Universidad de Granada, el Corral del Carbón fue una posada, el caravanserai al que arribaban los comerciantes que, después, comprarían y venderían sus productos en el mercado. Otro día hablamos de esos espacios que, para mí, tienen resonancias viajeras, aventureras y épicas. Caravansar…

Quedémonos hoy con un sencillo propósito: alzar la vista. De vez en cuando, levantar la mirada y sorprendernos con las maravillas que nos regala nuestra Granada histórica.

Jesús Lens

No son fotografías, son historias

Hoy, en IDEAL, mi columna no va tanto de fotografías como de las historias que seas capaz de construir a través de ellas.

Traten de ir uno de estos martes, a las siete de la tarde, al Centro José Guerrero que, en pleno casco histórico de Granada, ofrece una estimulante perspectiva del arte más rabiosamente contemporáneo, además de mostrar realidades que están, en apariencia, a miles de kilómetros, a años luz de aquí.

 William Christenberry bar

No dejen de ir antes de que, el 23 de marzo, termine la excepcional muestra de William Christenberry, un artista, pintor y fotógrafo estadounidense cuya obra supone todo un revulsivo y un estímulo creativo de primer orden. Y les sugiero que vayan un martes a las siete porque a esa hora comienza la visita guiada a una exposición que, no por casualidad, se titula “No son fotografías, son historias”. Historias. Relatos. Ver. Observar. Pensar. Imaginar. Suponer. Y contar.

 William Christenberry Café

A todo ello nos invita el guía que, paso a paso, nos adentra en el universo retratado, representado, capturado y coleccionado por un Christenberry que, nacido en el Sur Profundo de los Estados Unidos, en la Alabama de 1936, vivió la segregación entre blancos y negros y conoció de primera mano al siniestro Ku Klux Klan, a cuya nefasta influencia dedica la impresionante The Klan Room que se encuentra el visitante nada más cruzar la puerta del Centro José Guerrero.

 William Christenberry gas

La visita guiada a esta exposición no se limita a contar y explicar las fotografías que cuelgan de las paredes o las instalaciones que jalonan el recorrido. Yendo más allá, nos invita a sumergirnos en las imágenes captadas por el fotógrafo y a ponernos en su piel, a tratar de ver la realidad tal y como él lo hacía, intentando desentrañar los misterios que se ocultan en las instantáneas. Porque cada fotografía, efectivamente, alberga una historia. Y las historias sirven para componer un relato.

 William Christenberry

No es fácil guiar y conducir a un grupo heterogéneo de personas en un subyugante viaje por el contradictorio, complejo, duro y, hasta cierto punto, anacrónico Deep South estadounidense; haciéndoles partícipes y protagonistas del periplo, invitándoles a aventurarse por territorios desconocidos y a expresar en alta voz lo que las imágenes sugieren.

 William Christenberry Jesús

No es fácil romper ese hielo que nos atenaza cuando visitamos un museo, esa especie de miedo reverencial que sentimos al pasear entre las piezas expuestas, susurrando al compañero, sin alzar la voz, como si estuviéramos en una catacumba. Pero este guía, excepcional, lo consigue.

Por ejemplo, ¿qué ves aquí?
Por ejemplo, ¿qué ves aquí?

En cualquier caso y si no le cuadra el horario, pásense por el Guerrero en cualquier otro momento y no duden en lanzarse, sin manguitos, a un fascinante y denso océano repleto de imágenes. Y no lean, en primera instancia, la información que acompaña a las distintas series de fotografías. Jueguen con su imaginación. Miren, observen, piensen; avancen y retrocedan. Y dialoguen. ¡Hablen con ellas!

Porque, efectivamente, no son (solo) fotografías. Son historias. Y están esperándoles para ser descubiertas.

Jesús Lens

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